La política como ciencia

Las dificultades en la construcción del concepto de política constituyen la antesala del debate en torno a la naturaleza, carácter, objeto, método, cientificidad y autonomía de la Ciencia Política.

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Con ello, quiero expresar que si ya es una tarea delicada y ciertamente trabajosa encontrar una línea de coherencia entre las diferentes posturas y actitudes frente a la política como actividad humana, plantea problemas similares, cuando no, todavía más complejos.

Para empezar, no existe acuerdo ni siquiera en torno al propio nombre de la disciplina. Por ejemplo, algunos autores anglosajones prefieren hablar de Study of Politics, y otros, de Introducción a la Política. El pragmatismo propio del pensamiento reflexivo anglosajón inspira estos enfoques que, entre otras cosas, permiten eludir difíciles y comprometidas consideraciones acerca de la naturaleza de la política, del acto político, de su sustantividad y relaciones con otras materias sociales, más allá de los complicados análisis epistemológicos y metodológicos.

La unidad de la Ciencia Política está amenazada por la variedad de ciencias sociales que pretenden captar y explicar la realidad política desde sus propias coordenadas y, también, por la falta, hasta ahora, de un sistema de Ciencia Política coherente y convincente.

El estado actual de la disciplina permite dejar atrás las estériles batallas acerca de la delimitación de los campos de análisis y de investigación, los que, en ocasiones, aparecen compartidos con otras ramas del conocimiento científico. La Ciencia Política parece haber abandonado la preocupación por la invasión de las disciplinas fronterizas (filosofía política, derecho constitucional, sociología, historia política) y hoy es posible trazar con claridad las líneas comunes de investigación y las peculiaridades metodológicas y sustantivas de la Ciencia Política contemporánea.

La amplia variedad de temas que enfoca la Ciencia Política es otro de los fenómenos que influye en el retraso de su mayoría de edad como disciplina científica y académica. Las dificultades para codificación y sistematización, si bien han oscurecido de algún modo el perfil de objeto, no han sido obstáculo para que en el último tercio del siglo XX los especialistas se pusieran de acuerdo sobre el contenido de nuestra disciplina.

Bien es cierto que tal acuerdo parece haber sido adoptado sobre bases tan simples (pero no por ello inútiles) como la que sostiene la fórmula que aconseja considerar como Ciencia Política todo aquello que hacen los politólogos o científicos de la política.

Lo paradójico, quizás, es que este acuerdo sea posible después de casi tres milenios de reflexión política, porque si bien es cierto que la Ciencia Política stricto sensu goza de una juventud escasamente discutida, la curiosidad y el interés por los problemas y los fenómenos políticos han existido en cada civilización y momento histórico.

Pero si bien es cierto que no toda reflexión política, ni las más encumbradas ni las más inteligentes, tienen o han tenido históricamente rango científico, es altamente improbable que esta carta de ciudadanía que hoy atribuimos a la Ciencia Política, haya podido madurar sin la aportación de los pensadores, teóricos e ideólogos que hicieron de la política su objeto de reflexión. El rotularles a veces como precientíficos no desmerece en absoluto sus obras; al contrario, es precisamente al pensamiento político precientífico al que debe atribuirse la paternidad de la moderna Ciencia Política, la que, muy a pesar de sus avances en la clarificación de su objeto y en la depuración metodológica, no puede prescindir -a la hora de acometer su tarea de explicar la realidad política- de las ideas categóricas y doctrinas elaboradas por los precursores.

Creemos que, para dar los primeros pasos en dirección al corazón de la Ciencia Política, tenemos la ventaja de habernos aproximado con seguridad y sin vacilaciones a la idea de política. Si admitimos, provisionalmente, que política es el objeto de la Ciencia Política, la tarea que nos cabe ahora es la de tratar de ligar los conceptos de política y de ciencia.

Objeto y contenido de la ciencia política

El avance sustantivo de la Ciencia Política en las últimas décadas no ha impedido que, alrededor de los estudios politólogos, surjan planteamientos, interpretaciones y sugerencias metodológicas no exentas de cierta artificiosidad. Conocerlas y analizarlas en profundidad también es tarea de la Ciencia Política, sin dudas, pero una tarea cuya utilidad estriba solamente en que nos permitirá conocer el estado actual de evolución de la disciplina.

