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Durante todo el 1800, la producción teórica encabezada por Marx por un lado y los herederos de Rousseau por el otro fue el acompasamiento de la conciencia al desarrollo del sistema capitalista.
La burguesía se afianzó en el poder, anidando la idea de progreso y hegemonizó su sistema de dominio cerrando el contrato social con la promesa del crecimiento y la abundancia.
El resultado fue el modernismo, que entrañó con el avance técnico, los grandes descubrimientos científicos, un mercado mundial consolidado y el posterior advenimiento de los medios masivos de comunicación; y la progresiva imposibilidad de realización del hombre, cada vez más fragmentado, serializado y alienado.
Las distintas vanguardias artísticas que surgieron a lo largo del siglo, desde distintos aspectos, acudieron al llamado de denunciar que la modernidad es este lugar donde todo lo sólido se desvanece en el aire.
Primeras vanguardias: futurismo y dadaísmo
Para los futuristas, la modernidad es la conjugación de la ciencia y el arte como vehículo de placer del hombre. Ven, en esa conjugación, los elementos para la constitución de un nuevo hombre que destruya las instituciones que lo apresan.
El futurismo hará del progreso y la maquinaria sus banderas
La exaltación de la guerra como única higiene del mundo, su lucha manifiesta contra la moral burguesa y la inmovilidad pensativa, y su llamado a las mareas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, hacen del futurismo la primera vanguardia artística que se plantea una idea revolucionaria del futuro.
Esta idea, en los futuristas, significa una alabanza ciega del avance tecnológico sin miramientos en el costo humano, y una creencia sumamente romántica respecto del desarrollo de las fuerzas productivas, donde la dialéctica queda excluida y la libertad es sinónimo de modernismo presente.
Pero, sin embargo, esta idea revolucionaria que el futurismo se plantea en los inicios del siglo XX y casi en el portal de la Primera Guerra Mundial, es el primer paso que se da desde la esfera artística hacia la acción política.
La caducidad de los cánones del arte, como reflejo de todo un sistema en decadencia, o bien, que necesariamente debe caer, da cuenta de una de las grandes contradicciones de la burguesía: no puede existir sin revolucionar constantemente los medios de producción, y con ello, todas las relaciones sociales.
Iniciada ya la Primera Guerra, en 1916, en Zurich surge el Dadaísmo, por iniciativa de Tristán Tzara, quien rápidamente logra extenderlo a Alemania y a Francia (guiado por Bretón).
El movimiento nació como reacción no sólo a la guerra, sino también a las ideas dentro del arte y su valoración de elite.
Critican al futurismo y su alabanza ciega al progreso. Para el Dadá, el cubismo nació de la simple manera de mirar el objeto; el
futurismo ve una taza en movimiento adornada maliciosamente con algunas líneas de fuerza, pero el artista nuevo protesta: ya no pinta.
El Dadaísmo no tuvo ningún sostén teórico, fue una
reacción, un intento de acción, efímero, dentro del arte y hacia la sociedad en guerra.
Fue un manifiesto contra la lógica, la familia, la religión, las instituciones que dictaminan la belleza de una obra, y el progreso que había hecho nacer esa guerra.
El Dadaísmo será tomado posteriormente por otras vanguardias como el primer cuestionamiento radical del papel de la obra de arte en la sociedad burguesa.
Vanguardias de la primera posguerra:
Surrealismo
El movimiento se crea hacia 1922 (año en que el Dadaísmo desaparece, producto de una pelea entre el ala Tristán Tzara y el ala Bretón, en la que Tzara le cuestiona a Bretón la exigencia de politización del movimiento), pero su primer manifiesto data de 1924, publicado en su primera revista: Revolución surrealista. Su postulado es devolver el arte a la vida, y así romper la dicotomía vida-sueño, arte-sociedad.
El surrealismo da un salto cualitativo en el plano político-artístico: pone en tela de juicio el destino del hombre moderno y sus personajes más destacados incursionan en la militancia partidaria del PC francés desde 1924 hasta 1930, año en que el PC francés entra en crisis con los intelectuales de sus filas por la línea de la Comintern de Clase contra clase.
Pero luego de la división del surrealismo, a fines de 1938, semanas después de la elaboración del manifiesto por un arte revolucionario independiente con Trotsky en México, Bretón fundará la FIARI (Federación Internacional por un
Arte Revolucionario Independiente, que nucleó a sesenta artistas e intelectuales en su primer congreso europeo) en una definida posición de sostener la lucha y la unidad.
