Los nuevos movimientos sociales

Después de la II Guerra Mundial, el mundo entero se sentía a la vez conmocionado y esperanzado. Las perspectivas de la paz alentaban nuevas ilusiones.

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Ahora bien, la destrucción y la ruina provocada por la guerra llevó a muchos pensadores a perder el optimismo que, como prolongación del Siglo XIX, aún se sentía en los primeros decenios del Siglo XX. De hecho, la primera corriente filosófica y literaria que surge tras la guerra -el existencialismo-, ofrece el desencanto y el absurdo como características principales de la existencia humana.

Los años siguientes a la finalización del conflicto bélico presentan un nuevo e importante rasgo: la universalización de la cultura. Se habla de “cultura de masas”.

Los nuevos medios técnicos: cine, televisión, radio, etc., generan unos rasgos culturales comunes que se extienden por todo el mundo. Pero esta universalización de la cultura ha venido acompañada de su correspondiente contestación: la “contracultura”.

Esta corriente contracultural considera la “cultura de masas” como manipulada y, sobre todo, superficial. Por ello, los movimientos de vanguardia intelectual o artística tienden a diferenciarse inmediatamente de ella, buscando un pensamiento o un arte cada vez más problematizado. Paralelamente a esta contestación ha surgido, más recientemente, otra y quizá más poderosa: el resurgir de los nacionalismos culturales. En prácticamente todo el mundo aparecen movimientos que reivindican la particularidad cultural como un medio de autoafirmación frente al uniformismo que, en buena medida, provoca la “cultura de masas”.

En el panorama de los movimientos sociales de posguerra debemos incluir a los partidos políticos, principales creadores de la estabilidad política que ha caracterizado al mundo de las democracias desarrolladas capitalistas, marco a su vez, de las nuevas corrientes sociales y culturales.

Los nuevos movimientos sociales

La eclosión de nuevos movimientos sociales se produjo durante los años sesenta, enmarcados en un espectacular crecimiento económico. En el pleno desarrollo de una sociedad opulenta surgieron unas posturas contestatarias que criticaban, fundamentalmente, el excesivo racionalismo tecnocrático que dirigía el mundo desarrollado, y en el que difícilmente podía desenvolverse la dimensión humana de cada individuo. Fue la década en la que se produjeron los mayores desfases generacionales en el seno de las familias de clase media y alta, principales proveedoras de estos grupos contestatarios.

Grupos que se apartaron pronto de la órbita de los viejos partidos políticos, demasiados esclerotizados y anquilosados para poder integrar estos nuevos impulsos sociales.

Dentro del complejo panorama de los grupos sociales contemporáneos podemos distinguir las siguientes tendencias:

Secuelas de la vieja izquierda revolucionaria.

En las universidades europeas aparecieron, a lo largo de los años sesenta, partidarios de los sistemas comunistas, aunque su modelo estaba muy alejado del establecido en la URSS. Entre estos grupos podemos citar a los trotskistas, partidarios de la revolución permanente en todos los países y enemigos declarados del sistema burocrático soviético. Su finalidad era acabar con el capitalismo a nivel mundial, siendo conscientes de que era imposible hacerlo a nivel de un solo país.

También debemos mencionar a los grupos maoístas, seguidores del líder chino Mao Zedong, y partidarios de una revolución espontánea de los obreros, estudiantes e intelectuales, sin ninguna organización previa. Son políticamente, los grupos más próximos a las nuevas tesis contraculturales que persiguen utopías sociológicas propulsoras de la felicidad individual.

Dentro del propio catolicismo, a partir del pontificado de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II, diversos grupos intentaron que las posturas sociales de la Iglesia evolucionasen de acuerdo con los nuevos tiempos. En los países latinoamericanos, un importante movimiento doctrinal que intentó aunar el evangelio con el marxismo, es la llamada teología de la liberación.

Las nuevas tendencias neoizquierdistas

Estas corrientes parten de una crítica de los postulados marxistas y leninistas. Cronológicamente son contemporáneas de las formulaciones eurocomunistas. Conforman un movimiento que tiene las siguientes características:

» Carácter minoritario, centrado en las principales universidades mundiales y desconectado de las fuerzas sindicales y políticas.

» Centran su atención en la alineación, entendida de forma distinta a la formulación marxista, por la que el obrero está alienado por los medios de producción. Para la nueva izquierda, lo que produce la alienación es que la felicidad del hombre esté supeditada a doctrinas, partidos, productividad económica, etc. Propugnan, por tanto, un desarrollo de la vida individual, orientado exclusivamente hacia la consecución del placer.

» Mantienen una posición pacifista. Se oponen igualmente a cualquier revolución de tipo proletario, que una vez tomado el poder, mantenga la misma estructura de producción que es, según ellos, lo que ha ocurrido en el bloque socialista.

Los movimientos contraculturales

Esgrimen unos planteamientos comunes a los sostenidos por la nueva izquierda; además, nacieron en la misma década de los sesenta. Muchas de sus bases y fuentes teóricas son idénticas.

Los hippies y otras manifestaciones contraculturales más agresivas, como los beatniks, nacieron en Estados Unidos y Escandinavia, a principios de los años sesenta, difundiéndose por Europa después del fracaso de las revueltas estudiantiles del 68.

Persiguen, fundamentalmente, promover cambios sociales sin revoluciones violentas, por medio de transformaciones individuales.

Las realizaciones prácticas del movimiento hippie se enmarcan en el desarrollo de la vida comunitaria (comunas), donde se producirán nuevas realizaciones personales y colectivas. Generalmente son comunidades igualitarias con bienes materiales comunes, que se rigen por un sistema autogestionario. Están impregnadas de la búsqueda de una nueva espiritualidad llena de misticismo y ocultismo, que mezclan ideales cristianos con otros de la filosofía oriental.

