El último demiurgo
Fue, en palabras de un prestigioso crítico, “el mejor y el peor poeta de su generación”. Odiado y denostado por muchos, adorado y ensalzado por otros (que, no obstante, no lograron salvarle de sus propios demonios), vivió más tiempo en los manicomios que fuera de ellos. Fue culto, inteligente, imprevisible, solitario. Fue alcohólico, bisexual, esquizofrénico, adicto a mil sustancias, vagabundo, apologista de ETA, narrador, traductor y poeta. Poeta, sobre todo, y contra todo. Se llamaba Leopoldo María Panero y murió el pasado 5 de marzo en Las Palmas de Gran Canaria.