La superación de una concepción “magistrocéntrica”

La didáctica concierne de manera predominante a la enseñanza, por ello, es inevitable que ésta considere como su lugar privilegiado la escuela. Es decir, aquella institución educativa donde se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje; consecuentemente, la didáctica debe afrontar los problemas inherentes a la organización del proceso de enseñanza-aprendizaje mediante la referencia a todos aquellos elementos que lo constituyen. Ante todo, al maestro y al alumno.

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Así pues, una vez verificado que la didáctica concierne, al menos de manera predominante, a la enseñanza, es inevitable que ésta considere como su lugar privilegiado la escuela, es decir, aquella institución educativa donde se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por tanto, la didáctica debe afrontar los problemas inherentes a la organización del proceso de enseñanza-aprendizaje mediante la referencia a todos aquellos elementos que lo constituyen, ante todo al maestro y al alumno, y luego a las insuprimibles dimensiones cronotópicas, en las que el acontecimiento se desarrolla (la escuela y sus periodizaciones temporales: las clases o como se quieran llamar); y, finalmente, a las materias o disciplinas de estudio o argumentos de investigación que constituyen el “qué” del enseñar-aprender.

Es verdad que la didáctica parece dar mayor realce al “cómo” (del enseñar y del aprender), pero es verdad que el “cómo” está demasiado ligado al “qué” y también al “por qué” para comprender que no es realizable una consideración meramente modal, que concluyen en un terreno de abstracción cuando no también de preceptismo formal, precisamente aquel didactismo que se quiere y se debe evitar.


Por lo que se refiere al contenido de enseñanza-aprendizaje, se suele hablar de una didáctica especial, propia de cada una de las materias o disciplinas, distinta de la didáctica general que afronta los aspectos formales de la organización, de la institución y de la escuela.


Y ante todo, precisamente porque se habla de un proceso de enseñanza-aprendizaje, se tendrá la didáctica de enseñar y del aprender o, en relación con las posturas radicales asumidas, una didáctica magistrocéntrica y una didáctica puerocéntrica. ¿Cuáles son las legitimaciones de una y otra parte?, y ¿cuál es la actitud del maestro en el enseñar y la del alumno en el aprender?, ¿cómo y dónde existe la posibilidad de un encuentro que permita también hablar de un resultado conseguido?

La didáctica del pasado, predominante magistrocéntrica, si daba la preferencia a la lección, como forma de expresar y de comunicar un determinado argumento, no rechazaba ni el procedimiento, apreciado por Sócrates, del diálogo ni el debate de la objeciones, como confirma repetidamente el uso escolástico medieval.

Por lo demás, en el “De magistro” de santo Tomás de Aquino se reconoce el justo puesto de la doctrina que se debe comunicar; aunque ese espacio concedido a la invención y al descubrimiento permite individualizar la participación activa del alumno y, en definitiva, enunciar una modalidad de aprendizaje diferente a aquella adoptada más comúnmente de la repetición memorística.

En todo caso se debe precisar, que es siempre un “saber concreto” al que hacen referencia tanto la doctrina como la inventio. Por esta razón, el enseñar era sustancialmente un transmitir, un “tradere”, un comunicar de uno a otro.


Las fases de la didáctica

En un principio, la didáctica no se había apropiado de aquella referencia ineludible al sujeto del aprendizaje, el alumno, a quien, por otra parte, en el campo teórico se le reconocía la capacidad de recibir sólo “per modum recipientis”. Donde la imagen absurda del vaso vacío que había que llenar necesita ser connotada con la medida del vaso: y es una medida que varía no sólo de un individuo a otro, sino en el mismo individuo en relación con la edad.


Es un reconocimiento que ya identificado por Comenio, encuentra en Rousseau su formulación más explícita y clara, de la que se derivará la didáctica de la periodización rítmica de las formas de aprendizaje. En cualquier modo como se presente y se subdivida, el proceso de aprendizaje se desarrolla según aquella didáctica de lo concreto a lo abstracto, que se va precisando en las escalas de Bruner o de Piaget, según las modalidades del conocer operativo, icónico y verbal y de una fase predominantemente subjetiva o egocéntrica a una objetiva y, por tanto, interpersonal.

Próxima entrega:
”Se aprenderá tanto más y tanto mejor cuanto más vivo se muestre el interés”.

DIDÁCTICA Y DINÁMICA EN EL PROCESO EDUCATIVO
Educación
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