En la Universidad de Cornell en 1999 fueron publicados los resultados de una investigación realizada por Justin Kruger y David Dunning, y por dicho trabajo ambos científicos fueron galardonados con el premio Nobel en el año 2000. Ellos realizaron estudios basados en una hipótesis planteada por Charles Darwin que afirmaba que “la ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento”.
Si sos dueño de un negocio propio, fundador de una empresa que con el tiempo se ha convertido en una empresa familiar o profesional independiente, entonces lo más probable es que te encuentres frente a un desafío importante: saber cuándo retirarte y tomar medidas para ese momento.
En capacitaciones dirigidas a gerentes y directivos, constantemente estamos escuchando sobre las nuevas generaciones que se incorporan al mundo empresarial e impactan en las organizaciones. Pero a los millennial e incluso a los nativos digitales, los reconocemos en nuestros hijos, colaboradores, clientes y proveedores. Ellos se destacan porque son activos, emprendedores, flexibles, innovadores, creativos, apasionados, arriesgados, buscan sentirse felices todo el tiempo, son ansiosos y tienen poca tolerancia a la frustración, dando incluso la errónea impresión de que no son capaces de comprometerse a largo plazo con ningún proyecto.
Basta observar el comportamiento de las personas en una reunión social o incluso en la mesa de un restaurant para encontrarnos con el escenario típico del siglo XXI, todos atrapados por la luminosa pantalla del celular que no para de emitir comentarios, videos, imágenes graciosas o importantes mensajes laborales. La tecnología es maravillosa, nos regala enormes oportunidades que pueden mejorar nuestra calidad de vida; el desafío consiste en estar conectados, pero no atrapados.
Todos necesitamos convertirnos en inversionistas, pues esa es la manera en la que nuestro dinero trabaja para nosotros y nos genera ingresos pasivos; de lo contrario, para ganar dinero necesitamos trabajar, por eso los ingresos provenientes de nuestra actividad laboral se llaman activos.
La vida nos presenta situaciones no siempre favorables, que debemos atravesar y cada persona reacciona ante las circunstancias de una manera distinta, pues las comprendemos de manera diferente e incluso hacemos cosas que podrían ser interpretadas como decisiones buenas por unos y malas por otros. Esto nos puede ocasionar graves inconvenientes en nuestras relaciones laborales, profesionales e incluso familiares; sin embargo, independientemente a las consecuencias de dichas acciones, podrían ser puntos de vista igual de válidos, pues dependen del cristal con que se mire. Lo que nos condiciona no son los hechos, sino la forma en la que interpretamos esos hechos.
La prosperidad financiera resulta atractiva como idea de tranquilidad, sin embargo en base a la experiencia de analizar los inconvenientes financieros de centenares de personas que en éstos años me han regalado su confianza al contarme los detalles de su historia económica, puedo concluir que el dinero (que alcance, sobre o falte) no constituye por sí solo un causal de equilibrio.
Actualmente, estamos enfrentando una competencia creciente en cuanto a capacidades de tecnología, innovación y creatividad, y además se requieren habilidades para resolver conflictos de una manera muy distinta a la que estábamos acostumbrados hace una década.
Mejorar implica cambiar, aunque en ocasiones pareciera que esperamos que las “mejoras” vengan desde afuera y no estamos dispuestos a hacer los cambios que hacen falta en nuestros hábitos. En ese sentido, lo que suelo escuchar resulta en cuasi utopías como: “Me va a alcanzar el dinero si me aumentan el sueldo”.