Cuando el 23 de enero de 2019 Juan Guaidó juramentó como presidente encargado de Venezuela, creímos en el inicio de un gobierno de transición para sacar del poder a Nicolás Maduro y cesar la dictadura. Cuando el 12 de noviembre de 2019 Jeanine Añez juró como presidenta interina de Bolivia porque los bolivianos acababan de lograr la renuncia del dictador Evo Morales, creímos que comenzaba la transición a la democracia. Ante la indignación de los pueblos, tales transiciones de dictadura a democracia no existen. En Venezuela siguen el dictador y la dictadura, y en Bolivia nunca cesó la dictadura y regresó el dictador.
Ante la pandemia del covid-19 la mayoría de los gobiernos han aplicado normas de excepción con cuarentenas y confinamientos, muchos criticados por su reacción tardía, otros señalados por haberlas aplicado parcialmente, mientras crecen la crisis económica y el descontento social. En América Latina hay diferencias sustanciales entre los países con democracia y las dictaduras con hechos que muestran que la pandemia está debilitando gobiernos democráticos y dando oportunidad de permanencia a las dictaduras.
La resistencia civil del pueblo boliviano llevó a la renuncia del dictador Evo Morales, inició la transición a la democracia que se ha convertido en un accidentado proceso que presenta a la dictadura como ganadora de las elecciones del próximo 3 de mayo. Casi 14 años de dictadura castrochavista con intervención directa de Cuba y Venezuela en el establecimiento de Bolivia como narcoestado, hicieron crisis con fraude electoral y delitos in fraganti de Evo Morales y su régimen en las elecciones del 20 de octubre de 2019 y produjeron su renuncia el 10 de noviembre. Solo 4 meses después la dictadura está ganando las elecciones y si lo logra el efecto será devastador para Bolivia y las Américas.
El retorno a los principios y normas de la Organización de Estados Americanos (OEA) es el mayor aporte que Luis Almagro ha producido. Su lucha contra las dictaduras lo ha convertido en enemigo y objetivo del castrochavismo, que busca separarlo de la secretaría general. La dictadura de Cuba —sin participar oficialmente en la OEA— lidera la operación anti Almagro con las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, la activa acción de Argentina y México, algunos países del Caribe y una aparente maniobra de “quid pro quo” con Canadá, cuyo voto para desestabilizar la OEA sería obtenido a cambio de asegurarle la posición de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La mayor amenaza a la estabilidad de las democracias en las Américas es la dictadura de Cuba con su control sobre las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, su pretensión de recuperar sus regímenes en Ecuador y Bolivia, y su estrategia de constante sedición con el crimen como instrumento. Los gobiernos democráticos de América Latina persisten en mantener una actitud de simulación inexplicable con el agresor permanente, cuando la realidad exige la defensa de sus intereses nacionales. Es tiempo de sincerar la política exterior de las democracias respecto a Cuba, identificándola claramente como el Estado controlado por un régimen de crimen organizado transnacional.
La nueva década mantiene la existencia de dos Américas, una democrática y otra dictatorial de delincuencia organizada desde la que se busca la desestabilización permanente de las democracias. La América dictatorial, ahora denominada “castrochavismo”, está dirigida por Cuba que controla las dictaduras de Venezuela y Nicaragua e integraba a Ecuador con Rafael Correa y Bolivia con Evo Morales. Las dictaduras han perdido espacio y afrontan situaciones de crisis terminal, pero ahora están apoyadas por los gobiernos de Argentina, México y España.