El mundo no pudo recuperarse aún de la pandemia del covid-19 pero ya ha entrado a otra preocupación humanitaria: la situación alimentaria mundial. Aunque es un tema en el que se viene trabajando desde hace bastante tiempo con la intención de lograr el hambre cero, nuevas aristas hacen que este drama esté en el centro de discusión.
La grave situación humanitaria generada por el paso de la pandemia nos plantea un panorama desafiante en América Latina y el Caribe. Hay que enfrentar y superar la más compleja crisis económica y social de las últimas décadas. El esfuerzo de prácticamente una década de reducción de la pobreza y el hambre está quedando sin efecto. Ninguna otra región ha sido tan golpeada con tanta fuerza por el COVID-19.
La pandemia por el COVID-19 dará lugar a una de las peores recesiones de este siglo en América Latina y el Caribe, según varias fuentes. Se prevé un aumento de 28 millones de personas en situación de pobreza extrema en la región, para llegar a 96 millones (o el 14,9% de la población total), y de 45 millones en situación de pobreza, alcanzando a 230 millones (o el 35,6% de la población total).
En un contexto de crisis ambiental y sanitaria mundial, es necesario pensar qué estamos haciendo para revivir los espacios naturales perdidos por el desarrollo. Debemos recordar que existe una interdependencia entre el ser humano y el planeta, por lo que es vital entender que todo lo que hagamos o dejemos de hacer nos afectará tarde o temprano.
Para hablar de transformación de sistema agroalimentario, iniciemos recordando a Aristóteles, que en su tesis sobre la “eternidad del movimiento”, señaló que el movimiento no surge del reposo absoluto; surge, solamente, de otro movimiento previo y, por lo tanto, el movimiento per se, es eterno.
La agricultura familiar juega un papel central en la producción y suministro de alimentos en Paraguay. La pandemia del COVID-19 evidenció, más que nunca, su importancia, y la necesidad de repensar soluciones y reformular la manera en la cual debe ser fortalecida.
Paraguay es hoy el país con más baja representación política de mujeres en el Congreso a nivel de Latinoamérica hispanoparlante, con apenas un 16,8% de mujeres en los dos últimos períodos parlamentarios. En términos de candidaturas, el 39% de las listas durante las Elecciones Generales de 2018 estuvieron compuestas por mujeres, frente a un 61% de hombres. Del total de cargos en disputa, las mujeres sólo lograron ocupar el 18%. En los 17 departamentos, no hay ninguna mujer gobernadora, y en los demás cargos como Junta departamental y Parlamento del Mercosur, no se registraron avances significativos. A nivel local la situación no es mejor. Hay apenas 20% de mujeres concejalas, porcentaje que no ha aumentado en los últimos tres periodos electorales (2006, 2010 y 2015) y un escaso 10% de mujeres intendentas en todo el país.