¿Cuál de las dos le parece a usted más hermosa, mamá preguntaba Antonio Luis a su madre, como si se tratara de la elección de un juguete.
Antonio Luis no durmió aquella noche. Sonó con ellas despierto. La idea de conseguir a cualquiera de las hermanas bien con todas las bendiciones del caso, encendía su sangre y caldeaba su mente. Sólo le angustiaba el presentimiento de un noviazgo largo, ya que la sospecha de ser rechazado, apenas entraba en sus cálculos. Verdad que hasta entonces Encamación y Adelaida sólo habían aceptado platónicos homenajes de amigos o de galanteadores sin esperanza; pero ¿acaso algún Antonio Luis, el mozo más arrogante y mejor plantado de la vega de Gádor, se había dirigido a ellas? Quedaba un conflicto a resolver: ¿a cuál de las dos elegiría? Mucha era la jactancia de Antonio Luis; mas había que elegir entre las dos, pues no iba a ser correspondido por ambas. Resolvió la dificultad dirigiéndose a aquella a la que primero vislumbrase separada de su hermana. En conclusión: una tarde que bajaba a la capital, jinete en su yegua torda, entrevió a la reja, en la calle pina de los nopales y las murallas, la figura de Adelaida. Pronto la señora de Calahonda se dio por enterada de que un galán había llegado a interesar el corazón de Adelaida. Discreteaba de ello con su hija Encamación y con el señor capellán, aunque cuidándose mucho de no informar de nada a don Indalecio.
Es el hijo de la viuda de Rojas. ¡Un buen partido para Adelaida!
El pobre diablo amaba con exuberancia y agudeza, con esa pasión de las tierras de sol en las almas rurales que pone una venda en los ojos y una estopa ardiendo en el corazón. Ella se dejaba adorar como los girasoles por la luz o como las rosas se bañan de rocío. Parecíale natural que la amasen.
Juzgaba airoso hacer su boda un día con un muchacho guapo y de fortuna. Si habíase mostrado esquiva a todos menos a éste, era porque, a la sazón, empezaba a aburrirle el desaire a los adoradores y, porque, en suma, era Antonio Luis un guapo mozo.
No obstante, Adelaida sólo sabía hacerse amar con aquellos dones que la naturaleza había derramado sobre ella. Al cabo de unas semanas de noviazgo, Antonio Luis, inquieto y desesperado con la pasividad de Adelaida, cercábale a celosas preguntas, viendo asechanzas y peligros por todas partes.
No iras al baile del casino.
Iré contigo si tú vienes
Antonio transigía de mal talante. Le parecía arriesgado exhibir aquella belleza oficial en un lugar público... Se la quitarían de las manos.
Más tarde o más temprano decía con un acento lúgubrehabré de matar a alguien. Así iba transcurriendo aquel idilio semirrural entre Antonio Luis y Adelaida, cuando un nuevo acontecimiento vino a conmover los ánimos de la familia: la llegada a bordo de un navío de Esmina consignado a la Fama, de un extraño sujeto.
Fue descubierto en el sollado durante la travesía, a los ocho días de navegación. Venía oculto tras una pila de fardos y su estado tocaba en la extenuación.
Era un joven alto, atezado, de finos rasgos y ojos ardientes.
Deseaba llegar a un puerto español, donde se presentaría al cónsul de su país, y afirmó que carecía de recursos y de carta de identidad. Aseguró llamarse Angelos Theotokis.
Al día siguiente, don Indalecio Calahonda recibía un propio con una esquela. Señor decía ésta, ¿podrá un extranjero, sin más nombre ni patrimonio que el de su esfuerzo ganarse el pan en España? Desearía ser escuchado por vuestra excelencia. Espera una orden suya y besa, respetuosamente, su mano, Angelos Theotokis.
Halló a un joven despejado, de hermoso rostro y figura, y nobles modales.
Conozco su país y también Esmirna díjole don Indalecio. Allí hay gente aventajada y de gran preparación en las industrias,
Theotokis había estudiado letras en Atenas y en París y era, además, profesor de comercio. Dominaba el castellano y otros varios idiomas. Su mujer, una estudiante rusa de Moscú, había sido deportada, a raíz del atentado contra Alejandro. Un año hacía que estaba en un presidio de Siberia. La conoció en Odesa y tuvo dos hijos, a la sazón, con los abuelos, en Feodosia. Desde entonces carecía de noticias de su esposa. Don Indalecio escuchó a Theotokis sin hacer el menor gesto de asombro o de recelo.
Yo, señor, soy un patriota de mi país.
Yo también dijo don Indalecio soy un patriota del mío. Y le ayudaré a usted con una condición.
Acepto, señor, todas las condiciones que me imponga.
En España no será usted, un patriota griego.
No deseo sino respetar las leyes del país que me da asilo y venerar, como a un padre, al "gentleman" que me ofrece su protección.
Theotokis enseñó a sus alumnos el propio idioma, antiguo y moderno; el latín, el inglés y la contabilidad y cálculo comercial. A estas clases no asistieron, de momento, Encarnación y Adelaida, demasiado hermosas para perder su dulce tiempo en labores extrañas.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
- Sintetiza en tres líneas el texto.
- Identifica el vocabulario desconocido y búscalo en un diccionario. Entresaca los nombres de lugares y produce una redacción usándolos.
- Contesta: ¿cómo puedes describir a Luis Antonio? ¿Se dan señales de un posible final infeliz? Dramatiza una confrontación entre el griego y Luis Antonio. Investiga la palabra república: su origen y evolución en la historia.
