La sicóloga Norma menciona una frase que se hace muy común entre la gente y reza así: “Papá es el Poder Legislativo, se encarga de la aprobación de normas con rango de ley. Mamá es el Poder Judicial, encargada de ejercer la potestad, la autoridad de administrar justicia”. “Cuán cierta es esa frase”, exclama la profesional antes de explayarse en la importancia del rol del padre en la educación de los hijos.
El padre ocupa un lugar destacado en la distribución de pertenencia de los hijos a una familia, a una sociedad.
El padre es una ayuda en el desarrollo social de los hijos, en su equilibrio emocional, de ahí la necesidad de que posea él un equilibrio de su personalidad, sin rasgos de dominación, y mucho menos de opresión. Su actuación ante los hijos debe basarse en la afectividad y en la negociación, antes de convertirse esta en actos dominantes o sobreprotectores.
El padre, como una figura sensible, se antepone a la persona autoritaria y radical, y se abre a las necesidades emocionales de sus hijos, sabiendo comprender sus sentimientos.
El padre como un modelo pro-activo, sabiendo sacar lo positivo de cada una de las circunstancias por las que atraviesan sus hijos.
El padre como modelador de las emociones y sentimientos de sus hijos, siendo capaz de ayudarles a verbalizar sus emociones y comprender sus fracasos.
El padre como modelo de marido, como ejemplo de trato y comunicación con la pareja.
Claramente el rol de proveedor es un componente clave del rol de padre en la mayoría de los segmentos sociales de nuestra cultura.
Los niños con padres altamente comprometidos se caracterizan por una mayor capacidad cognitiva, mayor empatía, creencias sexuales menos estereotipadas y mejor capacidad de autocontrol.
Un alto nivel de compromiso paterno genera un contexto familiar en que tanto el hombre como la mujer se sienten satisfechos con su matrimonio y con los acuerdos acerca de la crianza infantil a que han llegado.
La paternidad comprometida se ve influenciada por tres aspectos: motivación, habilidad y autoconfianza. Pero existe un cuarto factor, también muy determinante, que se refiere al apoyo que la madre brinda al padre para que se comprometa dentro de la familia.
Los niños que han tenido un buen padre entre los primeros dieciocho a veinticuatro meses de vida son más seguros en la exploración del mundo que les rodea, son más curiosos y menos dubitativos frente a los nuevos estímulos.
Se descubrió que la cantidad de tiempo que un padre les lee a sus hijos es un factor determinante para predecir muchas de las habilidades cognitivas, especialmente verbales. Otros estudios han asociado el coeficiente intelectual más alto al cuidado paterno. Las explicaciones para estos resultados se basan en que la preferencia del padre por apoyar las conductas de búsqueda de novedades, combinado con la tendencia a enriquecer y complejizar las actividades más rutinarias y pasivas de los hijos, le entregan un fuerte papel de apoyo en la capacidad medible y percibida del hijo para resolver problemas y adaptarse, capacidades necesarias para el éxito en la escuela y posteriormente en el trabajo.