La televisión y el video

Las nuevas tecnologías de multimedia y realidad virtual están enriqueciendo los procesos de simulación, explorándolos hasta límites inimaginables.

Cargando...

La televisión y el video incluyen lenguajes sensoriales, visuales, el lenguaje oral, musical y escrito, lenguajes que se relacionan de forma interactiva en cuanto que se superponen, se mezclan y se unen, y no actúan de forma aislada o separada. De ahí su fuerza. Somos afectados en todos los sentidos y de todas las maneras. Televisión y video nos seducen, informan, entretienen, y nos proyectan a otras realidades (en lo imaginario), tiempos y espacios.

Televisión y video combinan la comunicación sensorial-cinestésica con la audiovisual, la intuición con la lógica y la emoción con la razón, integración que comienza por lo sensorial, lo emocional y lo intuitivo, para alcanzar, posteriormente, lo racional.
Televisión y video han encontrado la fórmula para interesar la mayoría de las personas, tanto niños como adultos. El ritmo se vuelve cada vez más atractivo. La lógica de la narración no se basa necesariamente en la causalidad, sino en la contigüidad, en la colocación un segmento de imagen o historia al lado de otra. Su expresividad ha conseguido encontrar fórmulas que se adaptan perfectamente a la sensibilidad del hombre contemporáneo. Usan un lenguaje concreto, plástico, de escenas cortas, con poca información de cada vez, con ritmo acelerado y contrastado, multiplicando los puntos de vista, los escenarios, los personajes, los sonidos, las imágenes, los ángulos, los efectos.

Los temas son poco profundizados, explorando los ángulos emocionales, contradictorios, inesperados. Pasan la información en pequeñas dosis (compacto), organizadas en forma de mosaico (rápidas síntesis de cada asunto) y con una presentación variada (cada tema dura poco y es ilustrado.)
Los mensajes de los medios audiovisuales exigen poco esfuerzo y participación del receptor. Este tiene cada vez más opciones, más posibilidades de escoger (control remoto, canales vía satélite, TV por cable, selección de filmes en video). Comenzamos a tener mayor posibilidad de interacción: televisión bidireccional, juegos interactivos, navegar a través de las imágenes y de los bancos de datos de la Internet, realizar un sin número de servicios virtuales en la pantalla: compras, comunicación, clases. La posibilidad de escoger y participar y la libertad de canal y acceso facilitan la relación del espectador con los medios. Los lenguajes de la televisión y del video responden a la sensibilidad de los jóvenes y de la gran mayoría de la población adulta. Son dinámicos, se dirigen antes a la afectividad que a la razón. El joven lee lo que puede visualizar, precisa ver para comprender. Todo su discurso es más sensorial-visual que racional y abstracto.

El lenguaje audiovisual desarrolla múltiples actitudes perceptivas: solicita constantemente la imaginación y reinvierte la afectividad con un papel de mediación primordial en el mundo de hoy, en cuanto el lenguaje escrito desarrolla más el rigor, la organización, la abstracción y el análisis lógico.
El video parte de lo concreto, de lo visible, de lo inmediato, de lo próximo que toca todos nuestros sentidos. Agita nuestro cuerpo, toca nuestra piel, nos toca y “tocamos” a los otros que están cerca, a nuestro alcance a través de recortes visuales, del close, del sonido estéreo. Por medio del video sentimos, experimentamos sensorialmente al prójimo, al mundo y a nosotros mismos.

La televisión establece una conexión aparentemente lógica entre mostrar y demostrar. Mostrar es igual a demostrar, a probar, a comprobar. La fuerza de la imagen es tan evidente que se torna difícil no hacer esa asociación comprobatoria (“si una imagen me impresiona es verdadera”) También es muy común la lógica de generalizar a partir de una situación concreta. La televisión, principalmente, pasa de situaciones concretas a otras generales. Muestra dos o tres escándalos de la familia real inglesa y saca conclusiones sobre el valor y la ética de la realeza como un todo.

Al mismo tiempo, el no mostrar equivale a no existir, a no ocurrir. Lo que no se ve, pierde existencia. Un hecho mostrado con ayuda de las imágenes y de la palabra tiene más fuerza que si fuera mostrado solamente a través de la palabra. Muchas situaciones importantes del quehacer cotidiano pierden fuerza por no haber sido reforzadas por la imagen-palabra televisiva.

FUENTE: Diplomado: Aprendizaje Cooperativo en Estilo Salesiano y Nuevas Tecnologías en Educación. Universidad Católica Silva Henríquez – Chile.
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...