Obsesión por la belleza

La búsqueda de la belleza se convirtió en una idea fija para las mujeres. Hacen regímenes, van a gimnasios y gastan millones en modelar sus cuerpos. Ahora, todas las clases sociales recurren a la cirugía estética.

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La preocupación por la belleza se transformó en una verdadera obsesión en América Latina, moviliza una industria de millones de dólares e interesa por igual a todas las clases sociales: ahora, el sueño de ser una “Barbie” parece estar al alcance de la mayoría de las latinoamericanas, gracias al bisturí, las dietas y la gimnasia.

Cada vez que una mujer se mira en el espejo, reproduce mentalmente la pregunta del cuento Blancanieves. Muchas veces no necesita esperar la respuesta para conocer la realidad.

Incluso las estrellas más hermosas del cine no se sienten satisfechas con sus rasgos, el largo de sus piernas, el color de la piel, la tersura de la tez, la expresión de la boca o la forma de los ojos.

Por eso no vacilan en pasar varias horas por día en un gimnasio o se entregan a las manos de un cirujano plástico.

Gracias a la cirugía o a tratamientos apropiados, actualmente cualquiera tiene la posibilidad de “corregir” lo que considera una “injusticia de la naturaleza”, o de crearse una imagen física que le permita sentirse cómoda o estar en mejores condiciones de enfrentar las exigencias de la sociedad.

La apariencia de la belleza física es para 61% de las personas, “el factor más importante para el éxito social”, según demostró una encuesta del instituto Gallup, en Brasil.

Esos resultados, con escasas variaciones, son posiblemente válidos para todo el continente.
Por un promedio de 8.000 dólares, las mujeres y -desde hace un tiempo también los hombres- pueden hacerse a nuevos mediante la cirugía estética, una práctica que aumentó más de 200% en la región durante la última década.

A nivel mundial, sólo Estados Unidos le gana a Brasil en materia de cirugías estéticas. En Argentina se calcula que una de cada 30 personas se ha sometido a una operación para remodelar sus rasgos faciales o su cuerpo, según la revista estadounidense Newsweek.

“En la actualidad, en Brasil, las personas hablan de cirugías estéticas con naturalidad, pero en muchos países de Europa o Estados Unidos no es así”, aseguró el afamado cirujano plástico brasileño Ivo Pitanguy a la AFP.

Los precios de los tratamientos de belleza en América Latina son muy variados, y las preferencias de las personas que se someten a los mismos también. Eso se explica por la diferencia de patrones que existe en el continente.

En los países de Centroamérica y del Caribe, las mujeres prefieren lucir glúteos generosos: para obtener ese resultado, “los resaltan incluso a costa de un peso que puede estar entre 5 y 10 kilos por encima de los cánones de belleza de las mujeres de Uruguay y Argentina”, explicó el médico argentino Raúl Pinto, representante para América Latina de la Unión de Medicina Estética Internacional. “La mujer colombiana valora mucho los labios muy gruesos, lo mismo que en Brasil, pero eso no es lo mismo que sucede en Chile o México”, agregó.

Aunque hay muchas diferencias en la concepción del cuerpo de un país a otro, el modelo de belleza que prevalece en la región es el que viene importado del norte (piel blanca, ojos claros y cabello rubio), pero esos criterios chocan con la realidad multirracial latinoamericana.

Al igual que la mayoría de las personas del mundo, los latinoamericanos depositan esperanzas esenciales en el cambio de su cuerpo: aspiran a la eterna juventud, parecerse a alguna modelo o actriz, mejorar su presentación para tener éxito en la vida profesional o, inclusive, escapar a la discriminación social.

Hombres y mujeres, ricos y pobres, descendientes de europeos o indígenas invaden los centros de belleza obsesionados con un solo objetivo: desafiar a la naturaleza para lograr cuerpos a la medida de sus ilusiones.

EL NEGOCIO DE LA BELLEZA

La abogada brasileña Silvia Bonfiglioli, de 39 años, dedica nada menos que 10 horas diarias a su aspecto físico, en lo que invierte 5.000 dólares por mes. “Vivo con las piernas rojas de tantas inyecciones contra la celulitis”, reconoce esta mujer que -entre otros cuidados- hace tres horas de gimnasia por día y va al dermatólogo dos veces por semana, según la revista Veja.

Con más o menos dinero y tiempo, millones de latinoamericanas asisten diariamente a los centros de estética con la esperanza de parecerse a la modelo argentina Valeria Mazza, la actriz mexicana Salma Hayek, la conductora de televisión chilena Cecilia Bolocco o la cantante estadounidense Britney Spears, nuevo icono de las adolescentes.

Los hombres latinoamericanos, a pesar de su reputación de “machos latinos”, también terminaron por inclinarse ante este fenómeno: 10% de la población masculina se somete a tratamientos estéticos, según estadísticas continentales.

“Ahora las mujeres y los hombres hacen todo lo que pueden para cuidar sus cuerpos y así también cuidar sus puestos de trabajo”, comentó a la AFP el esteticista chileno Patricio Araya.

En la actualidad, la cantidad de dinero que mueve el negocio “es tan grande que no cabe en las calculadoras”, agregó Araya que, desde hace 25 años, peina a todas las figuras que se presentan en el Festival de la Canción de Viña del Mar.

En Santiago de Chile, donde hay un verdadero “boom”, actualmente existen 3.500 centros de belleza -desde gimnasios hasta peluquerías- para una población de 4 millones de habitantes. Un aumento de 50% en los últimos cuatro años. La proliferación de salones no es un fenómeno aislado: los chilenos consumen anualmente 600 millones de dólares en productos de belleza, según fuentes de la industria cosmética.

En Brasil, a su vez, 3,5 millones de personas asisten a los 7.000 gimnasios del país, que cuestan entre 10 y 20 dólares por mes, según la cadena Fitness Brasil. Las cifras demuestran que el negocio del bienestar en ese país mueve -por lo menos- 420 millones de dólares anuales.

A la proliferación de los clásicos gimnasios barriales, se suma el surgimiento de dos nuevos fenómenos: los “personal trainers” (profesores particulares de gimnasia) y los “spas” (centros de cuidados corporales intensivos).

A medida que avanzan en edad, las pacientes desean mayormente modificar su cuerpo y consultan con relación a mamoplastias de aumento, reducción o levantamiento de seno y comienzan también a contemplar la idea de la liposucción/lipoescultura. Cuando se acercan a los 40-50 comienzan las inquietudes relacionadas con el envejecimiento facial”, agregó.

Fuente: Montevideo, AFP, por Elisa Lieber)
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