Efectivamente tiene una razón de ser, que la vida sí tiene un sentido. Sin que nadie la programe o dirija, se orienta hacia sus propios fines.
El hombre proyecta su vida con los talentos que le han sido dados, pero que como todo proyecto, tiene un fin.
La ética ha ocupado un lugar en la filosofía desde el surgimiento mismo de la filosofía. La responsabilidad ética en filosofía ha sido llevada a la sabiduría.
Si la moral fuera lo que a uno mismo le complace, confirmando o validando los actos, entonces se adecuaría la moral a medida, convirtiendo la medida moral en nuestros propios intereses y no en el proyecto de un destino.
La filosofía definió por Felicidad, el proyecto de la vida, propio del destino humano. Esta felicidad es iluminada por la idea platónica del bien.
Pero la moral no es necesariamente una doctrina filosófica. Un ejemplo de ello son los mandamientos, que siendo el mayor imperativo moral, no tiene su origen en la filosofía.
En conclusión, la moral puede ser y no ser una disciplina filosófica. La vida humana conlleva de una manera espontánea un orden ético, que es a su vez la fuerza por la cual el hombre crece.
Este orden ético proviene primeramente del núcleo familiar (educación). En ella reside el primer aliento moral y sólo luego, saldrá a la conquista de su destino.
El primer ámbito ético es la familia. La filosofía moral viene después. Ella está llamada a establecer el principio fundamental desde donde se edificará tanto el carácter como la costumbre. El principio fundamental ético se basa en tres pilares: la libertad; la virtud y el bien, por los que la filosofía moral se encuentra asentada.
No hay cuestión ética, sino en el ámbito de la libertad. En ella el hombre está entregado a su propio ser (quehacer). La virtud es la capacidad permanente de hacer bien el trabajo de la libertad. En la libertad, la acción virtuosa se prolonga. La libertad es para el bien, y la virtud, la capacidad de elegir bien (la obra buena). El bien entonces es lo que la virtud elige libremente.
Para Kant, la razón pura en sí misma, es la libertad. Lo que en definitiva determina la libertad kantiana, es la ley moral. Se debe obrar de manera que el principio de una ley universal (moral) guíe la propia voluntad.
La ética de Aristóteles, por su parte, es fundamentalmente una ética de virtud (disposición habitual y firme de hacer el bien). La felicidad es para él la virtud misma.
La libertad de Kant es, a la vez, virtud y bien. La virtud en Aristóteles es, a la vez, libertad y bien.
La fuente esencial y escondida de la ética es el amor, porque ahí es donde reside el bien absoluto, desde donde por medio de la virtud reside la libertad y, finalmente, la esencia de la moral.
Formulación de los principios morales
El razonamiento moral culmina con la formulación de principios éticos.
El juicio moral es el acto mental que afirma o niega el valor moral frente a una situación o comportamiento. Por medio del juicio moral se pretende la búsqueda de la verdad.
El juicio moral se pronuncia sobre la presencia (o ausencia) de un valor ético, en una situación o comportamiento concreto.
Principios:
Los principios morales se entienden como direcciones del valor. Por ejemplo, Ama a tu prójimo como a ti mismo, es decir, lo que quieras para ti, hazlo a los demás.
Los principios éticos orientan y dirigen al sujeto. Se visualizan, en una realidad concreta, sus consecuencias, identificando la presencia de un valor.
Necesidad de normas
La norma establece el contenido del comportamiento (mientras que el principio dirige las actitudes). Las normas morales son necesarias para discernir lo que está bien y lo que está mal. Desde el punto de vista moral, se entiende por norma la obligación del valor moral.
Toda persona necesita conocer los límites precisos de respetar. Para ello utiliza mediaciones (valores morales) que se apliquen al comportamiento concreto.
En la aplicación de la norma existen dos posturas:
La deontológica, que postula a la validez de la norma independientemente de las consecuencias.
Deja lugar para las excepciones o recurre a principios interpretativos que asumen la importancia de la circunstancias concretas para resolver problemas éticos conflictivos. (Ejemplo de excepción: matar en legítima defensa, la guerra justa, la pena de muerte).
La ética cristiana, que privilegia la atención al objeto moral, y que defendiendo la postura deontológica, no rechaza considerar la teleología interior del obrar, en cuanto orientado a promover el verdadero bien de las personas, sino que reconoce que éste sólo se pretende realmente cuando se respetan los elementos esenciales de la naturaleza humana.
La teleológica, que se atiene a las consecuencias previsibles, cae en el consecuencialismo, si desconoce el discurso objetivo de la norma, porque reduce a la ética a una apreciación subjetiva, a partir de las solas circunstancias, negando la posibilidad de elaborar un discurso capaz de orientar al sujeto en las distintas situaciones.
También se hace la distinción entre la actitud moralmente buena o mala de la persona, y que depende la voluntad o falta de voluntad de tender hacia el bien; y del comportamiento moralmente recto o erróneo, que depende del juicio en virtud, del cual una acción debería o no cumplirse.
