AMEZ murió "en su víspera"

Alfredo Manuel Elizeche Zayas (AMEZ) fue condenado por matar a tres integrantes de una familia, siendo menor. En la cárcel se hizo creyente y se casó. Cumplió su condena hace años y fue asesinado, a sangre fría, días pasados.

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Me pregunto cosas que giran alrededor de los sucesos o detrás de ellos. Cosas que tienen que ver con la naturaleza humana y sus circunstancias, también sobre la capacidad de sobreponerse a ellas. Hubo una época en la que se sostenía con vehemencia que el ser humano era producto de su historia personal. Como en la novela “Nana” (1880) de Émile Zola, autor francés del siglo XIX, padre del movimiento naturalista y su mayor exponente. El autor postula que somos meros continuadores de historias trazadas desde antes de nuestros nacimientos. El naturalismo surgió a partir del realismo y básicamente encarna lo mismo: la necesidad de mostrar la realidad, minuciosamente, pero destacando las circunstancias y su lado pesimista. Esto siguiendo con un pensamiento determinista, que convierte a los humanos en víctimas de sus circunstancias sociales. Nana es una joven bella, hija de una rama “bastarda” de una familia de alcurnia pero con graves taras y defectos genéticos de los cuales no consigue escapar. Nana utiliza su belleza para conseguir lo que quiere de los hombres: los utiliza. Con ello, Zola pretendía mostrar la degradación humana, producto de una herencia genética ineludible, exponen los estudiosos.

Y siguiendo de largo con este tema, que sería una suerte de detrás de cámara de la naturaleza humana, llegamos a un caso tal vez más cercano: la de la novela “A sangre fría” del autor y periodista norteamericano Truman Capote. Él la comenzó a escribir en 1959 y la publicó recién en 1966. La historia real trata sobre una familia de un pueblo de Estados Unidos que es asesinada en un intento de robo fundado en datos falsos, pues no había dinero en la casa. De todos modos los delincuentes los asesinan y huyen. Luego son detenidos y condenados a muerte. Truman hace el seguimiento del caso, va al pueblo, conversa con la gente y también con los asesinos. Según rumores, hasta mantiene una relación sentimental con uno de ellos, lo que lo lleva a intentar mostrar a las familias de los asesinos de una manera en que la opinión pública hasta simpatizara con ellos. La novela, que sería una de las fundadoras de un nuevo tipo de narración conocido como de “no ficción”, pretendía mostrar las dos caras de un sistema judicial: la humanidad detrás del crimen y, en especial, el motivo del crimen, dirían algunos entendidos.

En el caso de AMEZ creo que lo traté por primera vez cuando se casó en la cárcel. Había ingresado con solo 14 años, tras declararse autor confeso de la muerte de tres integrantes de la familia Rivelli (la madre y dos hijos) y del abuso de la hija. Su caso fue titular de los medios de comunicación desde el primer instante, por el horror del crimen. El entonces adolescente AMEZ trabajaba como criado de la familia, dicen crónicas de la época, que desde hacía tres años. La institución del “criadazgo”, aún arraigada en nuestra sociedad, pese a que se cuestiona ya, incluso legalmente, el emplear a menores. El trabajo de un niño a cambio de un plato de comida, ropa o escuela, jamás podrá reemplazar al amor de su familia. No obstante, era digamos de alguna manera: normal para la época (1993). AMEZ habría comenzado como criadito con once años de edad. En la Penitenciaría de Tacumbú, una vez cumplida su mayoría de edad, Alfredo Manuel Elizeche Zayas, decidió reencaminarse, de la mano de los miembros de una iglesia evangélica muy activa en el penal. Así es como AMEZ pasó a integrar el pabellón “Esperanza”, el lugar en donde los internos se habían convertido al cristianismo y observaban una buena conducta. Allí conoció a una joven, también miembro de la iglesia, se hicieron novios y se casaron. La noticia de la boda de AMEZ y su transformación también ocupó espacio en los medios de comunicación. Así llegué allí y pude conocerlo. Él prefería enfocarse en su conversión al cristianismo y rehabilitación. Decía que no recordaba esa noche horrorosa en que “Satanás” se apoderó de él. Pedía disculpas a la familia Rivelli por el dolor y el daño causado. Cuando hablaba de Cristo, miraba a los ojos y se iluminaba. Cuando le preguntaba sobre lo que había pasado aquella noche, esquivaba la mirada, levantando un muro invisible. “No puedo recordar”, insistía con la vista perdida. Lo entrevisté algunas veces desde aquella primera vez. Era parco y medido en sus palabras. Si bien nunca rehusó conversar, jamás habló de lo que pasó. Hicimos especiales sobre su caso para programas policiales, también lo entrevisté cuando dejó el penal. Tenía el modo amable y sencillo. Ya era un pastor que daría testimonio de fe ante muchos jóvenes y adultos creyentes.

AMEZ que cometió un triple homicidio y abuso con solo 14 años se vio beneficiado con la implementación del nuevo Código del Menor, en nuestro país. El código estipulaba penas máximas más suaves para los menores infractores. Es así que cuando la ley (retroactiva cuando favorece al condenado) fue aplicada a AMEZ, con 8 años de cárcel, él ya había sobrepasado esa cantidad y llevaba cumplidos doce años de encierro. En este punto también es importante recalcar que en nuestro sistema judicial (y disculpen porque no soy abogada, apenas intento explicar), las penas no son acumulativas. No importa si mataste a dos o tres, te dan la pena equivalente a uno solo de los hechos, al contrario de otros sistemas judiciales como el norteamericano del cual solemos leer acerca de penas que alcanzan hasta cientos de años. La libertad de AMEZ causó conmoción en la sociedad y fue debatido este punto: cómo alguien que mató a tres personas de una familia podía salir en tan poco tiempo de la cárcel. “A crímenes mayores, penas mayores”, me comentaron que rezan las políticas jurídicas  en algunos países, más allá de la edad de quien los cometa. 

¿Qué le ocurrió aquella noche a AMEZ? Quizás lo supo él, o tal vez, ni él mismo lo comprendía. Al contrario de lo que afirma el refrán popular: "Nadie muere en su víspera", refiriéndose a que cada quien muere en su hora; puedo decir, como única certeza, que AMEZ sí murió en su víspera; y que esto, lo único que hace, es dejarnos aún más interrogantes.

 

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