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“A pesar de la ansiedad que sienten, son personas que llegan a desmayarse brevemente cuando se les pone una inyección o se les saca sangre”.
Por otro lado, están los que tienen un miedo a la inyección en sí. Esto se manifiesta por los típicos síntomas de ansiedad, como tensión, temblores y pensamientos negativos incluso antes de la cita. ¿Qué hay detrás de estas fobias y cómo se pueden combatir?
Sentimientos de vergüenza por el desmayo
En las personas que a veces sufren desmayos, la presión sanguínea y las pulsaciones suben bruscamente justo antes de que se introduzca la aguja. Los vasos de los músculos se relajan de repente. Esto hace que la presión sanguínea baje rápidamente. Durante un breve lapso de tiempo llega muy poca sangre a la cabeza y la persona sufre un vahído.
Con la fobia a las lesiones por las jeringuillas, los ataques, también llamados síncopes vasovagales, suelen generar miedo a esa embarazosa situación y a los sentimientos de vergüenza que conlleva, agrega Maass, quien también es vicepresidente de la Asociación Alemana de Psicoterapeutas.
En esos casos puede ayudar hablar antes confidencialmente con el médico sobre esos temores. Además, muchos no saben que hay personas que también se desmayan cuando se les saca sangre sin padecer ese miedo pronunciado a las agujas. Saber que esos casos existen puede disminuir el sentimiento de vergüenza.
Una medida práctica para afrontar esta situación es que las personas que sientan este tipo de fobia tensen parte de su cuerpo antes, durante y también después de la inyección.
Para ello se tensan los músculos del brazo y la pierna en la que no se va a introducir la jeringuilla a ritmo de bombeo. De esta manera, la presión sanguínea no suele bajar tan bruscamente debido a la presión muscular en los vasos sanguíneos y se pueden evitar los desmayos.
Miedo a las lesiones
Los que temen la inyección en particular suelen sentir un malestar difuso. Detrás de esto podría estar el temor de que uno se lesione con la jeringa, por ejemplo, en el hueso, o que accidentalmente se le inyecte aire.
“Esto es lo que suele surgir en las conversaciones cuando se llega al fondo de esa sensación de ansiedad”, detalla el psicoterapeuta. También puede ser útil hablar con el médico y, por ejemplo, dejar que le muestre la cánula y luego le explique cómo se va a realizar la inyección y en qué se va a fijar el profesional médico.
Transmitir calma y tranquilidad
En general, los profesionales que ponen la inyección son un factor importante a tener en cuenta. Deberían ser amables con la gente que sufre esos miedos y atenderles con calma.
También puede ser tranquilizador si dejan claro que tienen mucha experiencia y actúan con tranquilidad. “Se debería ir a buscar al paciente, acompañarlo al lugar donde se va poner la inyección y tomar sus miedos en serio”, indica Maass.
Sobre todo conviene prestar atención cuando se trata de personas mayores en las residencias de ancianos, que tal vez ya no sean tan capaces de comprender la situación.
“Cuanto más sólida sea la confianza que se establezca con el paciente, más afectuosas serán las conversaciones preliminares y más dispuestas estarán también las personas a confiar y a superar los miedos”, añade Maass.
Intentar distraer al paciente puede ayudar, pero tan solo un poco. En opinión del experto, puede que todavía funcione con los niños, que tal vez no tengan miedos racionales, pero que básicamente tienen miedo del posible dolor. “Pero los adultos a menudo no se distraen tan fácilmente”.
Posibles consecuencias graves
Quien no quiera de modo alguno que le pongan una inyección y al que las conversaciones con el médico no le ayuden, debería pensar en recurrir a una psicoterapia. “Esto a menudo funciona con un esfuerzo manejable y buenos resultados de tratamiento”, dice Maass.
Una fobia a las inyecciones puede tener graves consecuencias para la salud. Hay personas que debido a esos miedos no acuden a las revisiones preventivas, nunca se sacan sangre o evitan acudir al dentista.