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Este hecho constituye un movimiento de una profunda significación, en virtud del cual son reafirmados sus conocimientos, sus saberes y sus modos de aprendizaje. Este hecho tiene una gran importancia en muchas regiones del mundo actual.
Somos el producto histórico de diferentes mestizajes acaecidos en el curso de la historia de las civilizaciones. Este proceso se desarrolló y se desarrolla en el marco físico de una enorme diversidad ecológica, de la que surgió la diversidad cultural: El hombre pertenece a una sola especie biológica, más allá de todas las jerarquizaciones ideológicas desarrolladas por el racismo desde la época colonial hasta nuestros días.
Desde esta perspectiva, toda pretensión de pureza biológica y cultural es absurda. Cada uno de nosotros posee una historia genética única, partiendo del hecho que todos pertenecemos a la misma especie. La unidad del género humano, es hoy en día, indiscutible.
La historia de las sociedades humanas está asociada a la historia de las migraciones; a los contactos culturales, fuente de múltiples influencias. Estos reencuentros han tenido caracteres diversos: ya sea de rechazo y confrontaciones o de intercambios pacíficos y aprendizajes mutuos.
Las culturas se han construido y modificado en contextos dinámicos por las colectividades y los individuos; en tanto que participantes de interacciones de su propia historia, sometidos a influencias y a presiones múltiples, que han condicionado la construcción de sus identidades.
Actualmente, con el proceso de globalización o mundialización de la economía, reforzada por la revolución tecnológica de las comunicaciones que permiten la circulación de la información, se multiplican los contactos entre los pueblos en diversos dominios; aún cuando la ideología neoliberal proclama el libre tránsito de mercancías, y los gobiernos de los países ricos impongan una política de inmigración restrictiva y discriminatoria al limitar el libre tránsito de las personas.
El planeta que habitamos se convierte en una aldea global con insalvables contradicciones y distancias socioeconómicas que producen repercusiones perversas. Más allá de los intereses de la geopolítica, todos nosotros, seis mil millones de seres humanos, sobrevivimos sobre el mismo cielo y en la misma casa.
La pregunta central a responder es: ¿Cómo hacer para vivir juntos? ¿Cómo hacer para respetarnos y aprovechar de nuestra diversidad cultural mutuamente? Este es el desafío universal que nos propone la dimensión intercultural, desafío que tiene que afrontar la sociedad humana contemporánea.
La manera como se desarrollan las sociedades contemporáneas está impregnada por la interculturalidad, en contextos muy diferentes: descolonizaciones, guerras, genocidios, crisis y recesiones económicas, construcción de bloques hegemónicos, migraciones, globalización, mutaciones y contradicciones socioeconómicas y culturales, destrucción del mercado de trabajo y exclusiones.
Estos contextos asocian lo trágico a lo complejo, donde se articulan lo local con lo mundial y que provocan la pérdida de los puntos de referencia sobre los cuales sobrevivían gran parte de nuestras sociedades.
La perspectiva intercultural entre identidad y alteridad
El espacio intercultural implica una reflexión de base en vista de imaginar una pedagogía apropiada a las sociedades multiculturales. La comunicación se construye entonces sobre la base del respeto de la diversidad, y nos permite desarrollar una percepción del mundo, en tanto que lugar histórico a compartir entre todos los seres vivientes.
El hecho de reconocer y de respetar la existencia de la alteridad -de los otros- nos obliga a reflexionar a las interrogantes sobre la calidad de nuestras relaciones con los demás. Esta reflexión implica a la sociedad, a sus contradicciones y, fundamentalmente, a la escuela, en tanto institución intermediaria entre el Estado y la sociedad y, en consecuencia, intermediaria de la diversidad cultural y lingüística existente en la misma.
La implicación social de nuestra vida cotidiana y la interacción de unos con los otros, ponen en discusión nuestras identidades. Esta confrontación con nosotros mismos engendra una inseguridad que impide la descentración cultural indispensable a una dinámica intercultural, teniendo en cuenta la dificultad que encuentra la reflexión intercultural, la complejidad de la realidad, y las exigencias éticas que acompañan esta práctica.
No podemos limitarnos a la lucha contra los prejuicios, la intolerancia, el etnocentrismo, el nacionalismo y el racismo. No podríamos contentarnos tampoco con la descripción y comparación, sin comprometernos en la búsqueda y la construcción de mecanismos que privilegien el respeto de la pluralidad de nuestras sociedades. El sentimiento de un mutuo reconocimiento es, sin duda, el punto de partida.
La perspectiva de la reflexión intercultural es aplicable en diferentes dominios, partiendo del reencuentro entre la identidad y la alteridad, del diálogo entre nosotros con los otros, dentro de una perspectiva que nos permita reconocer los rasgos comunes que impregnan a todos los seres humanos. Esta reflexión nos permite imaginar la existencia de otras formas de percepción de los conocimientos, y de la interpretación de la realidad. El enfoque interdisciplinario utilizado por la reflexión intercultural nos permite el reencuentro de los múltiples rostros de la sociedad y de su complementariedad, en vista de la integración participativa que buscamos.
Prosigo mi aprendizaje
» ¿Qué implica la interrelación diaria con los demás?
