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Se inspira cuándo no en lo que Chávez hace en Venezuela; pero tiene también muchos otros antecedentes en la historia de la tiranía humana. En nuestro país tenemos varios ejemplos, como la "guardia urbana" de los años 50, las patrullas policiales de las "caperucitas rojas" de los 60, o los funcionarios de Corposana y otros entes estatales que atropellaban manifestaciones estudiantiles munidos de garrotes. Tampoco se puede olvidar a las comisiones de garroteros de la Chacarita encabezadas por Ramón Aquino. Todos ellos eran llamados "baluartes del coloradismo". No está de más que los paraguayos demócratas permanezcamos alertas frente a lo que sucede en las dictaduras en formación en América Latina, lamentablemente en los gobiernos más afines con el de nuestro país. Por suerte para esta tarea pedagógica de recordar lo vivido y enseñar a los jóvenes que no experimentaron la tiranía nos ayudan tan bien los Chávez, Correa y Morales. Fijémonos qué están haciendo estos tipos y hagamos lo contrario, porque es seguro que así iremos por el camino correcto hacia la libertad.El presidente ecuatoriano Rafael Correa se apresta a organizar a sus simpatizantes en unidades que denomina "comités revolucionarios". Se inspira cuándo no en lo que Chávez hace en Venezuela; pero tiene también muchos otros antecedentes en la historia de la tiranía humana.
No hace falta explicarles a los paraguayos qué son estos "comités". Los más adultos recordarán a la "guardia urbana" colorada de los años 50. Los que no vivieron el asco y el temor que imponían estos grupos de jóvenes y adultos armados, prepotentes e impunes, amedrentando a los transeúntes en las esquinas durante la noche, enviando a gente a las comisarías a pasar la noche si no respondían "satisfactoriamente" a sus interrogatorios, recordarán seguramente a las patrullas policiales de las "caperucitas rojas" de los años 60. O, si todavía no vivieron eso, seguramente conocieron a los funcionarios de Corposana y otros entes estatales que vigilaban o atropellaban las manifestaciones estudiantiles con garrotes envueltos en diarios para disimular que eran meros transeúntes.
Y se acordarán de las comisiones de garroteros de la Chacarita, organizados por el ebrio Ramón Aquino (de cuyo vandalismo hasta ahora los colorados de su época se sienten orgullosos), que avasallaban las asambleas y reuniones en la Universidad Católica de Asunción. Stroessner recibía al garrotero Aquino en el Palacio de Gobierno como si fuera un dignatario, y en el local de la ANR se lo trataba como si fuera un prócer. Este peligroso personaje colorado ostentaba orgullosamente el título de "moderador de la Universidad Católica", y se jactaba asimismo públicamente de haber "degollado comunistas". Un criminal confeso.
A todos ellos, los de los años 50, 60 y 70, el dictador Stroessner, los dirigentes de la ANR y los colorados que escribían en el diario Patria o perifoneaban en "La Voz del Coloradismo" los llamaban "baluartes del coloradismo". Eran elogiados como aquellos famosos "guardias de la Revolución Cultural" maoísta, de tan sanguinaria actuación en la China; los trataban como si de ellos dependiera la conservación del poder político omnímodo (a la que llamaban "paz social"), aun cuando no había ninguna posibilidad de perderlo, ni siquiera de debilitarse, ante un aparato represivo prácticamente inconmovible, como el que montaron Mao allá y Stroessner aquí.
Rafael Correa no descubre la pólvora con sus "comités revolucionarios", de los cuales afirma que servirán para "la movilización social en defensa del Ejecutivo" (o sea, de él). Y "para exigir del Gobierno mejoras en sus barrios" (o sea, para amedrentar a los intendentes que no respondan a Correa). Y, asimismo, "para salir a las calles pacíficamente pero organizadamente a defender al Gobierno... de los opositores... que quieran desestabilizar".
Dada la transparencia cristalina de las intenciones de Correa, esto último ni siquiera merece una glosa. Cualquier semejanza con lo que hemos vivido en la época de Stroessner no es una simple coincidencia. Así actúan todos los dictadores.
En efecto, organizar matones de barrio, de aldeas o en sindicatos es un viejo oficio que las dictaduras suelen encargar a profesionales en la materia. Todo dictador que en el mundo hubo tuvo a su disposición algunas de estas bandas. Se las disfraza de organizaciones partidarias, o de ciudadanos que "espontáneamente" salen a la calle a cautelar la paz, la concordia y el respeto al Gobierno. De más está decir que se integran con jóvenes y adultos prepotentes, felices de poder portar un arma, blandir un garrote, amedrentar, ajustar cuentas con sus rivales, "mandar" en su barrio, pueblo o sindicato, y así provocar miedo, que ellos confunden con respetabilidad.
Hugo Chávez lo hace en Venezuela, Correa lo imita en Ecuador. Evo Morales ya debe tener funcionando algo parecido. En su momento, los sandinistas nicaragüenses copiaron a los castristas. Todos son exactamente iguales. Pero también suelen tener el mismo final: la violencia, la represalia, la venganza y los procesos criminales. Sirven para ir creando odio sordamente, acumulando rencor y desprecio entre la gente avasallada por ellos; hasta que un día sobreviene la explosión final que los lleva al sitio que merecieron: la cárcel o algo peor.
No está de más que los paraguayos demócratas permanezcamos alertas frente a lo que sucede en esas dictaduras en formación en América Latina, lamentablemente en los gobiernos más afines al de nuestro país. Tenemos la ventaja histórica de llevar en las costillas las cicatrices de esas experiencias y sabemos muy bien a qué atenernos respecto a ellas. Pero las duras lecciones que aprendimos tienen que ser recordadas permanentemente a los jóvenes que no las vivieron para que ellos no intenten probar las mismas fórmulas.
