La pandemia del COVID-19 está suponiendo un triple reto para la industria alimentaria: asegurar el suministro de alimentos a la población, salvaguardar la salud de los trabajadores de las empresas y, desde luego, seguir garantizando la seguridad alimentaria de los productos con los más altos estándares de calidad e inocuidad.
La agricultura familiar es un sector clave para la seguridad alimentaria, erradicación del hambre, generación de empleo rural, reducción de la pobreza, conservación de la biodiversidad, mitigación del cambio climático y preservación del medio ambiente.
El bajo crecimiento económico, los fenómenos climáticos graves, modos no sostenibles de producción y consumo de alimentos, y la transición demográfica, epidemiológica y nutricional están poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe.
Los modos de vida y los medios de subsistencia de los pueblos indígenas pueden enseñarnos mucho sobre la preservación de los recursos naturales, un modo de vida más sostenible y en armonía con el medio ambiente. Verlos como socios activos del desarrollo rural y la conservación de la biodiversidad, nos llevará a entender que tienen una riqueza cultural y natural única y que son piezas clave en la lucha contra el cambio climático.
Paraguay ha sido uno de los países con mayor crecimiento económico en América Latina en los últimos tiempos. Su Producto Interno Bruto (PIB) creció casi tres veces más que la media regional en los últimos 10 años (48% frente al 17% de la región), según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un órgano vinculado a las Naciones Unidas.
En el Día Mundial de las Abejas, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha llamado a los países a redoblar esfuerzos para proteger a estas invalorables aliadas, cruciales en la lucha contra el hambre y en el equilibrio de los ecosistemas.