Esta nueva habilidad sugiere que sus cerebros son más flexibles de lo que se creía y señalan las bondades de estar en un ambiente con objetos con los que se puede interactuar, “ lo que lleva a una mayor flexibilidad conductual y neuroplasticidad ” , según la profesora de psicología en la Universidad de Richtmond (EE.UU.) Kelly Lambert.
Las ratas que estaban en un “ ambiente complejo enriquecido, por ejemplo con objetos interesantes para interactuar, aprendieron a conducir ” a diferencia de aquellas que permanecían en las típicas jaulas de laboratorio, explica Lambert en la página web de la Universidad.
Estos hallazgos, indica la experta, “ podrían ser utilizados para investigar los efectos de la enfermedad de Parkinson sobre las habilidades motoras y la conciencia espacial ” y para “ entender mejor los efectos de la motivación sobre la depresión ” . Además, los investigadores podrían reemplazar las tradicionales pruebas en un laberinto por tareas de conducción más complejas cuando usen a estos animales como modelos para estudiar afecciones neurosiquiátricas.
Los detalles del estudio los publica la revista NewScientist, donde Lambert cuenta que hasta ahora se sabía que los roedores pueden reconocer objetos, presionar barras o encontrar la salida de un laberinto, pero su equipo se preguntó si serían capaces de realizar labores más complejas. Y los animales, seis hembras y once machos, no les decepcionaron.
Para ello tuvieron que construir un vehículo a su medida con un simple tarro de plástico sobre cuatro ruedas, equipado con motor y tres barras de cobre que servían de volante para avanzar y cambiar de dirección.
Las imágenes no dejan duda de la destreza de los animales, capaces de subir y ponerse a los mandos del tarro para dirigirse a la comida que servía de recompensa a sus habilidades. La marcha adelante, los giros y cambios de dirección no parecen tener secretos para estos ratones, aunque en ocasiones chocaron con alguna pared.
El objetivo de los roedores era ganarse unos cereales siempre y cuando fueran capaces de conducir el minivehículo por un espacio de cuatro metros cuadrados, hasta el lugar donde esperaba la recompensa. “ Aprendieron a conducir el coche de una manera única y se dedicaron a patrones de dirección que nunca habían utilizado para llegar finalmente a la recompensa ” , explicó Lambert. Además, parecía que aprender a conducir les relajaba, según revelaron los análisis de su heces, pues durante sus clases de conducir aumentaban los niveles de dos hormanas; corticosterona y dehidroepiandrosterona, la primera un marcador de estrés y la segunda lo contrarresta.
La experta indicó a NewSicencit que su capacidad para conducir demuestra la neruoplasticidad de sus cerebros, es decir, su capacidad de responder con flexibilidad a los nuevos desafíos. “ Realmente creo -señaló- que las ratas son más inteligentes de lo que percibe la mayoría gente y que la mayoría de los animales son más listos, de una manera particular, de lo que pensamos ” .
El equipo de la doctora Lambert realizará nuevo experimentos para entender cómo las ratas aprenden a conducir, por qué parece que esta actividad reduce el estrés y qué zonas del cerebro están relacionadas.