Asunción sin dudas es una ciudad que se sufre, pero que se podría disfrutar mucho. Desde hace tanto tiempo se hablan de soluciones y proyectos que se cumplen a medias y se destapan cada vez más hechos que nos dan vergüenza y nos llenan de impotencia. Y no es que no tenga recursos, solamente que muchos de ellos se utilizaron para cubrir las necesidades más básicas, como sueldos. Hace unos días el Ministerio Público afirmó que descubrió que un exadministrador municipal habría ocultado bienes por 7.000 millones de guaraníes. Para los asuncenos debe ser una pesadilla intuir a dónde fueron los famosos bonos, que dejaron tan endeudada a la comuna.
Al parecer nuestro país está volviendo a la vieja práctica de hacer sistemática la delación. Lejos de todo lo que puede esperar la ciudadanía, las personas que denuncien hechos irregulares, crímenes o corrupción corren el riesgo de ser ellas mismas las investigadas.
El Fiscal General del Estado, Emiliano Rolón, deslizó una llamativa frase esta semana ante la consulta de si hay presiones para abrir carpetas fiscales: “No, ninguna. Ningún medio, ni ninguna persona, nadie está exento de ser investigado. Ni tampoco hay ninguna limitación. Lo que queremos es información”.
La mejor manera de convertirse en un objeto con fecha de vencimiento es sin duda volverse útil a los poderosos de turno. Útil en el sentido estrictamente mafioso sería dar algo a cambio, el intercambio de favores que tranquilamente puede ser ilegal.
Qué mucha indignación vimos de las autoridades actuales, y miembros de todos los partidos, pero principalmente del partido de gobierno, al criticar la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Pero como la coherencia tampoco es una característica del gobierno, se puede rememorar que los fuertes comunicados y firmes posturas de la última semana contra la asunción del venezolano comenzaron con un raro flirteo de Santiago Peña hacia dicho gobierno durante la campaña y al principio de su mandato.

Un gesto lleno de creatividad y ternura conquistó las redes sociales: un niño decidió colocar un aire acondicionado en el pesebre de su casa para que la Sagrada Familia no pase calor durante las altas temperaturas. Leé en la nota los detalles de esta emotiva historia.
Para esta historia es necesario subirnos a la máquina del tiempo y retroceder unos 27 años, para ser más precisos a noviembre de 1997 en la cálida Asunción. El protagonista es un ilustre visitante español que llevaba más de 17 años como magistrado, contando con apenas 42 años de edad, y ya había sentenciado a centenares de terroristas, así como a decenas de narcotraficantes y delincuentes financieros.
“Otro caso de alumnos sin colación”, “Estudiantes no podrán viajar porque desapareció la plata”, decían algunos títulos de los medios. Ellos y los que apropian de las cosas ajenas en cualquier lugar son como la sidra, el pan dulce y lo otro que evitaremos decir para no abrir viejas heridas, un clásico de fin de año.
Es diciembre, se escucha en las bocinas del tránsito de nuestra ciudad, se siente en la velocidad que corre por las rutas del país, en la falta de tiempo por los miles de compromisos asumidos y despedidas de año programadas, siempre parece que se hace complicado llegar tranquilos a las fiestas de fin de año. El día a día se siente como el pulso acelerado de un día caminando bajo el sol del último mes del año en Paraguay.