La ruptura con la tradición (I)

La Primera Guerra Mundial provocó una revolución en las artes plásticas; los artistas concibieron sus obras como una huida de la realidad inmediata. La aparición de movimientos vanguardistas en los primeros años del siglo XX, dificultó la tarea de ordenación cronológica.

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Expresionismo: el malestar vital

Lo subjetivo, lo fantástico, deforme o irracional caracteriza a este estilo. Se desarrolló principalmente en Alemania.
La voluntad de expresarse a través del color se encuentra en la base de esta corriente, que hunde sus raíces en el pasado romántico, y expresa mediante la pintura y con absoluta libertad, su visión del mundo. Recuperan las raíces medievales, que expresaron con técnicas como la xilografía, con la que consiguieron un estilo anguloso, donde las formas se simplificaron para potenciar la voluntad expresiva.

La estética suponía un rechazo de los valores de la sociedad burguesa de la época de Guillermo II.

Las culturas primitivas proporcionaron un modelo para la renovación artística, basada en el poder de la intuición y la creatividad. Los dibujos infantiles y el arte de los enfermos mentales pasaron a formar parte de las investigaciones de los artistas por ser manifestaciones espontáneas, no sujetas a aprendizajes académicos.

El concepto tradicional de belleza quedó negado por la creación expresionista, que deformó las figuras para extraer de ellas una visión cruda y personal de la realidad en la que resaltaban la soledad, el dolor y el horror de la guerra.

El expresionismo fue una intensa búsqueda de la expresión de los propios conflictos y pasiones, que desapareció por la persecución nazi. Se convirtió en el reflejo perfecto de una época difícil y apasionada.

“Un día al atardecer caminaba por una carretera: a un lado la ciudad; al otro lado, el fiordo. El sol se ponía y las nubes estaban teñidas de rojo como si fuera sangre. Sentí como si toda la naturaleza se ponía a gritar”. Expresa el sentimiento de angustia, de terror al hombre contemporáneo, teniendo en cuenta la crisis de valores que definió la entrada del siglo XX.


Pintor religioso. La obra representa a Cristo de espalda. La misma domina la composición que resalta por los colores vivos, casi agresivos. La espesa textura, la ardiente vivacidad y la omisión de detalles superfluos subrayan el contenido emocional de la situación de un dramatismo extraordinario.


Constituyó una bofetada a los ojos del oficialismo, al mismo tiempo que los cuerpos demacrados y el erotismo que dominan su producción le valieron el desprecio y la incomprensión del público. La gama cromática, de tonos ocres, terrosos y amarillentos, es lo habitual en las creaciones de esta tortuosa personalidad.
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