Tras la explicación de las ideas fundamentales de política, resulta necesario identificar las formas políticas organizadas en las que los hombres históricamente han desarrollado sus actividades políticas. Una tarea que, en un segundo momento, demanda analizar los procesos de instauración, consolidación y funcionamiento de aquellas formas de organización política, así como de las transformaciones que estas han experimentado. También es tarea de la Ciencia Política estudiar la forma en que los ciudadanos individuales, así como los grupos y movimientos por ellos conformados, intentan influir sobre las opciones políticas, la distribución de los recursos y la definición de los valores del sistema político.

En esta línea, será preciso analizar la interacción entre los individuos y sus grupos entre sí, como la que se establece entre estos y las estructuras de organización vigente, y las que se producen también hacia el interior de estas estructuras. Entre estos estudios, se destacan nítidamente los que versan sobre la constitución del Estado, el funcionamiento de la burocracia administrativa, y el rol de los partidos políticos y las organizaciones sociales de interés en los sistemas políticos contemporáneos.

Otro contenido importante de la Ciencia Política es el que versa sobre la historia del pensamiento político. La importancia de este capítulo no es desdeñable en absoluto. Este aspecto histórico cimienta su utilidad en la conveniencia de estudiar las doctrinas políticas de los grandes pensadores, y la ideología de los movimientos políticos pasados, de cara a apuntalar el esfuerzo explicativo y descriptivo de la Ciencia Política contemporánea. Quizás el valor normativo de aquellas doctrinas y de aquellas ideas se haya perdido, pero lo que es cierto es que su estudio, en el contexto histórico en que fueron formuladas, defendidas y aplicadas, contribuye a explicar mejor las regularidades políticas y sociales actuales.

El estudio del Estado, desde su perspectiva formal o desde su perspectiva dinámica, constituye un elemento central e ineludible en los estudios politológicos.
Algunos autores consideran que, siendo el poder el elemento característico de todo fenómeno político, debe ser aquel el objeto central de estudio de la Ciencia Política.

Otros plantean que el objeto de la Ciencia Política es el estudio de la formación, obtención, ejercicio, distribución y aceptación del poder público; entendiendo por poder público, el que permite organizar autónomamente una colectividad determinada, la cual, en nuestro tiempo, asume la forma que denominamos Estado.

Pero quizás el más exitoso intento de describir el objeto de la Ciencia Política sea aquel que sostiene que la Ciencia Política describe los hechos y explica las relaciones fácticas o las regularidades que descubre en la realidad política, que constituye el objeto formal de la teoría política, y que trata de la autoridad, del poder, de la influencia y de los demás hechos que conforman dicha realidad, mediante juicios de conocimiento que se integran en el acervo de la Ciencia Política moderna.

En conclusión, diremos que admitida la mayor precisión del concepto de realidad política como núcleo del objeto de estudio de la Ciencia Política, y su acierto a la hora de superar el debate entre Estado y poder como objetos exclusivos de conocimiento, se hace necesario enumerar cuáles son aquellos elementos políticos o de incidencia política a partir de los cuales está compuesta la realidad política.

Ellos son:

* hechos.

* fenómenos.

* actores socializados (individuales o grupales).

* ideas, doctrinas, ideologías, creencias, valores y opiniones dominantes.

* estructuras de mediación (partidos, grupos, asociaciones, grupos de interés, de presión y de tensión).

* normas formalizadas para la solución pacífica de los conflictos.

* reglas no formalizadas pero aceptadas implícitamente, e

* instituciones.

La naturaleza o el carácter político de estos variados fenómenos, depende, como ya se ha dicho, de su inserción en alguna de las tres categorías de lo político.

Ciencia política en el marco de las ciencias sociales

Si partimos de la definición clásica que afirma que ciencia es el conjunto de propuestas racionales, basadas en la observación y sometidas a una prueba permanente de verificación empírica, tenemos la base para trazar una primera gran distinción entre las ciencias formales y las ciencias fácticas. Entre las primeras se incluye a la matemática y a la lógica, por cuanto, como tales ciencias formales, no se ocupan de la realidad ni de los hechos.