Por suerte que para esta tarea pedagógica de recordar lo vivido y enseñar a los jóvenes que no experimentaron la tiranía nos ayudan tan bien los Chávez, Correa y Morales. Es ilustrativo ver cómo repiten el pasado y nos dan la idea de cómo van a terminar sus dictaduras. La lección es: fijémonos en qué están haciendo estos tipos y hagamos lo contrario, porque es seguro que así iremos por el camino correcto hacia la libertad.
No hace falta explicarles a los paraguayos qué son estos "comités". Los más adultos recordarán a la "guardia urbana" colorada de los años 50. Los que no vivieron el asco y el temor que imponían estos grupos de jóvenes y adultos armados, prepotentes e impunes, amedrentando a los transeúntes en las esquinas durante la noche, enviando a gente a las comisarías a pasar la noche si no respondían "satisfactoriamente" a sus interrogatorios, recordarán seguramente a las patrullas policiales de las "caperucitas rojas" de los años 60. O, si todavía no vivieron eso, seguramente conocieron a los funcionarios de Corposana y otros entes estatales que vigilaban o atropellaban las manifestaciones estudiantiles con garrotes envueltos en diarios para disimular que eran meros transeúntes.
Y se acordarán de las comisiones de garroteros de la Chacarita, organizados por el ebrio Ramón Aquino (de cuyo vandalismo hasta ahora los colorados de su época se sienten orgullosos), que avasallaban las asambleas y reuniones en la Universidad Católica de Asunción. Stroessner recibía al garrotero Aquino en el Palacio de Gobierno como si fuera un dignatario, y en el local de la ANR se lo trataba como si fuera un prócer. Este peligroso personaje colorado ostentaba orgullosamente el título de "moderador de la Universidad Católica", y se jactaba asimismo públicamente de haber "degollado comunistas". Un criminal confeso.
A todos ellos, los de los años 50, 60 y 70, el dictador Stroessner, los dirigentes de la ANR y los colorados que escribían en el diario Patria o perifoneaban en "La Voz del Coloradismo" los llamaban "baluartes del coloradismo". Eran elogiados como aquellos famosos "guardias de la Revolución Cultural" maoísta, de tan sanguinaria actuación en la China; los trataban como si de ellos dependiera la conservación del poder político omnímodo (a la que llamaban "paz social"), aun cuando no había ninguna posibilidad de perderlo, ni siquiera de debilitarse, ante un aparato represivo prácticamente inconmovible, como el que montaron Mao allá y Stroessner aquí.
Rafael Correa no descubre la pólvora con sus "comités revolucionarios", de los cuales afirma que servirán para "la movilización social en defensa del Ejecutivo" (o sea, de él). Y "para exigir del Gobierno mejoras en sus barrios" (o sea, para amedrentar a los intendentes que no respondan a Correa). Y, asimismo, "para salir a las calles pacíficamente pero organizadamente a defender al Gobierno... de los opositores... que quieran desestabilizar".
Dada la transparencia cristalina de las intenciones de Correa, esto último ni siquiera merece una glosa. Cualquier semejanza con lo que hemos vivido en la época de Stroessner no es una simple coincidencia. Así actúan todos los dictadores.
En efecto, organizar matones de barrio, de aldeas o en sindicatos es un viejo oficio que las dictaduras suelen encargar a profesionales en la materia. Todo dictador que en el mundo hubo tuvo a su disposición algunas de estas bandas. Se las disfraza de organizaciones partidarias, o de ciudadanos que "espontáneamente" salen a la calle a cautelar la paz, la concordia y el respeto al Gobierno. De más está decir que se integran con jóvenes y adultos prepotentes, felices de poder portar un arma, blandir un garrote, amedrentar, ajustar cuentas con sus rivales, "mandar" en su barrio, pueblo o sindicato, y así provocar miedo, que ellos confunden con respetabilidad.
Hugo Chávez lo hace en Venezuela, Correa lo imita en Ecuador. Evo Morales ya debe tener funcionando algo parecido. En su momento, los sandinistas nicaragüenses copiaron a los castristas. Todos son exactamente iguales. Pero también suelen tener el mismo final: la violencia, la represalia, la venganza y los procesos criminales. Sirven para ir creando odio sordamente, acumulando rencor y desprecio entre la gente avasallada por ellos; hasta que un día sobreviene la explosión final que los lleva al sitio que merecieron: la cárcel o algo peor.
No está de más que los paraguayos demócratas permanezcamos alertas frente a lo que sucede en esas dictaduras en formación en América Latina, lamentablemente en los gobiernos más afines al de nuestro país. Tenemos la ventaja histórica de llevar en las costillas las cicatrices de esas experiencias y sabemos muy bien a qué atenernos respecto a ellas. Pero las duras lecciones que aprendimos tienen que ser recordadas permanentemente a los jóvenes que no las vivieron para que ellos no intenten probar las mismas fórmulas.
Por suerte que para esta tarea pedagógica de recordar lo vivido y enseñar a los jóvenes que no experimentaron la tiranía nos ayudan tan bien los Chávez, Correa y Morales. Es ilustrativo ver cómo repiten el pasado y nos dan la idea de cómo van a terminar sus dictaduras. La lección es: fijémonos en qué están haciendo estos tipos y hagamos lo contrario, porque es seguro que así iremos por el camino correcto hacia la libertad.