Política Educacional del Gobierno de Don Carlos Antonio López

La Constitución de 1844 instituía el sistema presidencial de gobierno, y don Carlos Antonio López ejerció el cargo. Entre las atribuciones del Presidente de la República se lee: “Promueve y fomenta los establecimientos de la educación primaria y los de ciencias mayores”.

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Ya en el año 1849, expresaba en su mensaje al Congreso Nacional: “Se han dotado muchas escuelas primarias en la campaña, y se han establecido por cuenta del tesoro nacional, tres casas de educación de jóvenes insolventes, a saber: en la Academia Literaria, en Campo Grande y en Limpio”. En el del año 1854: “Se establecieron y generalizaron escuelas primarias y una Academia Literaria a cargo del Tesoro público”. En el mensaje del año 1857, sobre el mismo tema, da cuenta de 406 escuelas públicas, y el total de 16.755 alumnos, fuera de las escuelas particulares”.


Efraím Cardozo afirma: “No solamente fueron contratados en Europa ingenieros y técnicos: también llegaron hombres de letras, de artes y de ciencias en todas las ramas, que organizaron diversos establecimientos culturales. Un instituto de Filosofía, en 1853 una escuela de Matemáticas a cargo del profesor francés Pedro Dupuy, un curso de Medicina bajo la dirección del médico inglés Stewart; una escuela de Derecho, planeada por Juan Andrés Gelly, constituyeron el incipiente plantel de la universidad paraguaya. También participaron de esta reacción intelectual elementos nacionales. Como la fundación de la Escuela de Latinidad en el año 1857 bajo la dirección de José Carlos Riveros, y análogas instituciones y academias literarias funcionaron en Villarrica, Altos y Misiones. Los mejores alumnos de estas escuelas fueron becados a Europa en 1858, a seguir por cuenta del Estado, estudios preferentemente técnicos.


También la enseñanza primaria obligatoria y gratuita alcanzó gran impulso, pero no favorecía, sino a los varones; a las mujeres les estaba vedado, por lo general, saber escribir. La instrucción que se daba era rudimentaria, inculcándose a los niños principios de obediencia y respeto a las autoridades establecidas, mediante un catecismo en que se decía que después de la idea de Dios y de la humanidad, la patria era la más sublime y fecunda en inspiraciones heroicas”.


Se puede afirmar, que si bien el gobierno de don Carlos A. López realizó cambios importantes en el ámbito educativo, seguía prevaleciendo el régimen del gobierno personal, cerrado y autoritario. Y, sabido es que la escuela es una viva imagen del Estado y del sistema de gobierno imperante en el país. El espíritu de enseñanza y la organización de la escuela participaban del mismo carácter. La disciplina ocupaba un lugar de excesiva importancia en el organismo escolar. Más que un medio de formación espiritual, moral, la escuela estaba destinada a adiestrar para la obediencia pasiva.


“La educación moral -decía el apartado segundo de la “Instrucción para los Maestros de Escuelas”, expedida por la Junta Superior Gubernativa del año 1812- tiene dos objetivos: una que mira a formar los jóvenes según las máximas que dicta la razón, y con nueva perfección enseñar la religión; y el otro, que mira a rectificar el espíritu humano, según las leyes y costumbres nacionales de la crianza civil y política. Jamás aprenderán esta educación si no la ven practicar; la experiencia enseña que la educación civil se aprende únicamente en la infancia y en la niñez, y que el ejemplo, entonces, es la voz viva y eficaz. Los niños imitan siempre lo que ven y hacen, pocas veces, lo que oyen”.


La enseñanza que recibían y el ejemplo que tenían a la vista en los usos y manejos de la escuela de entonces, no eran los más apropiados para la formación del pueblo de conciencia libre, que exige la salud y el adelanto de la república. El sistema educativo vigente seguía siendo atrasado. La falta de personal idóneo, cuya preparación se encaró sin éxito; la falta de enseñanza graduada y la carencia de textos y materiales didácticos, concurrían a imposibilitar la buena enseñanza.

En síntesis, la política educacional de este período se caracterizó por su dinamismo creativo y su afán de superación. El atraso y las deficiencias de que adoleció el sistema educacional no se debieron a su descuido; obedecían sí a rémoras arrastradas desde la era colonial, y perseveradas bajo el mandato anterior. Dado el vigor de sus emprendimientos y la diversidad de los recursos a que apeló el gobierno de don Carlos Antonio López, para superar la insipiencia y la rutina de la educación heredada de las épocas pasadas, era lógico esperar que, de no sobrevenir la guerra, habría evolucionado favorablemente, mejorando su espíritu y sus prácticas

No puede ponerse en tela de juicio el celo que el gobierno de don Carlos Antonio López dedicó a la promoción del adelanto educacional.
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