Las anfetaminas y la cafeína

Estos estimulantes son sustancias que aumentan, o que dan la impresión de aumentar la agudeza psicológica y la capacidad física.

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A veces son empleadas por deportistas para soportar mejor el esfuerzo, por estudiantes para permanecer despiertos o personas que usan alcohol o píldoras para dormir, para contrarrestar esos efectos.

Pero la mayoría de quienes las emplean no tienen propósitos diferentes de obtener algún grado de placer, de evasión, o de responder a una presión social. Los principales estimulantes son la cocaína y sus derivados, las anfetaminas y la cafeína.

Las anfetaminas: Son productos sintéticos creados en 1.887, que poseen una estructura química similar a la de la adrenalina (neurotransmisor presente en los estados de vigilia y alerta). Aún cuando hay varias “familias” de anfetaminas, los efectos estimulantes de todas son similares. Se pueden ingerir en forma de píldoras o tabletas, y también inyectar o inhalar.

Se han empleado desde 1930, con propósitos médicos muy variados: para el tratamiento de narcolepsia (trastorno del sueño, en el que la persona se queda dormida en cualquier sitio y momento); para la esquizofrenia y la depresión; para las migrañas y las dismenorreas; en los años 50 y 60 se las empleó abusivamente para el control de la obesidad y la fatiga. Actualmente se usan, no sin polémica, en el tratamiento de la hiperactividad, la narcolepsia y la disfunción cerebral mínima.

Es un problema porque se las ha empleado abusivamente a nivel médico, ignorando que producen tolerancia; porque su bajo costo, acompañado de la pretensión de que son inofensivas, ha inducido a muchas personas a usarlas como excitantes (por ejemplo, los estudiantes trasnochadores), como “reanimadores” o “fortificantes” (como en el caso de los deportistas); o por el simple “placer” de alterar estados de ánimo.

Efectos a corto plazo: Se demoran más tiempo en aparecer (de 1 a 3 horas). La sensibilidad general aumenta, disminuye la fatiga y el hambre, y aparece una sensación generalmente descripta como bienestar, aún cuando en algunas personas desencadenan ansiedad.

A nivel físico se produce aumento de los ritmos cardíaco y respiratorio, dilatación pupilar, sequedad en la boca, aumento de presión sanguínea y temblor en las manos.

Efectos a largo plazo: Las anfetaminas pueden producir numerosos trastornos, especialmente cuando su uso es crónico. En el campo físico puede presentarse fácilmente desnutrición, así como problemas en la piel producidos por deficiencias vitamínicas; también se presentan trastornos cardiovasculares y gastrointestinales, anorexia e hipertensión.

Cuando se emplean en forma intravenosa, se añaden todas las complicaciones que puedan resultar del uso de jeringas infectadas.

En el campo psicológico se dan cambios de humor, y tendencia a la irritabilidad, insomnio y depresión. Es muy frecuente observar lo que se ha denominado “psicosis anfetamínica”, trastornos clínicamente indistinguible de una dosis sicótica de carácter paranoide (es decir, persecutorio), en el cual se presentan alucinaciones auditivas y visuales, así como el fenómeno llamado “parasitosis”, que consiste en sentir animales que caminan sobre la piel, y que en ocasiones la persona también ve ,lo cual le provoca, naturalmente, estados de pánico. Estos mismos trastornos se observan en las intoxicaciones con cocaína.

Dependencia y tolerancia
Se sabe con seguridad que producen tolerancia (necesidad de aumentar progresivamente las dosis para obtener el efecto deseado); pero todavía hay discusiones sobre si producen dependencia, pues no aparece síndrome de abstinencia (malestar físico severo provocado por la interrupción en el consumo de la sustancia); sin embargo, es un hecho que, para evitar la depresión que generalmente se presenta luego de la suspensión de la droga, muchos usuarios vuelven a tomarlas, incluso sabiendo a qué se exponen.

La cafeína
Seguramente la cafeína es el estimulante más popular que existe. Se encuentra en el café, gaseosas, cacao, así como en la aspirina y en algunos jarabes para la tos. Al igual que con casi cualquier sustancia, el abuso de la cafeína es perjudicial para el organismo.

Evidentemente nadie muere por tomar café, y sería absurdo pensar que la persona que necesita una taza de café por la mañana para sentirse en forma es un “drogadicto”.

Pero los excesos pueden producir nerviosismo, temblor en las manos e insomnio, particularmente si la persona está muy tensa.

La cafeína eleva la temperatura, acelera el metabolismo, aumenta la producción de orina, produce niveles más altos de azúcar en la sangre y disminuye el apetito. Como puede verse, los efectos son similares a los de los otros estimulantes, pero en menor escala.

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