En los aciagos días que sacudieron a la patria, al lado de los hombres, también estuvieron sus fieles compañeras. Y en los campamentos había un lugarcito para ese sentimiento tan puro y humano. Así fueron los sueños de amor de Francisca Ignacia Ortiz y Juan Bautista Delvalle en medio de la guerra de la Triple Alianza.
Así parece ser para algunas personas. Las que se dedican a buscar tesoros bajo tierra. Son muchas. Mucha más gente de lo que congrega cualquier otra actividad de fin de semana. Y, además de productiva, rentable. Algunos se dedican al cometido de manera profesional. Viven de eso y, según afirman, viven bien.
Los documentos de la “Colección Jarolín”, cuya publicación comienza este domingo 15 de agosto, contienen varios relatos sobre túneles, bóvedas o depósitos. Instalaciones que habrían sido destinadas para la “guarda de tesoros y objetos de valor” desde los tiempos coloniales hasta los gobiernos independientes que “dejaron de existir” en Cerro Kora, el 1 de marzo de 1870.
No importa cual sea el tema en discusión que para terminar el debate, alguien dirá “que es un problema de educación”. Reducir los problemas apelando a sentencias como ésta, suele otorgar a la Educación la misión de solucionar absolutamente todo: desde la corrupción hasta la violencia callejera. Aunque estos dos fenómenos y sus derivaciones, son consecuencias de un hecho mucho más frustrante, complejo y grave: la democracia cautiva de los poderes partidarios. Cuyos dirigentes, sólo se ocupan de blindar posiciones y privilegios antes que enfrentar con seriedad, rigor y patriotismo, los múltiples problemas que enfrenta la sociedad.
Cuando alguien en mi casa reclama: “¡Hay que bañar al perro! … ¡hay que regar las plantas!” …”. O, “hay que ir al super mercado”, entiendo claramente que ese “hay que”, soy yo. Es casi la misma disyuntiva puesta al Gobierno Nacional que acosado por el clamor de “que hay que reformar el Estado” … decidió hacerlo. Es decir: bañar al perro o reformar el Estado. Que sería casi lo mismo considerando el rigor que suele poner el Gobierno en estos asuntos.
La permanente apelación a los “hombres de confianza” no es nueva … porque siempre hubo incondicionales del poder. Los que medran a la sombra de los gabinetes de gobierno. Tras la finalización de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza -por ejemplo- y con el primer intento constitucional, el Presidente Cirilo Antonio Rivarola nombró a Juan Bautista Gill como Ministro de Hacienda. De inmediato, éste armó el “batallón guarara” con dinero del Estado y con gente reclutada del “peor raidaje de la Chacarita” para que le sirviera de fuerza de choque. Desde entonces se conocen los “aprietes” o “escraches” a cualquiera que se cruzara en el camino de estos personajes. El final de ese camino era desde luego, suceder a su mentor en la siguiente elección. Es decir, en los remedos eleccionarios que habían entonces. Mas o menos como los de ahora.
Algunos compatriotas todavía se preguntan si es posible una demanda del Paraguay contra los integrantes de la antigua Triple Alianza. Si lo fuera … ¿qué se alegaría?: sustracción de territorios? … rapiña generalizada al patrimonio nacional? … genocidio? Son los recurridos argumentos que motivaron la guerra extendida entre los años de 1865 a 1870; así como fueron sus consecuencias tras los siete años y meses de la ocupación del territorio nacional que siguieron a su finalización.
Cada vez que la gente sale la calle para protestar… se demuestra que nuestros representantes están de más. Porque es a través de ellos que debe producirse el constitucional mandato de peticionar a las autoridades. Y si la calle se convierte en el escenario sustituto de mecanismos que no funcionan, es que el mismo Estado nacional se manifiesta inservible. Que su costosa burocracia superpoblada de funcionarios, con prerrogativas, responsabilidades y salarios, no realiza el trabajo previsto en las normas.
En los primeros días de este 2021, un diario español publicó un recuento de las vivencias una persona cualquiera que hubiera nacido en el primer día del siglo XX. Es decir, el 1 de enero de 1901. Según el artículo, la persona en cuestión habría sido testigo de novedades asombrosas como de tragedias estremecedoras que marcaron el destino de la humanidad, en el siglo ya en curso. Entre las primeras estuvieron la irrupción del automóvil, del aeroplano y el desarrollo de la aviación, los avances de la fotografía y el cine, la gran evolución de los medios gráficos, junto a movimientos estéticos que fueron más tarde, fundamento de las artes y la arquitectura en todo el mundo.
Las redes sociales nos castigan a veces con envíos supuestamente “orientadores” de lo que sucede en el mundo. Tan bien producidos y relatados que no pueden ser sólo el resultado de la buena -o mala- intención de algún entusiasta operador digital, sino la acabada muestra de cómo puede manipularse la información con mucho dinero y talento mal-utilizado.