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Lo más impresionante es que ésta abierta campaña a favor de la Alianza Paraguay Alegre la hace la propia Primera Dama de la Nación y Diputada Emilia Alfaro, en actos cubiertos por toda la prensa nacional. Lo que nos hace pensar lo poco que les importa asumir esas conductas ante un electorado que suponen de una pasividad y sumisión sin límites.
Por el otro lado, los que prometen volver para “recuperar lo perdido” de la mano de su candidato multimillonario, no se quedan muy lejos. Disponen de un dinero jamás antes invertido en la historia de las campañas proselitistas locales, y aseguran sin sonrojarse que marcarán “un nuevo rumbo para el Paraguay”. Todos debiéramos responder a la pregunta más elemental cuando se nos presenta tan atrayente eslogan: ¿Por qué querrían cambiar el actual rumbo de las cosas si en realidad ya con ese rumbo han acumulado todo cuanto poseen? ¿Cómo creerles que ahora vieron la luz de la inversión social, de la reforma tributaria, de la salud y la educación gratuitas y de la verdadera reforma agraria o de la redistribución de la riqueza cuando en verdad se hicieron inmensamente ricos gracias a la ausencia sistemática de esas políticas de Estado?
Por lo tanto la actual guerra que han decidido desatar ambos sectores como preámbulo desagradable a las elecciones de abril no es otra cosa que el montaje perfecto de un show de insultos, en el que los dueños circunstanciales del PLRA y de la ANR fingen una animosidad que no se traduce en la realidad. De hecho, con la aplicación de esa táctica han dominado el espectro político, social y económico nacional durante los últimos 120 años. El bipartidismo duro, la alusión a las pasiones primitivas, al color y la polca como representación de una rivalidad ficticia que al concluir cada batalla distribuye en partes proporcionales las tajadas preferenciales de la torta pública para ambos sectores.
Una tradición que solo se rompió breve y parcialmente entre el 15 de agosto de 2008 y el 22 de junio de 2012. Interrupción del monopolio histórico del poder por parte de los dirigentes colorados y liberales que concluyó abruptamente con el infame juicio político de aquella fecha triste del año pasado, en la que –amenazados en esa fórmula perversa de repartija del poder- decidieron deshacerse no sólo de un Presidente elegido por la gente de todos los signos, sino de lo que éste representaba para vastos sectores democráticos, populares y libres de la población.
Por eso, que hoy se acusen de ladrones, narcos, malversadores de fondos, saqueadores de la cosa pública etcétera no nos conmueve. Es parte del mismo show de siempre, que una vez concluido el 21 de abril, se dispondrá a establecer de nuevo entre vencedores y vencidos el mismo viejo pacto que les permite compartir el poder amigablemente por otros 5 años más.
Para romper esa lógica deleznable solo tenemos al pueblo. Aquél que silenciosamente les puede dar las sorpresas de sus vidas al repetir la hazaña de abril de 2008. Y si bien es cierto que el escenario ha cambiado, y que esa estructura viciosa que ha sido capaz de golpearnos hace tan poco tiempo difícilmente se deje sorprender dos veces, siempre habrá una inmensa mayoría dispuesta a darles a los “Dueños del Paraguay” la lección que hace tanto tiempo se merecen.