La destrucción del ecosistema

No pasa un día sin que tengamos noticias de alguna acción reprochable de captura o sacrificio de animales silvestres. De hecho, podemos ubicar a todas las especies silvestres en inminente peligro de extinción.

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Sin embargo, no hemos escuchado de algún castigo ejemplar a quienes impunemente destruyen de algún modo el equilibrio de nuestro ecosistema.Una de las formas más terribles es la deforestación que se realiza para convertir los milenarios bosques en campos de pastoreo que, según escalofriantes informes, se realiza en nuestro país a razón de 500 hectáreas por día.
Con la pérdida del hábitat, los animales deben emigrar a otros lugares en busca de alimentos y protección, y es en esa forzosa y dolorosa peregrinación que son sacrificados sin piedad por las personas que tienen la "mente retorcida", como lo decía el gran naturalista, de feliz memoria, Juan Francisco Schade, cuyo nombre ostenta el Museo de Historia Natural de la Facultad de Ingeniería Agronómica de la UNA en San Lorenzo.
La destrucción de los montes hace que animales como los venados, guasu puku, jurumi (oso hormiguero), el tamandua (kaguare), las variadas especies de armadillos (tatu), monos (ka’i, karaja), coatíes, jaguares, pumas, kure’i, tajy katî, aguará guasu, kapi’yva y cientos de especies de animales cuya desaparición es inminente, hace que abandonen sus hábitats en busca de lugares más seguros.
Sería imposible relatar los crímenes de esa naturaleza que se realizan sin cesar en cada rincón de nuestro país todos los días, pero de algo estamos seguros: si las autoridades no toman las medidas para frenar dichos crímenes, el castigo nos alcanzará a todos, autores y actores aún pasivos.
Aves espectaculares, como el águila más poderosa del mundo, el taguata ruvicha (Harpía harpyja), solamente podemos ver un ejemplar (que aún no llegó a desarrollarse físicamente como adulto), embalsamado en el museo de Historia Natural de Itaipú. Otra ave de la familia de los cóndores, hoy casi extinta, es el yryvu ruvicha (Sarcoramphus papa) y, tal vez, cientos de especies de aves ya han desaparecido.
DE LAS PARCIALIDADES INDÍGENAS
Una omisión imperdonable del Gobierno es que, en vez de repartir migajas a los mendicantes indígenas, no desarrolle programas de capacitación en la producción de alimentos (avicultura, apicultura, cunicultura, piscicultura, horticultura, cultivos de maíz, mandioca, maní, frutales y otros). Esta grave falta debe ser adjudicada también a las ONG que dicen distribuir ayuda en especies que traen no sabemos de dónde, ni con qué intención, ya que con este tipo de ayuda, lo que realmente se fomenta es hacer que dependan cada vez más de la mendicidad, en vez de capacitarlos para que puedan desarrollar y cambiar su mentalidad.
La capacitación debe ser permanente y cada parcialidad debería contar con el concurso de un técnico agrónomo responsable del entrenamiento y acompañamiento por lo menos por 5 años. Durante ese tiempo, la mentalidad cazadora-recolectora (depredadora) debería cambiar a una mentalidad responsable y productiva.
ENSEÑANZA EN LAS ESCUELAS
Y COLEGIOS
Lo expuesto aquí escuetamente solo es una pequeña parte del gran problema en que estamos inmersos; somos un país con mucha tierra desocupada o mal trabajada; la mayoría de las verduras y frutas que consumimos nos vienen de los países vecinos, mientras nuestros jóvenes, sobre todo campesinos que han emigrado a las ciudades, se dedican a limpiar parabrisas y otros menesteres rayanos en la delincuencia.
Pero qué podemos esperar del futuro, si en las escuelas los maestros miran con indiferencia a niños con una honda en las manos para matar pajaritos; y donde enseñar el respeto a los animales es materia ausente.
Nuestro país tiene, en zonas rurales, cientos de colegios de educación media; el 95% de los jóvenes reciben el certificado de "Bachiller Humanístico". Con este certificado, solo piensan en emigrar a alguna ciudad para dedicarse a algún trabajo que los mantenga fuera de las labores rurales, ¿y qué trabajo podrían realizar sin tener la más mínima idea de alguna profesión?
LOS CONSEJOS PATERNOS
La mayoría de los mal llamados "agricultores" hasta hoy cultivan con un yvyra hakua (palo puntiagudo) como en los tiempos de las cavernas; el rendimiento de tales cultivos desde luego es mísero, y como si esta realidad fuera poca, los hijos escuchan a los padres repetir una y otra vez: "ambostudiáta la che ra’y, ani haguã chéicha okái ha ochyryry kokuépe" (voy a hacer estudiar a mi hijo para que no se queme y frite como yo en la chacra).
Para revertir este estado de cosas, el Gobierno debería capacitar a los jóvenes. ¿Cómo? Convirtiendo por lo menos el 80% de los colegios del interior en agropecuarios, donde aprenderán a producir alimentos, a reforestar, a cuidar racionalmente la tierra.
Al terminar el ciclo, una institución gubernamental debería adjudicar al bachiller agropecuario una parcela de tierra, y estaría ya en condiciones de acceder a créditos blandos para la compra de los insumos para la explotación de su tierra. Así, en algunos años, nos convertiremos de importadores en exportadores de productos agropecuarios.
Parecería que este sueño sea el de un viejo delirante, pero si todas las autoridades de nuestro país acuerdan con patriotismo dejar la politiquería abierta del "ñe’ê rei y del japu" a un lado, y cumplen los objetivos que les hemos encomendado con nuestros votos, seguramente que los robos, los secuestros, la bellaquería de quienes tendrían que darnos protección disminuirían rápidamente.
Para terminar, y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que todas las especies silvestres están en peligro de desaparecer; solo nos resta realizar un gran archivo fotográfico de las especies que aún quedan para que nuestros descendientes puedan tener una idea de lo que nosotros, sus padres, no supimos conservar.
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