John Locke: la cuestión del culto

Inglaterra, principios de la segunda mitad del siglo XVII. Regía el culto anglicano que había sido fundado por Enrique VIII.

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Nadie podía manifestarse públicamente contra la nueva religión, y todo aquel que lo hiciera, estaba expuesto a acusar multas, confiscaciones y encarcelamiento. John Locke, fundador del empirismo moderno y defensor de la libertad, expone su pensamiento revolucionario e influye en los economistas clásicos ingleses.Lic. Miguel Meaurio Coronel

Fue así que la Iglesia anglicana inicia una feroz represión contra los disidentes religiosos, desatando una verdadera caza de brujas que culminará con la quema y censura de libros, cientos de prisioneros y muchos rebeldes enjuiciados, torturados y asesinados.
A la monarquía gobernante le resultaba intolerable aceptar que los individuos podían ser vistos a los ojos de Dios como libres y responsables y, por lo tanto, que podían actuar según su libre albedrío. Locke, quien niega que la libertad de culto degenere en libertinaje y rebelión, asegura que mucho peores son las consecuencias nefastas que conlleva la persecución religiosa. El Estado —dice— tiene como fin, únicamente, proteger los intereses civiles de los ciudadanos y no interferir en sus creencias religiosas.

LA IGLESIA LIBRE DEL ESTADO

Es entonces cuando se discute por primera vez la separación de la religión, del Estado, la relación entre derechos naturales y derechos civiles y los límites del poder del gobierno. En dicho contexto, Locke comienza a escribir el Ensayo Sobre el Conocimiento Humano, obra en donde sostiene que el individuo puede pensar por sí mismo con la clarividencia que le presentan sus sentidos antes que aceptar todo lo que promulga el poder eclesiástico.

A partir del momento en que defiende el libre albedrío y la acción voluntaria, el pensamiento de Locke propugna la tesis de que Dios creó a los individuos iguales y libres; que los individuos son parte de una comunidad que se funda en lo moral y es gobernada por leyes naturales, conduciendo sus actos mediante los dictados de la razón.

De este modo, la teología de Locke se acerca a la concepción calvinista de la divinidad como un gran relojero, es decir, como una voluntad omnipotente que lo dirige todo: orden celeste, tierra, vidas humanas, pero cuya última razón escapa a la razón humana.

LA TOLERANCIA

Los argumentos a favor de la tolerancia religiosa constituyen todo el trasfondo del pensamiento político y epistemológico de Locke. En la actualidad, la idea occidental de tolerancia religiosa nos parece común, pero esto no era así para los contemporáneos de Locke.

También, en dicha época, la idea de que un individuo podía desobedecer una ley civil, como lo hicieron después los movimientos modernos liderados por pacifistas, el feminismo, los abolicionistas y los defensores de derechos humanos, les era totalmente extraña.

La Inglaterra de la Restauración se desgarraba por sus conflictos religiosos. La idea de que personas de diferentes cultos pudieran vivir en armonía les parecía descabellada. Por esta razón, la obra de Locke fue la de un fugitivo marginal, radical y revolucionario, quien vivió gran parte de su vida oculto en el exilio, dando sus obras a la imprenta, sin firmar.

Hoy es dificilísimo comprender la inseguridad de la vida y la propiedad que tuvieron que soportar los hombres de esa época. Un hombre independiente como Locke, estaba dispuesto a huir o a morir todos los días por culpa del reguero irrefrenable de sangrías y furia que despertaban las pasiones religiosas.

No solamente Inglaterra, sino gran parte de Europa, afectada por vientos de reforma, se inundaba de sangre y era castigada por el odio y las persecuciones; deseaba la tolerancia y la paz a cualquier precio, por lo que no extraña imaginar a un Locke ensimismado con la idea de no soportar nunca más el abuso de poder de clérigos y aristócratas. Locke hereda la tradición renacentista que rompe con las reglas marcadas por el orden feudal eclesiástico.
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