El surrealismo toma como posturas teóricas a Marx y a Freud. De uno, la liberación social, que se lograría a través de la revuelta; del otro, la liberación individual que se lograría con la desautomatización de la percepción de la vida, cuando esta dé cuenta de sí a través de métodos de asociación libre.
Toda la concepción surrealista, tanto del arte como de la sociedad en general, está profundamente influida por la idea marxista de falsa conciencia, en tanto las acciones de los hombres y su producto no son el mero reflejo de sus condiciones reales, sino en sí mismas críticas, ya que responden a una realidad que se percibe como insuficiente.
El movimiento surrealista dispara claramente contra su objetivo: la división arte-praxis vital, la tan pregonada por la burguesía autonomía del arte.
El surrealismo rescató de la momificación contemplativa, las fuerzas del hombre y su poder de cambio a través de la acción, puso en primer plano el procedimiento como producción colectiva, por sobre la percepción estética individual.
Walter Benjamín señala una dialéctica histórica de la división arte-praxis vital, ya que si bien esta es exclusiva del dominio burgués, fue a la vez necesaria para la desacralización del arte feudal. Esta autonomía produce un vacío de sentido de la obra de arte, ya que esta pierde su función.
La ideología burguesa intenta llenar este vacío con el esteticismo, donde el contenido del arte es el arte mismo (lart pour lart), y la humanidad está presente en el arte como espectáculo de sí misma.
Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden.
Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.
Una herramienta crítica
A lo largo de todas las vanguardias artísticas que se sucedieron y yuxtapusieron durante la primera mitad del siglo XX (además de las mencionadas se encuentran el Modernismo, el Expresionismo, el Suprematismo, el Constructivismo y el Situacionismo, entre otras), es posible pensar en el desarrollo de la conciencia política del artista modernista como una dialéctica, que desemboca en el Surrealismo.
Este, pese a ser la vanguardia políticamente más radicalizada, no dejó de pecar de inocencia al creer que es posible la posesión de una libertad individual sin una libertad social.
Pero, sin duda, es mérito suyo haber corroído el imperio burgués de la libertad como la utopía idílica y abstracta, legada de la Revolución Francesa.
Peter Burguer sostiene que los movimientos de vanguardia critican la institución arte, entendida como el aparato de producción y distribución del arte, y las ideas que sobre el arte dominan en una época dada, y que determinan esencialmente la recepción de las obras.
Es decir, que las vanguardias quebrantan la unidad de la cultura, haciendo pedazos la cosmología racional de la sociedad burguesa.
Las vanguardias del siglo XX dejan abierto un camino: denunciar y combatir esta sociedad degradante, sin dejar espacio libre para que esta se lama las heridas. Las vanguardias demostraron que el arte puede ser otra herramienta de esta lucha.
La vanguardia europea tiene en Beuys a uno de sus más importantes protagonistas. A los 20 años fue movilizado por el ejército nazi, lo que le llevaría a convertir su tierra en el principal punto de referencia de su obra.
Tras el final de la guerra acudirá a la Academia de Düsseldorf, realizando una amplia serie de dibujos de pequeño formato, que le sirven de punto de partida para una grupo de obras realizadas con productos perecederos y de deshecho.
Desde 1963, el fieltro y la grasa serán sus materiales favoritos, procediendo sus objetos de los restos de happenings.
Entre 1961 y 1972 fue profesor de la Academia de Düsseldorf, dándose a conocer en la Documenta de Kassel de 1968. En sus teorizaciones presenta a la sociedad como una escultura, entrando en el llamado arte antropológico.
Sus happenings le llevarán a alcanzar la fama, especialmente en los Estados Unidos donde el Guggenheim Museum de Nueva York le dedicó una gran retrospectiva que le consolidó como uno de los máximos representantes del arte conceptual.
El alemán Joseph Beuys (1921-1986) es la presencia más influyente y polémica en la escena artística internacional de las dos últimas décadas.
Sus obras no pretenden ser aceptadas como piezas de museo, sino que están destinadas a suscitar discusión. Y la personalidad que avala la obra no es menos provocadora.
Beuys como artista de filiación romántica, desde su formación como escultor, a través de su relación con el movimiento Fluxus, hasta sus últimas acciones.
Beuys como profesor rebelde, en frecuente conflicto con las autoridades de la Academia de Düsseldorf. Beuys como pensador del hombre, de la naturaleza, del arte, del poder.
Prosigo mi aprendizaje
¿Cuál fue el manifiesto de los futuristas?
¿En que consistió la reacción del dadaísmo?
Menciono las características del movimiento surrealista.