Platón y el mito del carro alado

La filosofía es el paso del mito al logos , el que va de las narraciones que apelan a la imaginación y la metáfora, a las que se expresan con la razón y a los conceptos claros y precisos. Sin embargo, Platón utiliza en muchas ocasiones, mitos, siendo uno de los más importantes el del carro alado.

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Platón justifica su uso indicando que es una forma adecuada, para hacer una exposición más accesible y didáctica de temas filosóficos, que la puramente racional y lógica, pero también lo justifica indicando que hay temas que parecen exceder las posibilidades del entendimiento humano y sólo se pueden presentar de un modo aproximado, intuitivo y metafórico.

El del carro alado es una alegoría que utiliza para describir las partes del alma, y el afán humano por el conocimiento del ser, que aparece en su diálogo “Fedro”.

El alma es como una fuerza natural que mantiene unidos un carro tirado por dos caballos alados y su auriga. Los caballos y los aurigas de los dioses son todos buenos. Los de los hombres, en cambio, tienen un problema, cada auriga guía una pareja de caballos, uno dócil, pero el otro díscolo.

LA ESENCIA DEL SER

Dirigidas por Zeus, las almas de los dioses y las de los hombres marchan por el cielo ordenando y cuidando todo. Después de realizar su tarea van a buscar su alimento que es el Conocimiento, hacia el mundo supraceleste, la realidad que se encuentra más allá de la bóveda del cielo.

En ese lugar se halla la Justicia, cuyo ser es realmente ser, el ser incoloro, intangible, cuya esencia es sólo vista por el entendimiento, piloto del alma, alrededor de la cual crece el verdadero Saber, pero no la ciencia de lo que nace y muere, de lo relativo, sino la ciencia de lo que es verdaderamente ser.

Las almas de los dioses, dado que son conducidas por dos caballos buenos y dóciles, ascienden sin problemas. Las almas de los hombres suben con dificultad, pues el caballo que tiene mala constitución, es pesado e inclina y fatiga al auriga. Así sufre el alma humana su dura y fatigosa prueba.

De estas almas humanas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece, consigue ver algo, otras no pueden alcanzar la visión del ser. Las almas que no han podido vislumbrar nada de lo que allí se encuentra se van gravitando llenas de olvido y dejadez, pierden las alas y caen a tierra.

NATURALEZA DEL ALMA HUMANA

El alma es el principio de vida, gracias al cual los seres vivos pueden realizar los movimientos que le son propios. El alma humana participa de algún modo de la naturaleza divina, pero también de un principio opuesto, que la pervierte y la hace caer al mundo de la finitud, contingencia y muerte. La parte más excelente del alma humana es semejante a la mente de los dioses y, como la de ellos, se nutre del conocimiento.

Frente a la realidad física, más allá de la Naturaleza, en el “ámbito supraceleste”, se encuentra la auténtica realidad. El ser verdadero, caracterizado como la esencia que permanece siempre idéntica a sí misma, que carece de propiedades físicas.

Nuestro destino está en ese mundo perfecto, mundo al que se llega básicamente mediante la Ciencia de lo absoluto, que es la filosofía o dialéctica, no mediante el conocimiento de lo relativo y mudable que es la opinión.

Cuando se encarna, el alma olvida aquello que ha conseguido vislumbrar en el mundo supraceleste.

El auriga representa la parte racional, destinada a la dirección de la vida humana; el caballo dócil representa aquello que permite al alma la realización de acciones buenas y bellas; el caballo díscolo y rebelde representa aquello que fomenta en nosotros deseos y pasiones, y que nos impulsa hacia el ámbito de lo sensible.
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