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Su creador, Luis Francisco Armando de Vignerot du Plessis, duque de Richelieu, fue un hombre aventurero y sibarita, que supo gozar intensamente de los placeres de la mesa... y de la alcoba. Este plato y la salsa mayonesa son un buen ejemplo. El protagonista de esta historia era sobrino del célebre cardenal Richelieu, quien no solo se distinguió por su genio político, sino también por su debilidad por las mujeres. El duque de Richelieu fue también un militar destacado, que acabó siendo nombrado mariscal de Francia en 1748. Durante la Guerra de los Siete Años organizó la expedición sobre Menorca y terminó apoderándose de Mahón en 1756. A su presencia en Mahón y a su inevitable pasión por las mujeres debe la salsa mahonesa (o mayonesa, como se la llama actualmente) y su difusión por toda Francia.
La relación entre Richelieu y la mayonesa es fruto de la historia de amor que vivió con una dama menorquina, la cual hacía feliz el paladar del duque también con la salsa en cuestión. El duque guardó siempre un grato recuerdo de aquella misteriosa señora, y como rendido homenaje de amor le dio el nombre de "mahonesa" a la salsa que tantas veces había saboreado con ella.
En 1757 dirigió la ocupación de Brunswick y Hannover, misión que terminó en un éxito militar y gastronómico. Su figura ocupa desde entonces un prominente lugar en el mundo culinario por ser el autor del célebre menú que ofreció a los príncipes alemanes que había hecho prisioneros durante la ocupación de Hannover. La historia nos la cuenta el presidente Henault en sus "Memorias":
"Durante la ocupación de Hannover habían quedado prisioneros varios príncipes y princesas alemanes, exactamente veinticinco. Richelieu, galante y generoso, quiso ofrecerles una comida digna de su rango. Llamó a su oficial Rulliére y le encargó que organizara el menú.
- No hay nada en la cocina, excepto un buey y algunas raíces, le dijo Rullière.
- ¡Muy bien!, afirmó el mariscal. No hace falta nada más para elaborar la mejor comida del mundo.
- Señor, nunca podremos...
- Vamos, Rullière, tranquilizaos y escribid el menú que voy a dictaros.
Viendo Richelieu que el oficial titubeaba, le quitó la pluma y redactó de su puño y letra un menú verdaderamente extraordinario, acorde en su conjunto con las normas gastronómicas de la época. Incluso advirtió a los cocineros Maret y Roquellère que si la comida no salía de su agrado, les retendría de sus salarios una multa de cien pistolas.
En el menú figuraban nada menos que veintidós platos, siendo el buey el ingrediente común a todos ellos. Nunca tantos comieron tanto con tan poco."
La relación entre Richelieu y la mayonesa es fruto de la historia de amor que vivió con una dama menorquina, la cual hacía feliz el paladar del duque también con la salsa en cuestión. El duque guardó siempre un grato recuerdo de aquella misteriosa señora, y como rendido homenaje de amor le dio el nombre de "mahonesa" a la salsa que tantas veces había saboreado con ella.
En 1757 dirigió la ocupación de Brunswick y Hannover, misión que terminó en un éxito militar y gastronómico. Su figura ocupa desde entonces un prominente lugar en el mundo culinario por ser el autor del célebre menú que ofreció a los príncipes alemanes que había hecho prisioneros durante la ocupación de Hannover. La historia nos la cuenta el presidente Henault en sus "Memorias":
"Durante la ocupación de Hannover habían quedado prisioneros varios príncipes y princesas alemanes, exactamente veinticinco. Richelieu, galante y generoso, quiso ofrecerles una comida digna de su rango. Llamó a su oficial Rulliére y le encargó que organizara el menú.
- No hay nada en la cocina, excepto un buey y algunas raíces, le dijo Rullière.
- ¡Muy bien!, afirmó el mariscal. No hace falta nada más para elaborar la mejor comida del mundo.
- Señor, nunca podremos...
- Vamos, Rullière, tranquilizaos y escribid el menú que voy a dictaros.
Viendo Richelieu que el oficial titubeaba, le quitó la pluma y redactó de su puño y letra un menú verdaderamente extraordinario, acorde en su conjunto con las normas gastronómicas de la época. Incluso advirtió a los cocineros Maret y Roquellère que si la comida no salía de su agrado, les retendría de sus salarios una multa de cien pistolas.
En el menú figuraban nada menos que veintidós platos, siendo el buey el ingrediente común a todos ellos. Nunca tantos comieron tanto con tan poco."