Nicolás Maduro no domina la sutileza. Su terreno es el de los insultos y chistes malos que secundan sus corifeos. Basta ver esas comparecencias televisivas junto a su hombre fuerte, Diosdado Cabello, en las que ambos reparten palos (y ninguna zanahoria) como un dúo de comediantes de tercera.
Nicolás Maduro tiene la imaginación de un botijo. Cuando se le complica la situación en Venezuela saca los farolillos y anuncia que ha llegado la Navidad, aunque en el calendario falten unos meses para que, verdaderamente, sean las fechas de tan señaladas festividades.
Kamala Harris ya es oficialmente la candidata demócrata a la presidencia. Después de cuatro jornadas maratonianas, la convención demócrata, celebrada en Chicago, finalizó con el discurso de aceptación de la vicepresidenta de Joe Biden. El relevo generacional dentro del Partido Demócrata ya es un hecho y Harris enarbola una antorcha a la que otros después de ella pueden aspirar.
Lo leí en el diario español El País. El comentario de un chef de alta cocina se me quedó grabado: “Los ricos de verdad no van a restaurantes”, afirmaba en la entrevista Aleíx Sarrión, un cocinero notable que se ha esforzado por conocer a fondo los gustos de los multimillonarios. Una de sus conclusiones es que los ricos huyen de la masificación, en busca de una privacidad que, al parecer, les alivia el estrés de sus vidas.
Todo iba bien hasta que el presidente Joe Biden anunció que se retiraba de la carrera por la reelección. Al parecer, así lo percibía el ex presidente Donald Trump, quien, en su discurso de clausura en la convención republicana, no dudó en descalificarlo. Aclamado por los presentes como una suerte de mesías y recién “coronado” para intentar ocupar nuevamente la Casa Blanca, dijo de Biden que era “el peor presidente de la historia de Estados Unidos”.