Ciudad Perdida, un indicio submarino del origen de la vida bajo amenaza

PORTUGAL. En medio del Atlántico se erige la Ciudad Perdida, un campo hidrotermal submarino que podría guardar pistas sobre el origen de la vida y que apenas se conoce, por lo que científicos y ambientalistas piden que se proteja ante amenazas como la minería de fondos marinos.

Ciudad Perdida
Imagen de archivo, Greenpeace. Formación calcárea en la Ciudad Perdida, en medio del Atlántico.NOAA/IFE/UW/URI-IAO

Descubierta en el año 2000 y bautizada así por la semejanza que las chimeneas que la componen guardan con una metrópolis abandonada, la Ciudad Perdida despertó la curiosidad de la comunidad científica porque las condiciones extremas que la caracterizan no se habían visto en otros campos hidrotermales.

Era algo que no habíamos visto nunca antes, unas torres blancas que se erigen desde el fondo del mar, relata a EFE la geoquímica Gretchen Früh-Green, la científica que descubrió la Ciudad Perdida, antes de unirse en Horta, en las Azores portuguesas, a un equipo de Greenpeace para promover la protección del campo hidrotermal.

El descubrimiento se produjo durante una expedición de la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos para estudiar el macizo submarino Atlantis. Früh-Green estaba observando las imágenes en una cámara robótica cuando vio aparecer varias torres de color blanco.

Tras estudiar la zona, los científicos de la expedición identificaron un campo hidrotermal atípico, que no se parecía a otras estructuras similares descubiertas en las décadas previas. Es muy diferente porque no hay actividad volcánica, lo que es usual en los campos hidrotermales. Las aguas que salen de debajo de la tierra son muy alcalinas, no son ácidas, explica la geoquímica suiza.

Estos torrentes calientes, al entrar en contacto con el agua fría del mar, precipitan carbonato de calcio que forman enormes chimeneas, pináculos y depósitos con forma de colmena. El campo tiene grandes cantidades de hidrógeno y metano y poco dióxido de carbono, por lo que las formas de vida que habitan la zona, principalmente bacterias y arqueas, soportan unas condiciones extremas.

Voces de la comunidad científica consideran que las reacciones químicas que se producen en la Ciudad Perdida podrían asemejarse a las que dieron origen a la vida en la Tierra o incluso ser una analogía de los procesos que se dan en planetas como Marte o en algunas lunas, donde hay mucho hidrógeno y metano. Por ello, instan a que la zona se proteja para que puedan continuar los trabajos científicos y descubrir cómo funciona la Ciudad Perdida y por qué es diferente a los clásicos sistemas volcánicos de fumarolas negras.

Es un área de la que no sabemos mucho y debemos protegerla, defiende Früh-Green, que alerta de que una de las amenazas que planean sobre la Ciudad Perdida es la minería de fondos marinos. A pesar de que no tiene metales, por lo que las posibilidades de que sea explotada por la minería son menores, según la geoquímica, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA por sus siglas en inglés) concedió el año pasado una licencia al Gobierno de Polonia para que pudiera explotar la zona donde está la Ciudad Perdida.

Potencialmente podría quedar fuera del control de los científicos y ser destruida mientras está siendo explotada por la minería, lamenta la científica, que está colaborando en la última campaña de Greenpeace para promover la protección de los océanos. A bordo de su barco Esperanza, una expedición de la organización pasará este mes por la Ciudad Perdida para reclamar que quede fuera del alcance de la industria minera. Es uno de los campos de batalla que necesitamos proteger y que muestra por qué necesitamos más reglas para preservar los océanos, sostiene a EFE la responsable de campaña de Greenpeace Louisa Casson, que forma parte de la expedición.

Greenpeace, junto a otros grupos, reclama una moratoria para la minería de fondos marinos, no sólo en la Ciudad Perdida sino en todo el planeta, para permitir que la comunidad científica pueda estudiar el fondo del océano antes de ser explotado.

Enviar estas máquinas enormes al fondo del océano a lugares que todavía no conocemos de forma apropiada guarda un gran riesgo. Deberíamos estudiar el fondo marino, aprendiendo de él y apoyando la ciencia, señala Casson, que alerta de que ya hemos visto en el pasado a la industria moverse antes de que entendiésemos lugares como éste.

La minería de fondos marinos no puede avanzar en aguas internacionales hasta que no exista una regulación, que la ISA prevé tener lista dentro de un año.

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