Su influencia sobre sectores importantes de la juventud de los años sesenta y setenta fue importante, y fundamental en la música pop y en la literatura contemporánea.

Incluso, algunos de sus valores: paz, amor, hermandad, etc. han sido asumidos por prácticamente toda la juventud contemporánea.

El movimiento ecologista

En abril de 1968 se organizó en Roma, promovida por el italiano Aurelio Peccei, una reunión de intelectuales que tenía como objetivo promover acciones para solucionar los problemas que padecía el mundo; entre estos se prestó especial atención a la degradación del medio ambiente.
Este organismo presentó durante la década de los setenta tres informes sobre los problemas medioambientales y sus posibles soluciones. El primero de ellos, que llevaba como título “Los límites del crecimiento”, fue quizás el de mayor resonancia. También en los países socialistas apareció esta preocupación, pues es un problema que no tiene ideología.

En 1972 se reunió en Estocolmo, la Conferencia sobre el Medio Ambiente, bajo los auspicios de la UNESCO. Los delegados asistentes emitieron una declaración de principios ecológicos, que ha sido fundamental para el futuro tratamiento de los problemas ambientales.

Durante los años ochenta, el tema ecológico ha ido ganando en aceptación popular.

De interesar sólo a círculos muy minoritarios, intelectuales y universitarios especialmente ha pasado a ser preocupación cotidiana de amplios sectores sociales. Sin duda alguna, las progresivas manifestaciones del problema -lluvia ácida, incendios forestales, etc.- han hecho tomar conciencia de su peligrosidad y de la necesidad de hallar soluciones prontas. Precisamente para buscar esas soluciones han surgido en todos los estados desarrollados, numerosos grupos ecologistas que buscan, a menudo, una representación política en instituciones y parlamentos.

El movimiento feminista

A finales de los años sesenta, los valores que tradicionalmente habían sostenido las ideologías liberales se empezaron a desintegrar, y surgieron una serie de movimientos marginales que ampliaron y radicalizaron la clásica confrontación entre las clases sociales.

La aceleración de la carrera de armamentos, los conflictos en el Tercer Mundo, el miedo a la guerra nuclear, las injusticias sociales, etc., crearon las condiciones de descontento y rebelión entre los sectores más marginados. En el seno de esta rebelión nació el nuevo movimiento de liberación de la mujer.

La opresión de la mujer es, de todas las explotaciones, la más universal. Se desarrolla en el hogar, compartido aisladamente por todas las mujeres. Estas viven, personal y colectivamente, la moderna crisis de la familia, que ha pasado de unidad de producción a unidad de consumo, una situación laboral discriminatoria -a pesar de las leyes-, una desigualdad en las oportunidades profesionales, a pesar de la educación que reciben, y la manipulación ideológica consumista, que las convierten en objetos de y para el consumo.

La sociedad occidental ha llevado hasta el extremo la degradación social del ama de casa, y ante la igualdad jurídica, las mujeres se sienten más estafadas, pues el sistema liberal contradice las palabras con los hechos. Estas contradicciones son mucho más evidentes en este sistema, que en las estructuras abiertamente dominadoras de los países subdesarrollados.

De ahí que el nuevo movimiento de la mujer naciera en los países de capitalismo avanzado, y que se centrara en todas las dimensiones de su opresión: económica, legal y sexual. Y, sobre todo, en la división de los roles sexuales, que siguen confiriendo a la mujer el papel de reproductora y socializadora, circunscrito al mundo de lo privado, frente al ámbito público, todavía en manos del hombre.

Pero el nuevo movimiento de la mujer nació de otra contradicción: la que supuso la práctica de la lucha dentro de los grupos radicales. Descubrieron que estaban oprimidas en todas las minorías, en todas las clases y en todos los movimientos sociales. La mujer se convertía en la marginada del marginado. El nuevo feminismo no es ya sólo la lucha por conseguir los mismos derechos que el hombre, sino que cuestiona directamente el mundo masculino, organizado en una estructura patriarcal, individualista, violenta, competitiva, jerarquizada y autoritaria.

En el nuevo feminismo coexisten diversas tendencias: las reformistas, cuya principal líder es Betty Friedman, que abogan por la igualdad de la mujer en todos los campos; las socialistas, que creen que el socialismo es la condición necesaria para la liberación de la mujer; las radicales, que a su vez se subdividen en numerosos grupos de distinta orientación, las cuales se enfrentan al hombre como causante directo de la opresión.

Los movimientos nacionalistas

El nacionalismo continúa siendo un elemento determinante en la vida internacional, y ha adquirido en el marco europeo, un nuevo vigor, a raíz de la crisis del bloque comunista. En el Tercer Mundo ha pasado de encarnar valores universales -como sistema de reivindicación de la humanidad excluida de la riqueza- a presentar un preocupante perfil reduccionista y de enfrentamiento con el mundo desarrollado.

Especial mención cabría hacer aquí del nacionalismo musulmán, impregnado de fuertes connotaciones antioccidentales, y también en auge como compañero del fundamentalismo islámico, cada vez más importante en numerosos países -Irán, Túnez, Argelia, Jordania, Sudán-. En la Europa del Este se reavivan viejos sentimientos nacionalistas, y resurgen problemas mucho tiempo enterrados -la composición multiétnica de la URSS, la cuestión plurinacional de los Balcanes, etc.-
En Europa occidental se mantienen vivos, aún en el seno de los viejos estados, movimientos nacionalistas más o menos intensos.

Como se puede comprobar, se trata de un movimiento muy variado y muy actual.

Esa misma variedad hace difícil su análisis, pero no disminuye su importancia, que parece estar en contradicción con el creciente universalismo.
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