Obra paraguaya: La Madama (Mario Halley Mora)

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Prof. Luis A. Kallsen

La Madama

(Mario Halley Mora)
 
Celia: (Intencionada) ¿Qué me trajiste? (Picaresco, el le muestra el disco, que tiene una música de moda que el viejito canta y baila mientras le exhibe la cubierta del disco. Finalmente, ella le arrebata el disco) ¿Para mí?

Dr. Pedernera: Para vos, ¿y mi premio? (Vuelve a reclamar el beso. Ella, calculadora, clava la mirada en la botella de whisky. El viejito se da cuenta de que ella reclama también la bebida, oculta la botella detrás de la espalda).

Celia: ¿Esa botellita de escocés es también para mí?                  

Dr. Pedernera: No, es para Irene.

Celia: (Con fingida indiferencia) y bueno. (Mira la tapa del disco, canturrea la canción y menea voluptuosamente la cadera, mirando con intención de vez en cuando a Pedernera, a quien le salen los ojos, finalmente, con gesto de rendición. Le pasa la botella. Ella lo agarra. Agarra también al viejo, lo besa rápidamente, le da un empujón y lo sienta en el diván, mientras le dice:) ¡Le aviso a Luisa! (Aparece José, es campesino. Lo que se ve en su porte, su ropa humilde pero limpia. Ha entrado lentamente, vacilante, con el aire desconcertado del hombre de campo entrando en una casa lujosa de la ciudad, saluda al doctor Pedernera).

Dr. Pedernera: ¿Y esto?       

José: ¡Buenas noches, señor!

Dr. Pedernera: Bueno, bueno, bueno. Mi querido arquetipo rural, se equivocó de casa.

José: No creo porque esta es la dirección que me dieron.

Dr. Pedernera: Mejor dicho, se equivocó de barrio. La calle Amancio González queda allá por Pinozá.

José: ¿Y qué voy a hacer yo en la calle Amancio González?

Dr. Pedernera: Buscar el menú de acuerdo a sus posibilidades económicas.

José: Pero ¿de qué menú me habla usté?      

Dr. Pedernera: E-ró-tico.       

José: ¿Y eso hay aquí?

Dr. Pedernera: En abundancia.    

José: ¿Y usted come aquí?      

Dr. Pedernera: No; más bien me comen a mí…

José: Bueno, señor, antes que siga hablando en gringo, ¡yo le informo que no vine aquí a comer ni a ser comido!

Dr. Pedernera: Ah... ya, ya. (Picaresco. Le clava en dedo en la barriga) De modo que... ¿mariposita?

José: (Desconfiado) Perdone, señor. ¡Yo siempre fui mariposón?

Dr. Pedernera: (Le vuelve a clavar) ¿Picaflorcito?           

José: Mainumby es mi marcante. Pero usted no es flor para mi pico, Sr.

Dr, Pedernera: ¿De modo que un tukecito por aquí y otro tukecito por allá? ¿Eh? Es lo ideal, así uno no se compromete, pero yo ya no puedo. Me gusta lo fijo y lo aseguro. En este asunto ya me recibí de habitué. ¿Sabe lo que es un habitué?

José: Si quiere hablar conmigo, hable en paraguayo.

Dr. Pedernera: Quiero decir que tengo el buen hábito de venir a practicar puntualmente mis malos hábitos aquí. ¿Entiende?

José: Ni media. No sé que pito toca usted aquí.

Dr. Pedernera: ¡Ningún pito, señor! (Se ofende) Me referí a los malos hábitos. Bueno… ¡son malos, pero normales!

José: Miire, señor. Yo no viajé 300 kilómetro para venir a averiguar si usted es gallo purutuẽ, ajúra-perõ o de riña, ni si su hábito es normalmente torcido o derecha, de manera que si usted toca algún pito acá, toque de una vez y diga a Luisa que viene José.

Dr. Pedernera: Ah, ¿usted es José?                  

José: ¿Y le parece que puedo ser Luisa?

Dr. Pedernera: ¿Ah... ya... ya! ¡Luisa! Sí, pues. Así que... con Luisa era el asunto. Pero... ¿no le encuentra ya un poco pasadita? Porque si tiene plata, tiene para elegir. (Se interrumpe, porque ha entrado Luisa. Que expresa cierta alarma al ver a los dos hombres juntos, y se adelanta rápidamente. Abriendo los brazos y diciendo):

Luisa: ¡José! ¡Mi querido José! Pero yo no te esperaba hoy. (Le abraza y le besa mira intencionadamente al Dr. Pedernera) ¡Tenemos tanto que decirnos! (Al Dr. Pedernera) Pocholito, vas a ser buenito y vas a ir a dar las noches buenas a las chicas y después como un buen viejito, ¡te vas a tu casa a dormir!

Dr. Pedernera: ¿Me echas?        

Luisa: ¡Por favor!

Dr. Pedernera: (Juguetón) Me niego a dejarte con otro hombre. ¡Y menos con este gaucho polvoriento!

Luisa: ¡Pero si es mi hermano!              

Dr. Pedernera: ¡No creo. No tienen aire de familia.

José: Nosotros no tenemos aire de familia, pero usted tiene un ciclón en la cabeza.

Luisa: (Medio aparte). Oime, Pocholo, las chicas se están vistiendo. ¡Andá a ayudarlas! 

Dr. Pedernera: ¡A mi juego me llamaron!

Luisa: (A JOSÉ) Disculpame, es buenito, pero tan impertinente, sentate, vení, aquí a mi lado.

José: (POR PEDERNERA) ¿Quién es ese señor?

Luisa: Es un amigo de la casa, profesor particular de unas chicas que tengo aquí conmigo.

José: ¿Qué chicas?           

Luisa: Unas pupilas que viven aquí.           

José: Ah, ¿tenés un colegio?

Luisa: No... una residencial para alumnas aplazadas, y el viejito viene a enseñarles.

José: (¡Es medio sospechoso el Pocholo ese!

Luisa: ¿Te dijo algo?               

José: ¿Sobre qué?     

Luisa: Bueno. Sobre nada.

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Frase de hoy: "El que llora de corazón puede provocar lágrimas aún en los ciegos".    Anónimo
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