Desde los cinco años Fulvia Alfonso mantiene la tradición de armar el pesebre. Todo comenzó con su padre, Juan José Allende. Las primeras piezas y más antiguas son tres leones, que acompañan a los Reyes Magos. Como mensaje, habla sobre amor, respeto y valores familiares.
Ya es una tradición que la casa de Fulvia Alfonso se "vista de pesebre" en diciembre.
Ella cuenta muy orgullosa que armarlo se convirtió en una alegría anual desde que tenía cinco años, en compañía de su padre.
Cuidadosa, cada detalle cuenta, y una a una las piezas de su colección se fueron sumando, para llegar a cinco juegos que adornan su hogar.
Una niña de 5 años
"Las primeras imágenes fueron adquiridas de la fábrica familiar de Micheletto, hace 68 años. Yo tengo 73 años, y tenía cinco años cuando empezamos a hacer el pesebre con mi papá Juan José Allende", explica Fulvia.
Recuerda que "el Niño Jesús, San José y la Virgen María datan de hace 50 años".
Emocionada, señala que "el primer pesebre fue puesto por mi padre".
Cuando llega diciembre, resalta que "nuestra fiesta familiar se desarrolla alrededor del pesebre. Con todos los años transcurridos fueron creciendo los pesebres, y ahora son cinco en la casa". Todas las imágenes, subraya, "están conservadas cuidadosamente, porque finalizada la fiesta, embalo todo y deposito en cajas especiales. Por eso me duran muchísimo. Envuelvo con papel, están en caja, no se tocan, se cuidan". Fulvia demuestra una gran devoción hacia el Niño Dios. Y sus pesebres son un homenaje al cristianismo. "La pintura, restauración, de algunas piezas que pudieran sufrir algún accidente, siempre está en manos de gente que ama el arte, y se convierte en una pasión, como el caso de Juan José Schmeda", añade.
"Voy agrandando y haciendo crecer el pesebre porque las piezas están intactas siempre. Las ovejitas están perfectas, y en manos de gente que entiende la cosa", explica.
"Empiezo a colocar el pesebre dependiendo de las actividades, pero siempre es pasado el 8 de diciembre. Lo dejo hasta después del 6 de enero", comenta.
"Lo que yo no hago es concursar con otros pesebres, lo hago por amor. Sí suele venir la gente a ver los pesebres, sobre todo del barrio, los familiares y amigos", sigue. "Esta vez hice una excepción, porque me pareció lindo. Puse por ejemplo una canasta con huevos de avestruz", refiere.
Apunta que "es una tradición que comencé con mi papá y parece que van a seguir mis hijos. Ellos son dos: María Fulvia Alfonso de Squeef y Carlos Rigoberto Alfonso, ambos arquitectos, y trabajan en la profesión".
Fulvia cuenta que tiene más cariño hacia las piezas más antiguas de sus pesebres. Encabezan la lista los tres leones, que fueron comprados hace 68 años y se encuentran intactos.
"La Nochebuena para mí es la más sencilla de las fiestas, tomamos clericó, sin exceso, con una cena que incluye chipa guasu, cerdo, ensalada y pandulce", alega.
Docente durante 40 años, brinda como mensaje de Navidad "amor y paz. Que esta fiesta sea un motivo de atraer sentimientos de bondad, respeto y valores tradicionales", finaliza.
Ya es una tradición que la casa de Fulvia Alfonso se "vista de pesebre" en diciembre.
Ella cuenta muy orgullosa que armarlo se convirtió en una alegría anual desde que tenía cinco años, en compañía de su padre.
Cuidadosa, cada detalle cuenta, y una a una las piezas de su colección se fueron sumando, para llegar a cinco juegos que adornan su hogar.
Una niña de 5 años
"Las primeras imágenes fueron adquiridas de la fábrica familiar de Micheletto, hace 68 años. Yo tengo 73 años, y tenía cinco años cuando empezamos a hacer el pesebre con mi papá Juan José Allende", explica Fulvia.
Recuerda que "el Niño Jesús, San José y la Virgen María datan de hace 50 años".
Emocionada, señala que "el primer pesebre fue puesto por mi padre".
Cuando llega diciembre, resalta que "nuestra fiesta familiar se desarrolla alrededor del pesebre. Con todos los años transcurridos fueron creciendo los pesebres, y ahora son cinco en la casa". Todas las imágenes, subraya, "están conservadas cuidadosamente, porque finalizada la fiesta, embalo todo y deposito en cajas especiales. Por eso me duran muchísimo. Envuelvo con papel, están en caja, no se tocan, se cuidan". Fulvia demuestra una gran devoción hacia el Niño Dios. Y sus pesebres son un homenaje al cristianismo. "La pintura, restauración, de algunas piezas que pudieran sufrir algún accidente, siempre está en manos de gente que ama el arte, y se convierte en una pasión, como el caso de Juan José Schmeda", añade.
"Voy agrandando y haciendo crecer el pesebre porque las piezas están intactas siempre. Las ovejitas están perfectas, y en manos de gente que entiende la cosa", explica.
"Empiezo a colocar el pesebre dependiendo de las actividades, pero siempre es pasado el 8 de diciembre. Lo dejo hasta después del 6 de enero", comenta.
"Lo que yo no hago es concursar con otros pesebres, lo hago por amor. Sí suele venir la gente a ver los pesebres, sobre todo del barrio, los familiares y amigos", sigue. "Esta vez hice una excepción, porque me pareció lindo. Puse por ejemplo una canasta con huevos de avestruz", refiere.
Apunta que "es una tradición que comencé con mi papá y parece que van a seguir mis hijos. Ellos son dos: María Fulvia Alfonso de Squeef y Carlos Rigoberto Alfonso, ambos arquitectos, y trabajan en la profesión".
Fulvia cuenta que tiene más cariño hacia las piezas más antiguas de sus pesebres. Encabezan la lista los tres leones, que fueron comprados hace 68 años y se encuentran intactos.
"La Nochebuena para mí es la más sencilla de las fiestas, tomamos clericó, sin exceso, con una cena que incluye chipa guasu, cerdo, ensalada y pandulce", alega.
Docente durante 40 años, brinda como mensaje de Navidad "amor y paz. Que esta fiesta sea un motivo de atraer sentimientos de bondad, respeto y valores tradicionales", finaliza.