Hay obras insuperables en la literatura Universal. Después de tantos siglos no se escribieron poemas como la Ilíada o la Odisea, o quizás como La Divina Comedia; la dramaturgia no superó a Esquilo, a Sófocles o Eurípides: la filosofía no volvió a la perfección aristotélica tomista; no se escribió novela como El Quijote, ni se superaron los frescos de la Capilla Sixtina, las esculturas del David o el Moisés, ni se repitió la perfección arquitectónica de Miguel Ángel; pues tampoco volvimos a leer nada del tamaño político de La Democracia en América del francés Alexis de Tocqeville. Obras perfectas. Insuperables. Grandiosas.
Que se hubieran reunido los escabrosos personajes del proceso 8.000 con los peores asesinos, secuestradores, violadores, narcotraficantes de toda América, fue una pura coincidencia. Reunión ocasional de amigos de la paz, de la concordia, de la reconciliación entre los colombianos.
Creyeron tenerlo todo. Un presidente comprado para su causa, la comisión de áulicos que seguía sus apetitos en Cuba, la prensa que repleta de publicidad cantaba el coro de la Paz, un Congreso lleno de mermelada que los aplaudía, una Corte Constitucional dispuesta a perdonarles cualquier cosa que hubieran hecho, cualquier crimen que hubieran cometido. Todo estaba calculado. Todo dispuesto. Todo garantizado.
Disentimos de quienes opinan que el ataque y la muerte del peor de los terroristas iraníes complicó las relaciones de lo que llamamos Occidente con el fanatismo islámico y el oso soviético. Las cosas no podían estar peor. Los desafíos permanentes de Irán a quienes soñaban limitar su proyecto nuclear bastarían como prueba del aserto. Pero la suma de esa arrogancia perversa con los ataques terroristas que se suceden sin parar en todas las esquinas de Europa y el ataque a la Embajada de los Estados Unidos en Irak, que era en lo que estaba el nada bueno Soleimani, prueban hasta la saciedad que los peores días estaban por venir.
Si fuese verdad que el glifosato produce cáncer, nadie anduviera vivo en Colombia. Las zonas cafeteras se riegan todas con Round Up, que así se llama la criatura, y vamos con 600 municipios del país. La caña de azúcar y la panelera; el arroz; el banano y el plátano; los nuevos cultivos de aguacate, en fin, la agricultura toda de este país se defiende de las malezas con glifosato. Y la ciencia médica no ha revelado un caso, ni uno tan solo, de cáncer adquirido por obra de ese producto.
Se llamó “Fría” la sucesión de guerras y guerritas encendidas al final de la Segunda Guerra Mundial. Las potencias comunistas y las democracias se mostraban los dientes uno y otro día. Y no se los mostraban enfrentadas entre ellas, que bien se guardaron de tanto, sino alentando conflictos donde más le doliera al adversario y más clara quedara la voluntad y la capacidad de ofenderlo.