Origen y conceptos sobre la democracia

Para entender el concepto de democracia, es conveniente precisar su origen, que es muy antiguo. Así, tenemos que la democracia como concepto surge en Grecia: el vocablo “demokratía” fue acuñado en el siglo V a.C.

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A partir de su raíz etimológica podemos descubrir lo siguiente:
1. Que la palabra democracia viene de dos voces griegas: “demos” que significa “pueblo, tierra o territorio” (de un pueblo)”; y “Kratos” que significa “Poder, fuerza, autoridad”. Entonces, la democracia vendría a ser el poder del pueblo que se ejerce en función de él, es decir, un autogobierno del pueblo.
2. A partir de esta raíz etimológica, se define a la democracia como la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, o al predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado, por ser este la fuente u origen del poder político. Y en contraposición, se suele definir como autocracia o monocracia al predominio de una o pocas personas en el gobierno político de un Estado (como, por ejemplo, una monarquía, oligarquía, etc.).

A pesar de este significado, en la práctica, la democracia no se aplicaba a todo el pueblo, sino solamente a una parte de él, es decir, a aquellos que tenían un determinado status o poder económico. Así, por ejemplo, en la democracia ateniense sólo participaban los que eran considerados “ciudadanos” por la ley, excluyendo a los extranjeros, esclavos, etc.

A lo largo de la historia, el concepto de democracia ha sufrido innumerables transformaciones y, hasta hace aproximadamente un siglo, esta denominación ha sido utilizada incluso para identificar a regímenes políticos o sistemas de gobierno con contenidos totalmente diferentes u opuestos. Hoy en día, se habla también de democracia en un sentido no-político o social.

Por último, no hay que olvidar que la democracia en su sentido político, como sistema de gobierno, no llegó a consolidarse en el mundo, sino hasta hace pocos años atrás; siendo más bien los gobiernos autoritarios los que más han prevalecido en la historia de la humanidad. Más aún, la democracia en su larga evolución, no incluía a gruesos sectores de la población como los analfabetos, las mujeres, y las personas de bajos recursos económicos.

Entonces, ¿qué es la democracia?
Hoy en día, la democracia sólo se entiende como un proceso amplio y creciente de participación e integración de las mayorías en la vida política, económica y social de un Estado. En este sentido, toda democracia deberá buscar los mecanismos apropiados para hacer viable la participación y la integración de todos los sectores sociales, sobre todo en un país tan diverso y con tantos problemas como el nuestro.

La participación en democracia significa garantizar la participación del pueblo en todo el proceso de la toma de las principales decisiones políticas que afectan la vida del Estado; es decir que, al menos como posibilidad cierta, todo ciudadano pueda tener capacidad de intervenir en la gestación, deliberación y aprobación de las principales decisiones de gobierno al interior del Estado. Esto vendría a ser lo que se conoce como Democracia política.

Desde otro punto de vista, la democracia es también una forma de vida, que penetra todas las relaciones sociales; una forma de organizar la vida social y, en este sentido, más que un sistema político o forma de gobierno, es un conjunto de valores compartido por las mayorías de una comunidad, país o Estado. En esta red social, a nivel familiar y en todas las organizaciones sociales (sindicatos, partidos políticos, organizaciones sociales de base, colegios profesionales, universidades, clubes deportivos o culturales, etc.), deben darse relaciones sociales igualitarias entre todos sus miembros, sin discriminaciones de ningún tipo. Conocemos a este tipo de democracia como democracia social.

De esta manera, la democracia social alimenta a la democracia política y la hace más sólida, idea que refuerza la condición que establece que, para que una democracia funcione es necesario que esté respaldada en instituciones sólidas que funcionen y, sobre todo, que sus miembros crean en ellas y en las reglas establecidas. Lo contrario supondría eliminar los canales de intermediación entre pueblo y gobernantes, y además, caer en la tentación totalitaria de concentrar todo el poder en una o pocas manos.

¿Cuáles son las reglas básicas de la democracia?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la democracia, como ideal o forma de vida, no se enseña, sino que se practica. Pero esta práctica debe estar encuadrada dentro de reglas básicas establecidas en la Constitución y en las leyes o, simplemente, en los usos y costumbres sociales. Por encima de todo, estas reglas deberán buscar como fin último el bienestar colectivo, es decir, la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Sólo así cobran sentido.

Estas reglas las podemos resumir de la manera siguiente:
La democracia se organiza bajo los principios del equilibrio de poderes, la mayoría relativa, los procedimientos electorales y la transmisión o alternancia en el poder.

Se ejerce generalmente por medio de representantes (Presidente de la República, Congresistas, etc.), quienes gobiernan en nombre de los representados (pueblo).
Se tiene que dar el ejercicio periódico de algunos derechos (como el sufragio universal, por ejemplo), y el desarrollo de un sistema institucional sólido que dé soporte al Estado.

El sistema representativo debe complementarse con la creación de nuevas instituciones de participación política ciudadana como: el referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular para la formación o anulación de las Leyes, la revocación del mandato legislativo (o presidencial inclusive); los sistemas de descentralización y regionalización, la elección de los miembros del Poder Judicial, etc.

La expresión de la voluntad política debe canalizarse mediante organizaciones surgidas de la propia voluntad popular, como los partidos políticos, los movimientos independientes, las organizaciones sociales de base, los sindicatos, etc. Ello con el fin de canalizar su participación y opinión sintetizando el pluralismo democrático y el ejercicio de la opinión pública para la modelación de las actitudes y aspiraciones de las mayorías y como su legítimo canal de transmisión.

La “opinión pública” puede formarse a través de los medios de comunicación masivos tales como canales de televisión, radioemisoras, periódicos, revistas, etc.; pero para ello se necesita de una prensa verdaderamente libre e independiente, que fiscalice permanentemente a los gobernantes y que no responda exclusivamente a intereses particulares o de grupo. Esto no quiere decir que la opinión pública se identifique necesariamente con estos medios, ni que estos la representen, más aún cuando estos medios de comunicación son controlados directamente por grupos de poder económico o indirectamente por el Estado.
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