Atravesando la noche asuncena de fines de los 70, la infame «operación tijera» o el absurdo Edicto número 3, entre otros episodios y escenarios, estas páginas nos permiten bucear en el pasado reciente de la mano de un protagonista central de aquellos años, escribe Mario Ferreiro sobre el libro de Genaro Pappalardo Memorias de Tito y unos cuentos (Asunción, Servilibro, 2022).
Peter Jackson logra que nos replanteemos todo lo previamente aprendido sobre los Beatles, escribe Mario Ferreiro acerca del enciclopédico documental que registra la composición del álbum «Let It Be» y parte de «Abbey Road» (el último de la banda) en 22 días.
Allá van ellos, pertrechados con sus encuestas amañadas y sus concentraciones multitudinarias. Agazapados bajo las generosas mesas de los más burdos negociados. Tejiendo alianzas solamente entre ellos. Facturando por día lo que el pueblo jamás recibirá. Y diciéndonos al final del día que ellos son los únicos capaces de conducir nuestra nación.
Si algo le faltaba a esta campaña ahora ya estamos completos: el miedo comienza a instalarse cómodamente para ensombrecer la competencia electoral del 21 de abril. Llega en tiempo y forma para evitar que la ciudadanía, -aquella a la que tanto temen-, no pueda expresarse con suficiente libertad en las próximas elecciones.
Nunca me gustó la expresión electoral “Voto Útil”, simplemente porque la misma infiere que todas aquellas otras opciones elegidas libre y conscientemente por la gente según su mejor parecer y entender no es de utilidad alguna, casi una ofensa. Además expresa una desesperación electoral que luego que no tarda en convertirse en un boomerang que retorna en forma de anticipada sensación de una derrota o inevitable hundimiento.
La campaña va entrando en su etapa final y es natural que las aguas se agiten un poco. Con encuestas y encuestadores bajo permanente sospecha (el otro día una observadora europea nos decía que nunca había visto encuestas de resultados tan distintos en un mismo proceso electoral) y con debates que se desaprueban o se responden con total indiferencia si los candidatos del establishment no funcionan, vamos de todos modos caminando, inexorablemente hacia el 21 de abril.
En estos días de intensa campaña hemos utilizado terminología desafiante para despertar la imaginación de la ciudadanía. A riesgo de ser malinterpretados, hablamos de “barrer con este parlamento” y convocamos a terminar con la vieja política. También hicimos referencia a la partidocracia que nos domina sin resultados positivos hace más de 100 años. Y para rematar propusimos pensar en la revocatoria de mandato como parte de una futura reforma constitucional.
En estos tiempos de campañas que se irán embruteciendo con el paso de los días. En donde aparecerán como ángeles justicieros aquellos que no tuvieron empacho alguno en transar con los rojos demonios de las cúpulas republicanas. En estas horas de insultos y diatribas, hay que empecinarse en no perder el rumbo. Avanza País llegó para quedarse y apunta a la transformación de la sociedad, hasta volverla más tolerante, inclusiva, justa y equitativa. Lo otro es parte de la vieja política, aquella que justamente nos ha arrastrado a los índices espantosos de miseria que nuestro país exhibe impúdicamente ante el mundo entero.
A dos meses de las elecciones generales, las cúpulas de los dos partidos tradicionales más antiguos del Paraguay comienzan a desplegar su habitual repertorio. Los que hoy ocupan la jefatura política del Estado incitan desembozadamente a sus funcionarios a “trabajar” por sus candidaturas. Les demandan sin ruborizarse mayor “esfuerzo”, y amenazan con tiempos negros si ellos perdieran unos privilegios que han aumentado ostensiblemente desde el 22 de junio del año pasado.
Es seguro que uno carece de muchos atributos y nadie se enoja cuando se nos enrostra la falta de experiencia política, -al contrario-, muchas veces lo tomamos como una verdadera distinción, por lo menos en la devaluada acepción que se le atribuye al término en nuestro país. Pero lo que no podrán decirnos al final de esta larga y dificultosa campaña es que no hemos sido coherentes.