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Cuándo pensaba que nunca iba superar la revitalización del “Jardín de Cerveza” como parte de la agenda cultural del país, el “Me pego un tiro en las bolas si es que mi hijo es homosexual”, o “Stroessner… ¿te sacó la novia o qué?”, Horacio Cartes salió con esto:
“Paraguay es fácil. Paraguay es como esa mujer bonita”.
Fue durante la reunión con empresarios uruguayos en la sede del World Trade Center (WTC) Uruguay. El mandatario agregó que Paraguay es como esa mujer bonita, que cada mañana se pone su mejor vestido y se pone maquillaje.
Una periodista uruguaya la que lo interrumpió preguntando si esa visión era machista, a lo que Cartes respondió: “Parece que entendiste mal. Yo no dije que Paraguay debe ser como una mujer bonita y fácil. Separé los tantos”.
Pese al evidente machismo que reflejan sus expresiones, digamos que todos “entendimos mal”. De todas formas lo más preocupante sigue siendo el adjetivo “fácil”, utilizado para atraer a inversionistas al país.
Paraguay es fácil, o sea, cobra bajos impuestos, pese a las imperantes necesidades de reforzar la educación, la salud, y la infraestructura.
Es fácil, es decir, existen pocas exigencias en cuanto a las medidas de protección ambiental, a pesar de la aceleradísima deforestación de los bosques y contaminación a las fuentes de agua.
Paraguay también es fácil por qué las empresas no están obligadas a cumplir con los derechos de los trabajadores, permitiéndoles pagar salarios muy por debajo de las exigencias, además de que pueden ahorrar en seguros médicos, seguridad laboral, entre otros.
Invertir en este país es fácil, solo se necesita un puñado de dinero. Total Paraguay es, la puta de Sudamérica.