Cargando...
Pero de todas formas, los padres de la Iglesia no dudarán de utilizar la filosofía griega. De este modo se justificaba la asimilación de la filosofía pagana, la cual plateaba el problema de relacionar razón y fe.
Agustín de Hipona (354-430) es la más importante figura de la Patrística cristiana. Recogiendo gran parte de la tradición filosófica que le precede, ejerce gran influencia en la historia del pensamiento occidental.
No obstante, con frecuencia su pensamiento es fluctuante y no llega a conclusiones definitivas. Polémico y problemático, pretendía comprometerse con sus escritos.
Maniqueísmo
Hay en sus obras influencias maniqueístas y escépticas. El maniqueísmo reunía elementos paganos y cristianos ofreciendo una iluminación del alma que identificaba el bien con la luz.
A una persona como Agustín, atormentada por la lucha moral, el maniqueísmo le ofrecía en principio una solución al problema del mal.
Agustín dice en una parte de sus Confesiones: Me parecía que no éramos nosotros los que pecábamos, sino que era no sé qué naturaleza la que pecaba en nosotros.
Por otra parte, el maniqueísmo era cerradamente materialista, pues sostenía que Dios, como principio del bien, es luz corpórea.
Cuando Agustín pensaba en Dios, no podía imaginar sino masas corpóreas, pues pensaba que sólo lo que fuera cuerpo podía existir. Escribió de allí nacía mi creencia de que la sustancia del mal era también corpórea, una masa oscura y sin forma, que podía ser pesada.
Los maniqueos la imaginaban como una mente maligna que reptaba la tierra. Y como él no podía creer que un dios bueno hubiera podido crear una naturaleza mala, imaginaba que existían dos masas corpóreas, contrarias e infinitas, aunque la mala, menor que la buena.
El maniqueísmo, no obstante, decepciona finalmente a Agustín, quien sostiene que proponiendo la simplicidad del bien ante el mal, no es posible hacer progreso alguno.
Conversión al cristianismo
El interés de Agustín por el escepticismo marca una ruptura en su pensamiento con el maniqueísmo, y se vuelve cristiano: pensé que los filósofos académicos habían sido más prudentes al afirmar que se debe dudar de todas las cosas, que ninguna verdad puede ser comprendida por el hombre, escribió.
Los escritos de Plotino también llegaron a manos de Agustín. La concepción de Dios y del alma como entidades inmateriales, son un concepto proveniente de tal fuente. Casi todos los filósofos antiguos habían sido materialistas, a excepción de Platón y los neoplatónicos.
La religión oficial y también los cultos orientales se ocuparon de divinizar el orden establecido. Más aún, con Virgilio, se liga la fundación de Roma a los mismos dioses. El monoteísmo y el particularismo nacionalista de los judíos como pueblo elegido también va transformándose en un área de conflicto. El cristianismo poseía una fuerte carga revolucionaria, al oponer el pueblo de Dios al reino del César. El Imperio representaba el ideal de un mundo cerrado, en el que la divinidad formaba parte de una comunidad política. La concepción cristiana, en cambio, obstinadamente, proclamaba la trascendencia de Dios, alterando el universo tranquilizador de todo el Imperio.
Agustín de Hipona (354-430) es la más importante figura de la Patrística cristiana. Recogiendo gran parte de la tradición filosófica que le precede, ejerce gran influencia en la historia del pensamiento occidental.
No obstante, con frecuencia su pensamiento es fluctuante y no llega a conclusiones definitivas. Polémico y problemático, pretendía comprometerse con sus escritos.
Maniqueísmo
Hay en sus obras influencias maniqueístas y escépticas. El maniqueísmo reunía elementos paganos y cristianos ofreciendo una iluminación del alma que identificaba el bien con la luz.
A una persona como Agustín, atormentada por la lucha moral, el maniqueísmo le ofrecía en principio una solución al problema del mal.
Agustín dice en una parte de sus Confesiones: Me parecía que no éramos nosotros los que pecábamos, sino que era no sé qué naturaleza la que pecaba en nosotros.
Por otra parte, el maniqueísmo era cerradamente materialista, pues sostenía que Dios, como principio del bien, es luz corpórea.
Cuando Agustín pensaba en Dios, no podía imaginar sino masas corpóreas, pues pensaba que sólo lo que fuera cuerpo podía existir. Escribió de allí nacía mi creencia de que la sustancia del mal era también corpórea, una masa oscura y sin forma, que podía ser pesada.
Los maniqueos la imaginaban como una mente maligna que reptaba la tierra. Y como él no podía creer que un dios bueno hubiera podido crear una naturaleza mala, imaginaba que existían dos masas corpóreas, contrarias e infinitas, aunque la mala, menor que la buena.
El maniqueísmo, no obstante, decepciona finalmente a Agustín, quien sostiene que proponiendo la simplicidad del bien ante el mal, no es posible hacer progreso alguno.
Conversión al cristianismo
El interés de Agustín por el escepticismo marca una ruptura en su pensamiento con el maniqueísmo, y se vuelve cristiano: pensé que los filósofos académicos habían sido más prudentes al afirmar que se debe dudar de todas las cosas, que ninguna verdad puede ser comprendida por el hombre, escribió.
Los escritos de Plotino también llegaron a manos de Agustín. La concepción de Dios y del alma como entidades inmateriales, son un concepto proveniente de tal fuente. Casi todos los filósofos antiguos habían sido materialistas, a excepción de Platón y los neoplatónicos.
La religión oficial y también los cultos orientales se ocuparon de divinizar el orden establecido. Más aún, con Virgilio, se liga la fundación de Roma a los mismos dioses. El monoteísmo y el particularismo nacionalista de los judíos como pueblo elegido también va transformándose en un área de conflicto. El cristianismo poseía una fuerte carga revolucionaria, al oponer el pueblo de Dios al reino del César. El Imperio representaba el ideal de un mundo cerrado, en el que la divinidad formaba parte de una comunidad política. La concepción cristiana, en cambio, obstinadamente, proclamaba la trascendencia de Dios, alterando el universo tranquilizador de todo el Imperio.