El hombre proyecta su vida con los talentos que le han sido dados, pero que como todo proyecto, tiene un fin.
La ética ha ocupado un lugar en la filosofía desde el surgimiento mismo de la filosofía. La responsabilidad ética en filosofía ha sido llevada a la sabiduría.
Si la moral fuera lo que a uno mismo le complace, confirmando o validando los actos, entonces se adecuaría la moral a medida, convirtiendo la medida moral en nuestros propios intereses y no en el proyecto de un destino.
La filosofía definió por Felicidad, el proyecto de la vida, propio del destino humano. Esta felicidad es iluminada por la idea platónica del bien.
Pero la moral no es necesariamente una doctrina filosófica. Un ejemplo de ello son los mandamientos, que siendo el mayor imperativo moral, no tiene su origen en la filosofía.
En conclusión, la moral puede ser y no ser una disciplina filosófica. La vida humana conlleva de una manera espontánea un orden ético, que es a su vez la fuerza por la cual el hombre crece.
Este orden ético proviene primeramente del núcleo familiar (educación). En ella reside el primer aliento moral y sólo luego, saldrá a la conquista de su destino.
El primer ámbito ético es la familia. La filosofía moral viene después. Ella está llamada a establecer el principio fundamental desde donde se edificará tanto el carácter como la costumbre. El principio fundamental ético se basa en tres pilares: la libertad; la virtud y el bien, por los que la filosofía moral se encuentra asentada.
No hay cuestión ética, sino en el ámbito de la libertad. En ella el hombre está entregado a su propio ser (quehacer). La virtud es la capacidad permanente de hacer bien el trabajo de la libertad. En la libertad, la acción virtuosa se prolonga. La libertad es para el bien, y la virtud, la capacidad de elegir bien (la obra buena). El bien entonces es lo que la virtud elige libremente.
Para Kant, la razón pura en sí misma, es la libertad. Lo que en definitiva determina la libertad kantiana, es la ley moral. Se debe obrar de manera que el principio de una ley universal (moral) guíe la propia voluntad.
La ética de Aristóteles, por su parte, es fundamentalmente una ética de virtud (disposición habitual y firme de hacer el bien). La felicidad es para él la virtud misma.
La libertad de Kant es, a la vez, virtud y bien. La virtud en Aristóteles es, a la vez, libertad y bien.
La fuente esencial y escondida de la ética es el amor, porque ahí es donde reside el bien absoluto, desde donde por medio de la virtud reside la libertad y, finalmente, la esencia de la moral.
Formulación de los principios morales
El razonamiento moral culmina con la formulación de principios éticos.
El juicio moral es el acto mental que afirma o niega el valor moral frente a una situación o comportamiento. Por medio del juicio moral se pretende la búsqueda de la verdad.
El juicio moral se pronuncia sobre la presencia (o ausencia) de un valor ético, en una situación o comportamiento concreto.
Principios:
Los principios morales se entienden como direcciones del valor. Por ejemplo, Ama a tu prójimo como a ti mismo, es decir, lo que quieras para ti, hazlo a los demás.
Los principios éticos orientan y dirigen al sujeto. Se visualizan, en una realidad concreta, sus consecuencias, identificando la presencia de un valor.
Necesidad de normas
La norma establece el contenido del comportamiento (mientras que el principio dirige las actitudes). Las normas morales son necesarias para discernir lo que está bien y lo que está mal. Desde el punto de vista moral, se entiende por norma la obligación del valor moral.
Toda persona necesita conocer los límites precisos de respetar. Para ello utiliza mediaciones (valores morales) que se apliquen al comportamiento concreto.
En la aplicación de la norma existen dos posturas:
La deontológica, que postula a la validez de la norma independientemente de las consecuencias.
Deja lugar para las excepciones o recurre a principios interpretativos que asumen la importancia de la circunstancias concretas para resolver problemas éticos conflictivos. (Ejemplo de excepción: matar en legítima defensa, la guerra justa, la pena de muerte).
La ética cristiana, que privilegia la atención al objeto moral, y que defendiendo la postura deontológica, no rechaza considerar la teleología interior del obrar, en cuanto orientado a promover el verdadero bien de las personas, sino que reconoce que éste sólo se pretende realmente cuando se respetan los elementos esenciales de la naturaleza humana.
La teleológica, que se atiene a las consecuencias previsibles, cae en el consecuencialismo, si desconoce el discurso objetivo de la norma, porque reduce a la ética a una apreciación subjetiva, a partir de las solas circunstancias, negando la posibilidad de elaborar un discurso capaz de orientar al sujeto en las distintas situaciones.
También se hace la distinción entre la actitud moralmente buena o mala de la persona, y que depende la voluntad o falta de voluntad de tender hacia el bien; y del comportamiento moralmente recto o erróneo, que depende del juicio en virtud, del cual una acción debería o no cumplirse.