Paraguay perdió más del 90% de sus bosques en los últimos 50 años

Como se sabe, los árboles (los bosques, los montes, las selvas) son los pulmones de la Tierra. En el Paraguay nos damos el lujo de “liquidarlos”, en una suerte de alegre suicidio ecológico. La flora de nuestro país corre mortal peligro por nuestra insensibilidad e irresponsabilidad, si no por la corrupción de funcionarios públicos que impunemente permiten el “rollotráfico” al Brasil o hacen la “vista gorda” a los desmontes irracionales para permitir la “ampliación indiscriminada” de la frontera agrícola de los terratenientes, la mayoría de ellos también brasileños.

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Los pulmones de la Tierra agredidos

Una comitiva judicial-policial realizó operativos en el departamento del Amambay y dejó como resultado la detección de desmontes irracionales. En uno de los casos se evidenció la intención de obtener materia prima para siderúrgicas en el brasileño estado de Minas Gerais. El primer operativo se efectuó en una de Bella Vista Norte, propiedad de un brasileño, con domicilio en la ciudad de Dourados (Brasil).

En el lugar se constató el desmonte de unas 250 hectáreas. Extracto de una crónica periodística que refleja solo una de las vertientes del estado lamentable en que se encuentran los bosques de nuestro país.

Paraguay ha perdido más del 90% de sus bosques en los últimos 50 años, según ha advertido la ONG Guyrá Paraguay, que trabaja por la conservación de aves en el país y sus hábitat, y que recuerda que este hecho “supone la extinción de la casi totalidad de los recursos forestales del país”, como efecto directo de la deforestación producida por la ampliación “indiscriminada” de la frontera agrícola, el pasto del ganado y el tráfico ilegal de madera a Brasil.

La deforestación extensiva ha reducido la superficie boscosa de la Región Oriental del Paraguay de 68,364 Km2 en 1945 a 41,764 Km2 en 1985; esto es, en 40 años perdió el 38.9% de las zonas selváticas de esa región. Si bien en la actualidad existe una superficie boscosa total, conjuntamente en las regiones Oriental y Occidental del país, de 151,525 Km2, se calcula que hay una tasa de deforestación de 180,000 ha/año (OPS/OMS, 1993; GTZ.).

Según datos de la ONG, de las ocho millones de hectáreas pertenecientes al llamado Bosque Atlántico del Alto Paraná, en la región Oriental, solo quedan 1,3 millones, habiéndose producido la pérdida de importantes recursos de flora y fauna con más de 6,7 millones de hectáreas deforestadas.

La Secretaría de Medio Ambiente del país calcula, según la ONG, que sólo entre 2002 y 2004 la deforestación provocó la pérdida anual de 130.000 hectáreas de bosque. La tala se aceleró desde 1989, llegando a registrarse incluso la desaparición de 300.000 hectáreas de árboles en un solo año. En años anteriores, entre 1981 y 1990 se registró lo que los organismos internacionales llamaron “la deforestación más importante de América Latina”, ubicando al país en una devastación boscosa del 2,4%, solo superado por Jamaica, República Dominicana y Costa Rica.

Técnicos forestales y expertos, asegura la ONG, sostienen que la situación actual es “crítica”, recordando que los índices de deforestación que se dan en Paraguay constituyen “uno de los más elevados del mundo”, y que para ser recuperados se requerirán inversiones muy elevadas.

IMPUNIDAD Y LEYES DÉBILES

Uno de los científicos de esa Organización manifestó que considera que los propietarios de tierras con bosques “tienen una gran responsabilidad en la actual situación”, porque el 90% de los recursos que se hallaban en manos privadas “han desaparecido” y sólo se conservan los perímetros declarados Parques Naturales o Reservas.

Aun cuando en 2004 el Estado promulgó la Ley “Deforestación Cero”, para la protección, recuperación y mejora de los bosques nativos en la Región Oriental del país, los resultados “no son palpables”.

La misma Secretaría de Medio Ambiente, incluso, suspendió durante un año la concesión de permisos de exportación comercial de vida silvestre, pero los resultados “han seguido siendo escasos”.

La impunidad y las actuaciones ilegales de particulares y algunas autoridades nacionales, que llegan a proteger a los empresarios madereros que practican la tala ilegal, “siguen mermando las posibilidades de protección real de estas zonas de bosque”.

La agricultura “tradicional”, apoyada en la biodiversidad, los métodos extensivos, el consumo de sus propias producciones (reempleo) y el respeto a los ciclos biológicos, dejó paso a una agricultura “moderna” que produce mercancías y debe adquirir los medios de producción en el mercado libre, o sea, se ajusta al típico esquema M-D-M (Mercancía-Dinero-Mercancía).

La deforestación también ha afectado a las poblaciones rurales e indígenas más desfavorecidas; de tal forma, etnias indígenas, como la de los Aché, que tradicionalmente vivían en los bosques de la cuenca, tuvieron que abandonar la zona ante la disminución del recurso que los sustentaba.

Los proyectos de desarrollo como la construcción de represas, tala de bosques, apertura de vías de comunicación, creación de centros turísticos, en áreas naturales, están literalmente obligando a emigrar a campesinos e indígenas de una zona rural a otra parte de la región o a la ciudad. Esta situación viene a complicar aun más el estado de salud de la población en general.
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