Mayéutica, ironía y moral

En nuestra civilización occidental, nadie como Sócrates estuvo tan convencido de la inmortalidad del alma. Actualmente se conoce el tema como Escatología, que literalmente se entiende como, “discurso sobre las cosas últimas”.

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Esta doctrina antiquísima, se refiere no solamente a la vida después de la muerte, sino a la etapa final del mundo.

Sobre la antigüedad de esta creencia dan fe los descubrimientos arqueológicos del paleolítico, que indican la existencia de un rudimentario concepto de la inmortalidad.

En las primeras etapas del desarrollo de las religiones antiguas, la especulación sobre lo que pasará después no se limita a la muerte del individuo.

Sócrates creía tan firmemente en que solo moriría su cuerpo, que cuando lo condenaron a beber la cicuta, en vez de huir, apuró la copa hasta el final, convencido de que tras ese acto, en pocos minutos estaría entre los dioses.

Las grandes catástrofes naturales siempre han desatado en los seres humanos sobrevivientes el temor del fin del mundo.

A menudo, los mitos de origen astrológico, el concepto de juicio final o la esperanza en la liberación de la opresión presente facilitaron los elementos o el motivo para escatologías más elaboradas.

MAYÉUTICA CON IRONÍA

Su obsesión por un mundo mejor hizo que Sócrates buscase en éste que estaba viviendo, indicios del más allá. Por ello, observando a su madre, que era partera, mayestática en griego, concibió la idea de traer también él al mundo la epifanía de la verdad, extrayéndola de la mente de sus conciudadanos, utilizando el mismo método, agregándole la ironía de su propia supuesta ignorancia.

Igual que un niño que inicia una pregunta sobre algo y luego agrega otra y otra, hasta fatigar a su interlocutor, Sócrates pregunta sin pausa.

Sobre el mismo tema vuelve a preguntar al día siguiente y los meses venideros, a cualquiera que se precia de saber, mientras él insiste sobre si mismo que solo sabe que nada sabe. He aquí la ironía, pues esa actitud de búsqueda y su afán de preguntar durante años, una y otra vez sobre diversos temas, le dan un conocimiento acabado sobre las cuestiones más diversas, pero al encarar a alguien, insiste siempre en que él, nada sabe.

LA MORAL

El pensamiento socrático sobre la moral se basa en su propia profunda creencia en la inmortalidad del alma. Solo se hace mal por ignorancia, sostiene.

Es imprescindible recordar que Sócrates no escribió nunca. Sus ideas, desparramadas por aquella Atenas del siglo V a.C., son conocidas ahora a través de sus transcriptores orales que sí escribieron.

En cuanto a su especulación escatológica, con el correr del tiempo, el concepto de la vida futura creció conforme la civilización avanzó, y las fuerzas cósmicas fueron objeto de adoración asociadas con espíritus difuntos.

La creencia en el juicio después de la muerte se introdujo cuando se establecieron las pautas del bien y del mal, de acuerdo con las particulares costumbres tribales; los mismos espíritus estaban sujetos a la ley del juicio final.

Se diría que hay una moral después de la muerte. En el mundo actual, eso se da aparentemente entre los pobres. Los que se han enriquecido, generalmente en forma ilícita, no temen ni al infierno.
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