El desafío de los dos principales partidos políticos del país es tratar de llegar unidos a las elecciones generales de abril próximo. El lento pero sostenido vaciamiento de los grupos partidarios desde la caída de la dictadura ha consolidado el personalismo. Actualmente los movimientos internos alineados bajo la sombra de un líder tienen mucho mayor peso que la misma institución partidaria. Eso hace que los partidos lleguen rotos a las elecciones y que gran parte de su futuro electoral este atado a la resolución de sus diferencias aún después de las internas.
El Tribunal Electoral de Capital habilitó al Presidente de la República, al vicepresidente y a los que hayan ocupado esos cargos a postularse para ocupar una banca en el Congreso. La oposición había planteado a los jueces que los presidentes y expresidentes abandonasen la carrera electoral, pero esperaban que se rechazara el pedido.
Hace unos días se hizo pública una encuesta sobre la intención de voto para las elecciones generales del 22 de abril. Es una de las muchas que circulan en los equipos de campaña. Todas tienen matices, pero también todas coinciden en un punto: la candidatura presidencial de la oposición no logra levantar vuelo.
El artículo 201 de la Constitución dispone que los senadores y diputados pierden su investidura por violar el régimen de inhabilidades o incompatibilidades y por el uso indebido de influencias fehacientemente comprobada. El artículo 185, segunda parte, sostiene que las decisiones en las Cámara se tomarán por simple mayoría salvo que la Constitución establezca una mayoría calificada. La redacción es simple y clara, no permite dudas. Cualquier interpretación diferente es claramente un atropello.
Estamos a poco más de veinte días de las elecciones generales, pero la sensación es que todo está definido. La campaña presidencial parece haber terminado en diciembre con las internas del Partido Colorado. La percepción se reforzó hace algunas semanas cuando las encuestas revelaron que el candidato colorado a la presidencia está más de treinta puntos por delante del opositor.
La profunda división interna que arrastra el PLRA desde el 2012 amenaza finalmente con tener efectos devastadores para su futuro. Diferentes encuestas revelan que no solo podría perder las elecciones presidenciales, sino además se quedaría con menos bancas en el Congreso y después de 26 años cedería la Gobernación del Departamento Central. Una derrota a esa escala representará una reconfiguración de la oposición en su conjunto en el próximo periodo constitucional.