La publicidad y la creación de necesidades

La publicidad es uno de los mecanismos más poderosos que existen en la actualidad. Está destinada a obtener un cambio favorable de un segmento (grupo homogéneo en cuanto a necesidades) respecto de lo que se está publicitando (un producto, persona o bienes).

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La publicidad (comunicación social) nace de la necesidad de vender, es decir, producir un conocimiento entre consumidores segmentados y suscitar una simpatía entre ellos, con el fin de crear o desarrollar una demanda para un producto dado.

La publicidad persuasiva, nace de la necesidad de vender en un ambiente competitivo. Para ello se persigue crear en la mente de los consumidores una imagen “transmitida conscientemente” en la mente de los consumidores, normalmente asociada a un estilo de vida deseado (éxito, seducción, poder, belleza, seguridad, varonil, audaz, etc., etc.).

Este posicionamiento se basa en la teoría de que el consumidor responde a estímulos de un ideal de persona a cual aspira. Esto puede tener su origen en la insatisfacción de las personas en la sociedad actual.

La publicidad es la base de la sociedad de consumo, es decir, aquella que se ve empujada a consumir para mantener o mejorar las apariencias.

Las empresas tienen tres razones para hacer publicidad: informar, persuadir, recordar. Por lo tanto, no se supone que sea objetiva, repito, no se supone que sea objetiva ni tampoco verdadera, sólo se supone que modifique la conducta de los consumidores, y para ello casi todo es válido en un terreno competitivo de supervivencia y “adecuado complemento de la sociedad capitalista”.

En la publicidad predominan los intereses de los productores, fomenta el hábito de consumo, fomenta despertar (nunca crear) necesidades, y, finalmente, lo más grave, altera los valores.

Por otra parte, sin publicidad, las personas (consumidores) no se enterarían de la existencia de los productos (por lo tanto, no se vendería y, finalmente, no habría empleo), también ayuda a establecer un equilibrio de calidad-precio, contribuye a facilitar la libre elección de los consumidores ya que hay mayor conocimiento, fomenta la creatividad, crea hábitos nuevos.

Los valores transmitidos por la publicidad crean la base de los valores de las personas, década a década. El hábito de fumar nace principalmente de la proyección de uno mismo con las conductas de las estrellas de cine de los años 60. Hoy en día, prácticamente nadie fuma en los films.

EE.UU. es el rey de la publicidad y del marketing en general. Los valores transmitidos son aquellos de la sociedad norteamericana como lo es el individualismo: éxito, poder, estimación, placer, seducción, lujo y belleza (estos valores son el fundamento de la creación de los miles de gimnasios existentes).

Por otra parte, la publicidad busca impregnar en la mente de los consumidores una imagen asociada a una marca y viceversa, a fin de establecer un posicionamiento en la mente de los consumidores. Esta “cortina de humo” alrededor de la marca hace vender los productos. Ya no se trata de vender un producto físico, sino un satisfactor, esto es, la cortina de humo alrededor del producto (sensación de éxito, placer, seducción, poder, o de transmitir que se es más que el resto).

Una vez posicionada la marca, una vez que se tiene una marca de éxito, se tiene un activo poderoso, pero fácilmente destruible.

Actividades

1. Elaboro fichas conceptuales de: poder, consumo, conciencia, poder adquisitivo.

2. Menciono cuáles son los cuatro principios éticos de justicia.

3. Elaboro un cuadro comparativo entre bienes individuales y bienes colectivos.

4. Escribo ejemplos de bienes individuales y bienes colectivos.

5. Averiguo: cuál es la organización encargada de velar por los derechos del consumidor, me intereso por conocer sus principios, actividades de acción, cómo contactar y en qué casos denunciar.

Bibliografía

CORTINA, A.: “Ética mínima. Introducción a la filosofía práctica”. Madrid, Tecnos, 1986.

CORTINA, A.: “Ética sin moral”. Madrid, Tecnos, 1990.

GUISÁN, E.: “Razón y pasión en ética. Los dilemas de la ética contemporánea”. Barcelona, Anthropos, 1986.
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