Las virtudes por edades

Para decir que las virtudes deberían considerarse prioritarias en cada momento, hace falta tener en cuenta algunos factores, concretamente:

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1. Los rasgos estructurales de la edad en cuestión.

2. La naturaleza de cada virtud.

3. Las características y posibilidades reales del joven que estamos educando.

4. Las características y necesidades de la familia y de la sociedad en que vive el joven.

5. Las preferencias y capacidades personales de los padres.

Teniendo en cuenta que cada familia es diferente y que cada hijo y cada padre requieren una atención diferente, vamos a considerar, con brevedad, un esquema de virtudes por edades, de acuerdo con los rasgos estructurales de las edades y la naturaleza de las virtudes.

Hasta los 7 años

* Obediencia.

* Sinceridad.

* Orden.

Antes de los siete años los niños apenas tienen uso de razón y, por lo tanto, lo mejor que pueden hacer es obedecer a sus educadores, intentando vivir este deber con cariño.

La obediencia se produce por una exigencia por parte de los padres. Habrá que exigir mucho, pero en pocas cosas, dando indicaciones muy claras, sin confusión.

Los niños pueden obedecer por miedo o porque no hay más remedio que cumplir. Se trata de animarlos a cumplir por amor, para ayudar a sus padres y así comenzar sus primeros pasos, en relación con la virtud de la generosidad.

A la vez, debemos desarrollar en los hijos la virtud de la sinceridad, porque esta existencia en el hacer tiene que traducirse paulatinamente en una exigencia en el pensar.

Incluimos también la virtud del orden por varios motivos

1) Si no se desarrolla desde pequeños, es mucho más difícil después.

2) Es una virtud necesaria para permitir una convivencia feliz.

3) Tranquiliza a las madres de familia, y eso es importante.

Desde los 8 años hasta los 12 años

* Fortaleza

* Perseverancia

* Laboriosidad

* Paciencia

* Responsabilidad

* Justicia

* Generosidad

Los chicos de estas edades pasan por una serie de cambios de tipo biológico con la llegada de la pubertad y parece conveniente desarrollar, de un modo especial, la voluntad, para hacer más fuerte su propio carácter. Ahora los hijos empiezan a tomar más decisiones personales, pero necesitan criterios para saber si se dirigen bien al objeto de su esfuerzo.

Todavía no son conscientes de su intimidad. En este sentido, se trataría de conseguir que los hijos sean perseverantes, no en relación con la atención de una persona, por ejemplo, sino más bien por la satisfacción de haber superado algún obstáculo.

Es la edad de los retos (pero razonables). Como el niño es muy consciente de las reglas del juego en relación con sus compañeros y en relación con los demás en general, seguramente será conveniente estimular a los hijos a desarrollar las virtudes por sentido del deber ante sus compañeros, por ejemplo, pero sin olvidarse de entusiasmarles con algún ideal que valga la pena. Así, encontraran la satisfacción de un esfuerzo de superación personal. En todas estas virtudes hace falta el uso de la voluntad.
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