Ambas elaboran construcciones racionales, sistemáticas y verificables, pero no son objetivas, en el sentido de que su objeto está constituido por entes ideales que sólo existen en la mente humana. Estas ciencias formales rara vez entran en conflicto con la realidad, por cuanto se ocupan de las relaciones entre signos. Su método es la lógica, de la que se sirven para demostrar sus teoremas.

Las ciencias fácticas, por el contrario y como su nombre sugiere, se ocupan de los hechos, fenómenos y procesos que se verifican en la realidad. Su método requiere de observación y de experimentación para confirmar sus conjeturas.

Esta gran categoría del conocimiento científico admite, a su vez, una importante subdivisión. Por un lado, distinguimos a las ciencias naturales (física, química, astronomía, biología, etc.) y las ciencias sociales (política, economía, sociología, antropología, psicología, historia, etc.).

El objeto de conocimiento de esta últimas no es ya la realidad natural, sino los hechos y procesos que se verifican en el plano de la realidad social, allí donde confluyen las conductas humanas y se interrelacionan. Y como la realidad política forma parte de la realidad social, el conocimiento objetivo, sistemático y transmisible de aquella (la Ciencia Política) integrará el espectro de las ciencias sociales.

Pero si esta afirmación parece irrefutable, no se nos presenta tan sencilla la tarea de determinar el lugar que ocupa la Ciencia Política dentro del concierto de las ciencias sociales. Y tal dificultad proviene de las ya apuntadas divergencias a la hora de precisar el objeto de nuestra disciplina. Las conflictivas relaciones de parentesco o de vecindad entre la Ciencia Política y las restantes ciencias sociales arrancan desde el momento mismo en que la reflexión política fue un anexo de la filosofía. ARISTÓTELES, PLATÓN, los teóricos políticos de la Edad Media, así como HOBBES y ROUSSEAU, enmarcaron sus reflexiones en el bien del grupo políticamente organizado, y enunciaron las condiciones que permitirán alcanzarlo. Pero como hemos visto, la moderna Ciencia Política parece haberse decantado, resueltamente, por el positivismo, prescindiendo de las consideraciones éticas.
También, no faltan quienes creen que la unidad del objeto de la Ciencia Política consiste en centrar la investigación sobre situaciones históricas. Pero la historia no es la política, por más que filósofos como HEGEL y MARX hayan postulado que los fenómenos de la vida política carecen de cualquier significación si no son reconducidos al proceso histórico del que hacen parte.

Los hechos históricos tienen relevancia para la ciencia política, en la medida en que contribuyan a establecer ciertas regularidades del comportamiento político, permitan describir mejor la realidad política e influyan efectivamente en la conducta de los actores políticos.

Por tanto, es posible afirmar con BURDEAU, que los politólogos que estudian las ideas políticas hacen historia y no Ciencia Política. Pero esta distinción aparentemente tan tajante sólo podemos hacerla ahora y con cierta ventaja, puesto que hasta hace poco tiempo, no había una línea clara que sirviera para dividir los campos de acción de la Ciencia Política y del conocimiento de las doctrinas de las ideas políticas.

Y si seguimos explorando las confusas relaciones de la Ciencia Política con otras ciencias sociales, vemos que también existe una concepción de la Ciencia Política que la instala en el mismo ámbito del Derecho, especialmente del derecho constitucional. Pero por muy estrechas que sean las relaciones entre Política y Derecho, estamos, otra vez, frente a fenómenos sustancialmente diferentes, aunque con algunos -y muy importantes- puntos de contacto. Uno de estos puntos es el de la organización del Estado, que aborda la ciencia constitucional que, por definición, pertenece al campo jurídico. Pero mientras el Derecho es el encargado de estudiar los aspectos normativos de la organización y funcionamiento de las organizaciones estatales, la Política encara la tarea de describir los hechos y procesos que se producen y articulan en el seno de las instituciones del Estado.

Prosigo mi aprendizaje

- Comento brevemente tres objetivos pertinentes de las ciencias políticas en la formación del joven actual.

- Elaboro propuestas que ayuden a dimensionar el conocimiento de las ciencias políticas en mi comunidad.
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