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El enamoramiento es vivido y sentido como una experiencia subjetiva, individual, propia y única que no puede elegirse ni postergarse, a la vez que se siente. Si bien cada persona lo vive y expresa de una manera totalmente particular y diversa, el enamoramiento sostiene ciertos rasgos universalmente compartidos, todos personales, intransferibles, irreductibles, que se apropian de la persona como una especie de analgésico que produce endorfinas en el cuerpo y hasta ciertas hipofunciones a nivel cerebral y hormonal. Durante este proceso de revolución emocional se libera dopamina que provoca sentimientos de euforia siendo nuestro sistema de recompensa del placer, así como oxitocina, nuestra hormona del apego. Ocurre un cóctel hormonal que desconfigura la plataforma de los sentimientos más intensos.
Más allá del enamoramiento aparecen el deseo y la atracción. El deseo es una energía vital, un movimiento, una fuerza que no cesa de buscar satisfacciones eróticas. La atracción es la dirección que toma el deseo, su geografía, su territorialidad; hoy diríamos que la atracción es el GPS; el que lo guía hacia algún lugar y lo orienta para que su manifestación tenga un rumbo, un lugar donde se manifiesta, y deja su latencia. La atracción tiene varios afluentes, como el origen del deseo, del que proviene, las opciones individuales, las inscripciones y registros personales, el mapa erótico e individual de cada persona, las convenciones sociales y la influencia cultural.
Del sentirse enamorado descienden las funciones de elección hacia los demás individuos, una vez que la “persona amada” aparece en escena. Hay un despliegue de sentimientos y emociones que se desenlazan y se manifiestan hacia esta única persona y hace que la persona que ama deje de lado al mundo entero. Sin embargo, el deseo y la atracción pueden seguir disponibles a una multiplicidad de eróticas y objetos de deseo. Es decir, el amor y el deseo son entidades diferentes que pueden darse de manera conjunta o no. El enamoramiento incluye o supone deseo sexual, aunque existen personas románticas que son asexuales; es decir, que se enamoran, pero sin deseo sexual.
El amor empieza cuando concluye el enamoramiento, cuando el encantamiento, la magia y la ficción se desvanecen para dar lugar a la racionalidad, al razonamiento más lógico y productivo. En esta transición ocurre una metamorfosis del sentir; se puede alcanzar un nivel más complejo, intenso, seguro y maduro, que es el amor, o se puede arribar a un lugar desierto cuando la realidad golpea y el encantamiento se deshace sin haber consolidado la conectividad de la pareja; en ese momento se llega a la ruptura, ya que el desfase entre el ideal y el real produce un movimiento disfuncional.
Respondiendo a la pregunta ¿se puede amar y desear a dos personas al mismo tiempo? Sí, se puede. El amor es un sentimiento de bienestar, intimidad y compromiso; es un vínculo de confianza, proximidad, compañerismo; una conexión emocional hacia otra persona que no siempre involucra un deseo o tensión sexual con una única persona. Las parejas, en su mayoría, esperan que se dé naturalmente la confluencia del amor y el deseo, como dos caras de la misma moneda; sin embargo, son dos monedas diferentes que no siempre se dan simultáneamente.
Es fundamental construir este concepto fusionado del amor y el deseo, puesto que muchas personas que dejan de sentir deseo sexual hacia sus parejas empiezan a cuestionarse sobre el amor, poniendo en riesgo su relación de pareja y dudando acerca de sus artes amatorias. El amor no está condicionado por el deseo; por más que siempre fluctúa y se transforma, el amor es un movimiento que se modifica y se expresa de diversas maneras a lo largo de las dinámicas relacionales, independientemente de cómo se exprese o se sienta el deseo y la pasión.
El hecho de desear a alguien más no significa que se dejó de amar o que una persona deba dejar de sentirse amada. El deseo es una energía transitoria; más allá de sentir, está la decisión de satisfacer ese deseo.
Por último, a falta de deseo o frente a una inhibición del deseo sexual, la erótica se desarrolla, se trabaja, se habilita, se reinventa, se crea, se imagina. La pasión no tiene vida propia, se la da; es decir, nuestra mente es la promotora de su función primordial; no esperemos que se agote para reavivarla. El deseo hay que trabajarlo, mientras que el amor hay que sentirlo.
* Magíster, psicóloga clínica, psicopedagoga clínica y orientadora en sexualidad.