Desde 2007, se han perdido entre 700 y 1.100 ejemplares de elefantes a causa de la expansión de carreteras, las plantaciones -sobre todo de aceite de palma- y los asentamientos humanos que han reducido y fragmentado el hábitat de los animales y sus rutas tradicionales.
Según el último recuento oficial, que se remonta a 2014, quedan 1.724 elefantes salvajes en la isla de Sumatra, de los que cerca de 500 se encuentran en Aceh, una zona de gran biodiversidad situada en el extremo occidental del archipiélago indonesio.
También han aumentado los conflictos entre agricultores y los grandes mamíferos, en los que los elefantes tienen todas las de perder. Sapto Aji Prabowo, jefe de la agencia de conservación indonesia (BKSDA) en Aceh, afirma que el año pasado murieron 11 elefantes salvajes en Aceh y 12 en 2017, la mayoría envenenados, en trampas tendidas por agricultores o, en menor medida, a manos de cazadores.
“ Consideran a los elefantes como una plaga, y las plagas pueden ser erradicadas. Ponen vallas electrificadas, veneno, redes; estas son las principales amenazas ” , lamenta Sapto. En el distrito de Sampoiniet, a unas tres horas de la capital provincial, Banda Aceh, el agricultor Muhamad Din espera resignado a los guardas de la URC mientras a su alrededor varios plataneros se encuentran arrancados o quebrados a causa de las visitas de paquidermos. Muhamad, que trabaja en la plantación de propiedad comunitaria, reconoce que la zona está situada es una de las rutas tradicionales de los elefantes, pero considera que las perdidas son “ una injusticia ” y admite que no puede evitar enfadarse.
“ Creo que es por la comida por lo que acuden aquí ” , dice a Efe este padre de seis hijos, que estima el valor de los daños causados en la plantación en un millón de rupias (unos 63 euros o 71 dólares) , cerca de la mitad de lo que genera una cosecha completa. Para abordar el problema, la Unidad de Respuesta para la Conservación (URC) , una iniciativa de la BKSDA, decidió en 2008 utilizar a los elefantes amaestrados para ahuyentar a sus congéneres de zonas residenciales y así evitar los enfrentamientos entre ambas especies. Estos guardas forestales de cinco toneladas realizan su trabajo en siete centros distribuidos en la provincia de Aceh y, si es necesario, son dirigidos directamente hacia los elefantes salvajes para guiarlos fuera de las zonas de conflicto o repelerlos si se vuelven agresivos.
Esta labor de prevención de conflictos no está exenta de riesgos, y entre los miembros más recordados de la URC figura la anciana Ida, una elefanta de más de 50 años que resultó herida en una pata en febrero por un grupo de paquidermos salvajes cuando acudió a ayudar a los residentes del pueblo de Neger Antara, en el norte de la provincia.
Ida murió en mayo, ya que los veterinarios no pudieron tratar la lesión, y se convirtió así en la primera baja de un elefante domesticado desde que comenzó el programa y que existe también bajo modelos similares en las provincias de Bengkulu, Riau y Lampung. “ Hay varios casos en los que nuestros elefantes han sido atacados, pero nunca con esta severidad ” , aseguró Sapto a Efe.
Por cada elefante, los URC cuentan con un “ mahout ” -personas a cargo de cuidar y guiar a los paquidermos- y un asistente que suponen el alma del proyecto y en muchos casos son herederos de la larga tradición de la doma del paquidermo en Aceh. Uno de ellos es Safardin, “ mahout ” en el URC de Sampoiniet, que lleva entrenando elefantes de Sumatra desde la adolescencia y ha visto su número caer en picado en las últimas décadas. Sin embargo para Safardin, de 39 años, la reciente muerte de Ida, con la que mantenía un vínculo especial, fue “ una perdida especialmente dura ” .
El indonesio explica que cuando los aldeanos reportan paquidermos salvajes en la zona, o los collares con GPS que instala la URC muestran grupos cerca de núcleos poblacionales, la primera medida suele ser intentar alejarlos con fuego o artefactos artificieros.
Por su parte, el jefe del CRU en Sampoiniet, Samsul Riza, indica que en su zona solo han utilizado los elefantes domesticados en dos ocasiones en lo que va de año, mientras que el resto del tiempo realizan patrullas o labores de concienciación. El líder del centro de conservación lamenta que el estado de las carreteras, el amplio territorio que tiene a su cargo y los escasos recursos con los que cuenta dificultan la hercúlea tarea de lograr la supervivencia del elefante de Sumatra.
A pesar de la inmediata necesidad, en Sampoiniet los guardas han tenido problemas con los lugareños por tardar en responder a las emergencias o por informar sobre sus actividades ilegales a las autoridades.
“ Lo más difícil es la mentalidad de la sociedad, especialmente los agricultores. A la hora de trabajar con los elefantes, lo más difícil son los humanos ” , dice Riza en el centro de Sampoinet.