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El Cirque du Soleil tiene la virtud de crear experiencias inolvidables. Mundos mágicos donde te sumergen en un torrente de sorpresas y emociones indescriptibles a través de trucos, acrobacias, ilusiones, imágenes, historias que se van entretejiendo con elementos a veces tan simples y diarios como el agua, por ejemplo. Así también, al agregar a estos elementos un esteticismo, a veces sutil y otras veces con alta complejidad, el resultado de lo que se proyecta es increíble. Sumado a todo esto, el entrenamiento para llevar a los artistas, protagonistas de las obras, a un desarrollo que expone la capacidad de destreza y elasticidad de cada fibra y músculo del cuerpo, generando movimientos que superan el entendimiento y mostrando la belleza de un cuerpo hecho y construido con esfuerzo.
Soda Stereo fueron nuestra experiencia. Siguen siéndolo incluso hoy. Fueron nuestra banda, crecimos con sus canciones y nuevas generaciones se atrapan en sus letras que nos resultan fáciles de entender en español pero con tanta poesía que es difícil de traducir. Soda Stereo tocó varias veces en Paraguay, incluso se presentó en nuestro legendario Rock Sanber de 1988 donde ya llevaban a cuestas algunos discos (Soda Stereo, Nada Personal, Signos y estaba por salir Doble Vida) y la primera parte de todos los éxitos de su historia.
Teniendo todos estos antecedentes, a las 21 horas en el Luna Park, la propuesta invita a ser parte de ese triángulo que significaron Charly, Zeta y Gustavo, tres almas con tanta luz que se expandieron para abrazarnos en esta experiencia.
La obra Sep7imo Día – No Descansaré –, presenta a L’Assoife, un adolescente enjaulado quien encuentra una válvula de escape en la música de Soda Stereo, en un mundo imaginario y con tiempo elástico, donde vamos recorriendo la discografía de la banda. Las canciones fueron adaptadas y remasterizadas, por Charly, Zeta, y otros antiguos colaboradores cercanos a la banda bajo los requerimientos de los directores del show y con la aprobación de la familia Cerati.
Hay elementos incluidos como los ventiladores de la gira Me Verás Volver del 2007, el pelo batido como en los 80s, la portada de Dynamo, la Floralis Genérica de la Avenida Alcorta (cicatriz), una flor, otra flor, el color azul de la famosa guitarra Jackson de Cerati que está impregnado a lo largo de casi todo el show y muchos otros detalles, que son un guiño a todos los fans.
Imaginando un sector campo, el Cirque accedió a que se tenga un área similar donde la gente esté parada y pueda bailar y saltar, como en un concierto. A pesar de que este objetivo casi no se logra porque (obviamente) la audiencia está mucho más inmersa en lo que va a ocurriendo en la obra, existe un aprovechamiento del espacio que va más allá del escenario, utilizando distintos ángulos de esta área para realizar distintos actos, para Hombre al Agua, En Remolinos o al inicio en Séptimo Día, por mencionar algunos.
Sin embargo, más allá del esplendor de todo el espectáculo, el momento más sublime resulta justamente el más íntimo: las peñas que se repiten en distintas partes donde, con guitarra en mano, cantamos las canciones de Soda… en este caso, la bella y melancólica Té Para Tres.
¡La edición de video en tiempo real en Sobredosis de TV y en Un Millón de Años Luz es genial! Son actos super atrapantes: el primero por la simpleza, humor e inteligencia aplicada y el segundo por la creatividad y coordinación al combinar la imagen con la fantasía.
Al salir, escuché que si Soda Stereo tenía algún olor, seguro lo íbamos a poder oler esa noche en el Luna. El resto, si estuviste en un concierto de Charly, Zeta y Gustavo, es una garantía que esa magia vuelve a cobrar vida. Finalmente, la obra conlleva ese mensaje: la música es más fuerte que la muerte.