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Fuera de casa, esa noche, la luz de la luna iluminaba con fuerza. Adentro, ocurría casi lo mismo de siempre, solo se incrementaba la violencia. Papá y mamá discutían, una vez más.
Ya no sabíamos por qué. Mi hermano y yo contábamos con 6 y 8 años. Escuchábamos encerrados en nuestro dormitorio. El miedo era siempre el mismo. En algún momento, surgió una amenaza que no era habitual. Ante los gritos de mamá, mi papá respondió con un: “Voy a buscar mi pistola y te mato”. Mi hermanito y yo pasamos del miedo al terror. ¿Qué sería de nosotros si papá mataba a nuestra mamá? Entonces decidimos actuar.
Despacito y sin hacer ruido fuimos hasta el lugar en donde sabíamos que papá guardaba su pistola. La envolvimos en una manta, junto con mi muñeca bebé, Sari. Luego, nuevamente, despacito y con sigilo, nos escondimos en el patio, a esperar que las horas pasaran y la discusión terminara; como ya había ocurrido en otras ocasiones. Pero esa noche la luna nos asustaba más que nunca. Su luz iluminaba con una fuerza casi violenta. Teníamos miedo de que nos delatara ante papá, teníamos miedo de que nos encontrara con su pistola...