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- ¿Cómo llegás a la pantalla de tevé?
- En realidad estudié dirección de cine, quería escribir y dirigir. Pero cuando egresé de la carrera, no había mucha industria cinematográfica en mi país, así que seguí estudiando teatro y ahí conocí a Julio Chávez (actor muy premiado), quien me hizo pensar en ser actriz. La televisión fue lo primero que salió.
- ¿Fue un buen comienzo?
- Seis años, ininterrumpidamente, ganaba bien, pero la televisión no te da mucho espacio para hacer otras cosas. De repente me acordé que yo quería ser directora y no actriz. Así que hice un stop y solo acepté hacer unitarios.
- ¿Eso te sitúa en una posición poco ambiciosa de rating, de dinero?
- ¿Cómo competís contra la pesada artillería publicitaria de una Araceli (González), por ejemplo?
- Hubo un momento de mi carrera que pude haberme convertido en alguien de esa línea, pude ser una Natalia Oreiro, pero elegí que no y, aunque haya ofertas de más exposición y popularidad, sigo en la misma postura. No compito con ellas, o compito desde un lugar distinto.
- A vos se te ve muy sencilla, natural.
- En Argentina hay muchas actrices con esa preocupación de la imagen. Yo soy muy perezosa para la estética. Me cansa, me aburre, nunca voy a la peluquería ni contrato maquilladora, me hago todo yo. Debe ser porque me gusta más estar detrás de cámara.
- ¿Cómo encaja este relax estético en tu papel de modelo (ahora para la marca Vitamina)?
- (Sonríe) Soy un desastre como modelo, no me gusta posar. Pero lo hago porque es un buen esponsoreo económico, y eso me permite no tener que hacer en lo actoral cosas que no me gustan. Y, por otro lado, hoy la moda usa personas que no son modelos, me convenció la idea de promocionar a mujeres más reales en vez de las de 40 kilos y 2 metros de altura. A parte la ropa está muy buena, es funcional, cómoda, se parece mucho a mí, y en estos bolsos gigantes entra todo, mis libros, mis guiones.
- ¿Qué lectura hacés de la televisión argentina?
- Mucha producción, pero ciertamente pocos programas de calidad. La mayoría es entretenimiento, lo que no está mal. En Argentina la televisión es una especie de anestesia, la gente vive una realidad muy dura, llega a su casa y no quiere pensar ni sentir nada durante un rato. La tevé ofrece lo que quiere la gente.
- ¿Qué pensás de esa anestesia?
- Argentina está gris por las inundaciones, acaba de morir un docente asesinado en Neuquén, y lo peor, la corrupción. Pero te digo, si la televisión ofreciera programas para pensar, probablemente la gente la apagaría. Es la historia del huevo y la gallina. ¿Quién está dispuesto a terminar con el círculo vicioso? Personalmente creo que la televisión es la que debería cambiar, por ser la que maneja un medio masivo y poderoso.
- ¿Los actores sufren las imposiciones del medio?
- Depende, mi caso no es el mismo que el de un actor con hijos. Pero para un actor es positivo vivir en un lugar donde haya muchas opciones, y Argentina en este momento ofrece mucho empleo.
- ¿Te gustaría tener hijos?
- Sí. No más de los que pueda tomar en mis brazos en casos de emergencia.
- ¿Tu obra de teatro la mujer que al amor no se asoma es feminista?
- No, es humanista. Comparto las ideas a favor de la mujer, pero cierto feminismo me parece hasta tonto.
- ¿Podés definirte en dos pasos?
- Lo bueno, soy muy creativa. Lo malo, mi falta de método para organizarme en el trabajo diario.
- ¿Es cierto que tenés un lado muy sensual?
- Eso se pudo haber construido en un momento. En Argentina hay actrices que tienen mucho más que yo ese perfil. Cuido mi cuerpo con baile, yoga, tai chi, porque es mi herramienta de expresión. No sé si soy erótica, en la tele participé de un programa cuyo núcleo era el sexo. Creo que después de eso el público y el medio juzgaron muy rápido diciendo: Es una chica sexy.
- Y en el amor real, ¿cómo sos?
- Tranquila, noviera. Lo que aprendí con mis novios importantes (que fueron 3) me hace más equilibrada. Me doy cuenta de que vivir en pareja es algo que me gusta y que elijo. Me gusta cuidar la intimidad.