» ¿Qué aspectos se deben considerar a la hora de convivir con otras culturas?
» ¿En qué consiste el desafío de la dimensión intercultural?
Somos el producto histórico de diferentes mestizajes acaecidos en el curso de la historia de las civilizaciones. Este proceso se desarrolló y se desarrolla en el marco físico de una enorme diversidad ecológica, de la que surgió la diversidad cultural: El hombre pertenece a una sola especie biológica, más allá de todas las jerarquizaciones ideológicas desarrolladas por el racismo desde la época colonial hasta nuestros días.
Desde esta perspectiva, toda pretensión de pureza biológica y cultural es absurda. Cada uno de nosotros posee una historia genética única, partiendo del hecho que todos pertenecemos a la misma especie. La unidad del género humano, es hoy en día, indiscutible.
La historia de las sociedades humanas está asociada a la historia de las migraciones; a los contactos culturales, fuente de múltiples influencias. Estos reencuentros han tenido caracteres diversos: ya sea de rechazo y confrontaciones o de intercambios pacíficos y aprendizajes mutuos.
Las culturas se han construido y modificado en contextos dinámicos por las colectividades y los individuos; en tanto que participantes de interacciones de su propia historia, sometidos a influencias y a presiones múltiples, que han condicionado la construcción de sus identidades.
Actualmente, con el proceso de globalización o mundialización de la economía, reforzada por la revolución tecnológica de las comunicaciones que permiten la circulación de la información, se multiplican los contactos entre los pueblos en diversos dominios; aún cuando la ideología neoliberal proclama el libre tránsito de mercancías, y los gobiernos de los países ricos impongan una política de inmigración restrictiva y discriminatoria al limitar el libre tránsito de las personas.
El planeta que habitamos se convierte en una aldea global con insalvables contradicciones y distancias socioeconómicas que producen repercusiones perversas. Más allá de los intereses de la geopolítica, todos nosotros, seis mil millones de seres humanos, sobrevivimos sobre el mismo cielo y en la misma casa.
La pregunta central a responder es: ¿Cómo hacer para vivir juntos? ¿Cómo hacer para respetarnos y aprovechar de nuestra diversidad cultural mutuamente? Este es el desafío universal que nos propone la dimensión intercultural, desafío que tiene que afrontar la sociedad humana contemporánea.
La manera como se desarrollan las sociedades contemporáneas está impregnada por la interculturalidad, en contextos muy diferentes: descolonizaciones, guerras, genocidios, crisis y recesiones económicas, construcción de bloques hegemónicos, migraciones, globalización, mutaciones y contradicciones socioeconómicas y culturales, destrucción del mercado de trabajo y exclusiones.
Estos contextos asocian lo trágico a lo complejo, donde se articulan lo local con lo mundial y que provocan la pérdida de los puntos de referencia sobre los cuales sobrevivían gran parte de nuestras sociedades.
La perspectiva intercultural entre identidad y alteridad
El espacio intercultural implica una reflexión de base en vista de imaginar una pedagogía apropiada a las sociedades multiculturales. La comunicación se construye entonces sobre la base del respeto de la diversidad, y nos permite desarrollar una percepción del mundo, en tanto que lugar histórico a compartir entre todos los seres vivientes.
El hecho de reconocer y de respetar la existencia de la alteridad -de los otros- nos obliga a reflexionar a las interrogantes sobre la calidad de nuestras relaciones con los demás. Esta reflexión implica a la sociedad, a sus contradicciones y, fundamentalmente, a la escuela, en tanto institución intermediaria entre el Estado y la sociedad y, en consecuencia, intermediaria de la diversidad cultural y lingüística existente en la misma.
La implicación social de nuestra vida cotidiana y la interacción de unos con los otros, ponen en discusión nuestras identidades. Esta confrontación con nosotros mismos engendra una inseguridad que impide la descentración cultural indispensable a una dinámica intercultural, teniendo en cuenta la dificultad que encuentra la reflexión intercultural, la complejidad de la realidad, y las exigencias éticas que acompañan esta práctica.
No podemos limitarnos a la lucha contra los prejuicios, la intolerancia, el etnocentrismo, el nacionalismo y el racismo. No podríamos contentarnos tampoco con la descripción y comparación, sin comprometernos en la búsqueda y la construcción de mecanismos que privilegien el respeto de la pluralidad de nuestras sociedades. El sentimiento de un mutuo reconocimiento es, sin duda, el punto de partida.
La perspectiva de la reflexión intercultural es aplicable en diferentes dominios, partiendo del reencuentro entre la identidad y la alteridad, del diálogo entre nosotros con los otros, dentro de una perspectiva que nos permita reconocer los rasgos comunes que impregnan a todos los seres humanos. Esta reflexión nos permite imaginar la existencia de otras formas de percepción de los conocimientos, y de la interpretación de la realidad. El enfoque interdisciplinario utilizado por la reflexión intercultural nos permite el reencuentro de los múltiples rostros de la sociedad y de su complementariedad, en vista de la integración participativa que buscamos.
Prosigo mi aprendizaje
» ¿Qué implica la interrelación diaria con los demás?
» ¿Qué aspectos se deben considerar a la hora de convivir con otras culturas?
» ¿En qué consiste el desafío de la dimensión intercultural?