Historias mínimas que hacen bien

Nos pasamos el día quejándonos de todo. Las noticias negativas inundan los medios, las redes. Todo es negativo, todo es malo en Paraguay. Es cierto, la realidad socio-política hace, en apariencia, que todo sea así. Están los mismos de siempre, la misma gente que se beneficia a costa de sus compatriotas y que goza de impunidad. Está la misma gente responsable de tantas injusticias sociales.

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Pero está "el otro lado" de Paraguay que también merece un espacio. Y resulta que recién cuando veo el gesto noble de un taxista, o recién cuando leo lo que cuenta mi amigo Sardi en su blog, acerca del hombre que le devolvió la llave del vehículo, o el conmovedor reportaje de unos españoles que estuvieron por varias ciudades de nuestro país,o el gesto (publicado en los medios) de un hombre que devolvió un maletín lleno de dinero; recién entonces es como que despierto y veo que existen otras historias. Esas historias también merecen ser contadas; y valen el espacio que les damos a las notas "negativas". 
 
Ayer de noche perdí mi billetera en un taxi de Asunción. No se iba a enriquecer, precisamente, el que la encontrara pero sabemos lo engorroso que resulta hacer los trámites para recuperar cédula de identidad, tarjetas de débito y otros documentos necesarios para estar regularmente tranquilo en el día a día. La posibilidad de que la Policía pudiera "altearme" y que justamente yo, el tipo más encontrado por la Policía, no tuviera cédula, era demasiado riesgo. Pero ya antes del episodio del taxi, me pasó algo llamativo. Caminaba hacia la plaza que está frente al Congreso y me fijé en un grupo de niños, que jugaba a la pelota. 
 
Me acerqué, hice un par de malas fotos con mi cámara del celular y luego dialogué un poco con ellos. Les dije: -"¡Qué gusto ser como ustedes! No tener que trabajar, nada de responsabilidades, solamente jugar"-. Se rieron y me dijeron, casi en coro: -"Acá todos trabajamos, por eso jugamos a esta hora"-. Resultó que eran los chicos que trabajan de lustrabotas,  la mayoría de ellos, en el Congreso. De mañana trabajan, de tarde a la escuela y cuando les queda el tiempo, disfrutan jugando futbolito de noche. No tuve otra que aplaudirles y seguir viendo cómo se divertían en ese mágico mundo que, contra toda adversidad, crearon. El encuentro, fue, cuando menos, un buen presagio.
 
Volviendo al episodio del taxi, minutos después de bajar del vehículo, llamé a radio taxi un par de veces y me aseguraron que hicieron los reportes, pero hasta ayer, ningún taxista se había manifestado. Esta mañana, salí para el trabajo con mucha confianza en que el taxista aparecería con mis documentos. Ni bien me senté frente a la computadora, leí la historia de Giuliano Sardi (@giulsardi), quien comenta, en resumidas cuentas, que recuperó la llave de su vehículo, que se le había perdido. Una mujer que la había encontrado; se la devolvió, sin mayores problemas. 
 
Poco después de leer lo de Sardi, me avisaron que el taxista llegó a la casa y entregó mi billetera. Relató el trabajador que al terminar su jornada, se dio cuenta de que mi billetera estaba en el asiento trasero del vehículo.  
 
Pequeños gestos de grandeza. ¿Será que estamos muy mal y es por eso que estos gestos de nobleza nos resultan demasiado llamativos? ¿una acción honesta puede llamar tanto la atención? ¿O quizás, simplemente la gente no comparte tanto las cosas buenas que ocurren como sí las malas?. 
 
Y para finalizar, leí el post de "algo que recordar" (http://algoquerecordar.com/lugares-paraguay-aqui-hay-nada-que-ver/); acerca de la travesía de una pareja de españoles que vinieron a Paraguay y resaltaron la hospitalidad y el corazón de muchas familias compatriotas, por sobre cualquier carencia de grandes atractivos turísticos. Simplemente, emocionante. En Paraguay, las historias mínimas (estas historias) son lo máximo.

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