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Fisher y Alexander realizaron el estudio con el aporte de una máquina de la verdad falsa. Descubrieron así que las mujeres cambian sus respuestas, según las posibilidades de ser descubiertas. El número de parejas sexuales denunciado se duplicó, en verdad, cuando la mujer creyó que de nada valía mentir, ya que estaba conectada a un detector de mentiras.
Ambas estudiosas entrevistaron a unos 200 estudiantes solteros y heterosexuales, de edad comprendida entre los 18 y los 25 años, para llevar a cabo su investigación.
Un grupo llenó los cuestionarios creyendo que las respuestas serían constatadas. Otro lo hizo manteniendo su anonimato, encerrado en un cuarto. El tercer grupo tenía electrodos aplicados en las manos, los brazos y el cuello: a ellos se les dijo que sus respuestas serían comprobadas por un detector de mentiras.
El primer grupo afirmó haber tenido un promedio de 2,6 parejas; el segundo, de 3,4 y el tercero, de 4,4, que corresponde más o menos a las respuestas de los hombres, cuyas afirmaciones no fueron muy distintas entre los tres grupos.
Las mujeres son más sensibles al mandato social de la pureza. No quieren parecer promiscuas, declaró Fischer.
Los resultados de la investigaciones fueron publicados en la revista Journal of Sex Research.