Frase de hoy: "La derrota suele ser pasajera. Es la claudicación lo que la vuelve permanente". Marilyn Vos Savant
Antonio Luis no durmió aquella noche. Sonó con ellas despierto. La idea de conseguir a cualquiera de las hermanas bien con todas las bendiciones del caso, encendía su sangre y caldeaba su mente. Sólo le angustiaba el presentimiento de un noviazgo largo, ya que la sospecha de ser rechazado, apenas entraba en sus cálculos. Verdad que hasta entonces Encamación y Adelaida sólo habían aceptado platónicos homenajes de amigos o de galanteadores sin esperanza; pero ¿acaso algún Antonio Luis, el mozo más arrogante y mejor plantado de la vega de Gádor, se había dirigido a ellas? Quedaba un conflicto a resolver: ¿a cuál de las dos elegiría? Mucha era la jactancia de Antonio Luis; mas había que elegir entre las dos, pues no iba a ser correspondido por ambas. Resolvió la dificultad dirigiéndose a aquella a la que primero vislumbrase separada de su hermana. En conclusión: una tarde que bajaba a la capital, jinete en su yegua torda, entrevió a la reja, en la calle pina de los nopales y las murallas, la figura de Adelaida. Pronto la señora de Calahonda se dio por enterada de que un galán había llegado a interesar el corazón de Adelaida. Discreteaba de ello con su hija Encamación y con el señor capellán, aunque cuidándose mucho de no informar de nada a don Indalecio.
Es el hijo de la viuda de Rojas. ¡Un buen partido para Adelaida!
El pobre diablo amaba con exuberancia y agudeza, con esa pasión de las tierras de sol en las almas rurales que pone una venda en los ojos y una estopa ardiendo en el corazón. Ella se dejaba adorar como los girasoles por la luz o como las rosas se bañan de rocío. Parecíale natural que la amasen.
Juzgaba airoso hacer su boda un día con un muchacho guapo y de fortuna. Si habíase mostrado esquiva a todos menos a éste, era porque, a la sazón, empezaba a aburrirle el desaire a los adoradores y, porque, en suma, era Antonio Luis un guapo mozo.
No obstante, Adelaida sólo sabía hacerse amar con aquellos dones que la naturaleza había derramado sobre ella. Al cabo de unas semanas de noviazgo, Antonio Luis, inquieto y desesperado con la pasividad de Adelaida, cercábale a celosas preguntas, viendo asechanzas y peligros por todas partes.
No iras al baile del casino.
Iré contigo si tú vienes
Antonio transigía de mal talante. Le parecía arriesgado exhibir aquella belleza oficial en un lugar público... Se la quitarían de las manos.
Más tarde o más temprano decía con un acento lúgubrehabré de matar a alguien. Así iba transcurriendo aquel idilio semirrural entre Antonio Luis y Adelaida, cuando un nuevo acontecimiento vino a conmover los ánimos de la familia: la llegada a bordo de un navío de Esmina consignado a la Fama, de un extraño sujeto.
Fue descubierto en el sollado durante la travesía, a los ocho días de navegación. Venía oculto tras una pila de fardos y su estado tocaba en la extenuación.
Era un joven alto, atezado, de finos rasgos y ojos ardientes.
Deseaba llegar a un puerto español, donde se presentaría al cónsul de su país, y afirmó que carecía de recursos y de carta de identidad. Aseguró llamarse Angelos Theotokis.
Al día siguiente, don Indalecio Calahonda recibía un propio con una esquela. Señor decía ésta, ¿podrá un extranjero, sin más nombre ni patrimonio que el de su esfuerzo ganarse el pan en España? Desearía ser escuchado por vuestra excelencia. Espera una orden suya y besa, respetuosamente, su mano, Angelos Theotokis.
Halló a un joven despejado, de hermoso rostro y figura, y nobles modales.
Conozco su país y también Esmirna díjole don Indalecio. Allí hay gente aventajada y de gran preparación en las industrias,
Theotokis había estudiado letras en Atenas y en París y era, además, profesor de comercio. Dominaba el castellano y otros varios idiomas. Su mujer, una estudiante rusa de Moscú, había sido deportada, a raíz del atentado contra Alejandro. Un año hacía que estaba en un presidio de Siberia. La conoció en Odesa y tuvo dos hijos, a la sazón, con los abuelos, en Feodosia. Desde entonces carecía de noticias de su esposa. Don Indalecio escuchó a Theotokis sin hacer el menor gesto de asombro o de recelo.
Yo, señor, soy un patriota de mi país.
Yo también dijo don Indalecio soy un patriota del mío. Y le ayudaré a usted con una condición.
Acepto, señor, todas las condiciones que me imponga.
En España no será usted, un patriota griego.
No deseo sino respetar las leyes del país que me da asilo y venerar, como a un padre, al "gentleman" que me ofrece su protección.
Theotokis enseñó a sus alumnos el propio idioma, antiguo y moderno; el latín, el inglés y la contabilidad y cálculo comercial. A estas clases no asistieron, de momento, Encarnación y Adelaida, demasiado hermosas para perder su dulce tiempo en labores extrañas.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
- Sintetiza en tres líneas el texto.
- Identifica el vocabulario desconocido y búscalo en un diccionario. Entresaca los nombres de lugares y produce una redacción usándolos.
- Contesta: ¿cómo puedes describir a Luis Antonio? ¿Se dan señales de un posible final infeliz? Dramatiza una confrontación entre el griego y Luis Antonio. Investiga la palabra república: su origen y evolución en la historia.
Frase de hoy: "La derrota suele ser pasajera. Es la claudicación lo que la vuelve permanente". Marilyn Vos Savant